Vie 23.03.2012

EL MUNDO  › EL MOTE PARA EL MINISTRO DE FINANZAS DEL GOBIERNO DE CAMERON

Un Robin Hood al revés

Así lo llaman los principales medios de comunicación al titular de Economía, George Osborne, por congelar los ingresos jubilatorios y recortar los impuestos a millonarios y corporaciones británicas.

› Por Marcelo Justo

Desde Londres

El anuncio del presupuesto es uno de los grandes momentos de la política anual británica y el de este miércoles no ha decepcionado tanto en su escenificación en la Cámara de los Comunes como en sus consecuencias posteriores. La intensa campaña mediática gubernamental que precedió a los anuncios no impidió que ayer el ministro de Finanzas, George Osborne, fuera acusado de ser un Robin Hood al revés –roba a los pobres para darles a los ricos–, por el congelamiento de los ingresos jubilatorios y el recorte impositivo a millonarios y corporaciones. En Twitter el “granny rate” (impuesto a la abuela) se convirtió en el principal ítem de búsquedas a sólo horas de que Osborne revelara, disimuladamente y como al pasar, la eliminación de una exención impositiva para la jubilación.

En números contantes y sonantes, un jubilado que percibe 12 mil libras anuales perderá a partir del próximo año 259 libras, mientras que un banquero que gana más de un millón pagará 42500 libras menos al fisco. En una entrevista televisiva con la BBC ayer, Osborne indicó que la caída en el ingreso jubilatorio estaba compensada por un aumento en la pensión estatal y la decisión de elevar el piso impositivo a 9205 libras (todo ingreso por debajo de esta cifra no paga impuestos). “Unas 23 millones de personas se beneficiarán con este nuevo piso impositivo. Si uno toma el presupuesto en su conjunto, están mejor que antes”, señaló Osborne.

Visiblemente molesto ante las preguntas del conductor del noticiero, el ministro no se privó de acusar a la BBC de desorientar a los espectadores. En realidad, la mayoría de los titulares de la prensa tenía que ver con el “granny rate”. El conservador Daily Telegraph tituló “Granny Tax golpea a millones”, otro más a la derecha aún, el Daily Mail, eligió “Osborne les mete la mano en el bolsillo a los jubilados”. Esta percepción unánime fue correctamente anticipada por el líder de la oposición, el laborista Ed Milliband, que el miércoles en la Cámara de los Comunes, con los ojos clavados en la bancada del oficialismo, invitó a los diputados de la Coalición Conservadora-Liberal Demócrata que se beneficiarán con el recorte a los más ricos a que alzaran la mano, convite que los parlamentarios declinaron. En las mismas filas conservadoras hubo críticas como la de Ian Birrel, ex escritor de los discursos del primer ministro David Cameron. “Al ceder a una alianza de la derecha y los ricos, George Osborne cometió un error básico que se ha convertido en un misil en contra de los conservadores y su intento de aparecer como un partido moderno”, señaló al matutino The Guardian.

La apuesta de Osborne es la reactivación de la moribunda economía británica, que creció el año pasado un 0,8 por ciento, con el famoso efecto “derrame” de riquezas al resto de la sociedad que produciría el recorte impositivo a los ricos y las corporaciones. El concepto de “derrame” hizo furor en los ’80 y ’90 para justificar estos recortes, pero ya nadie lo cita directamente debido a que, con el paso del tiempo, nadie ha podido demostrar vínculo causal alguno entre ambas cosas, aunque sí es evidente el agujero fiscal que genera gracias a la menor recaudación. La decisión de elevar el piso impositivo a 9205 libras fue un intento de evitar titulares negativos que identificaran a los conservadores como el partido político de los ricos. Según el gobierno, dos millones de personas de bajos ingresos dejarán de pagar impuestos gracias a esta medida. En realidad el beneficio abarca a unas 23 millones de personas –incluyendo a millonarios y clase media alta–, aunque no a los que ganan menos de ocho mil libras anuales, es decir, a los más pobres.

El costo de esta medida es de casi cuatro mil millones de libras y choca con el eje central del plan económico, la virtual eliminación del déficit fiscal. Osborne indicó que sería necesario recortar otros 10 mil millones de libras del gasto social para que los impuestos siguieran cayendo sin desordenar las cuentas fiscales. Pero al ministro se le escaparon un par de tuercas en la típica ingeniería matemático-mediática de los presupuestos modernos que buscan resaltar beneficios, al mismo tiempo que ocultan guillotinazos. “La mayoría de los políticos procuran evitar un recorte de los ingresos de los viejos. La medida es más difícil de explicar políticamente cuando se la coloca al lado del recorte impositivo a los millonarios. Ha sido un error garrafal”, señaló este jueves en la tapa del matutino The Guardian el comentarista político Johnatan Freedland.

En términos políticos todo dependerá de si esta vez milagrosamente la alquimia del “derroche” funciona. Los conservadores sueñan con los años dorados del thatcherismo en la década del ’80 cuando los impuestos a los ricos pasaron de 95 peniques por libra esterlina a 60 peniques y de ahí a 40. En esa época la privatización de la mayoría de los servicios públicos y la explosión del sector financiero generaron un espejismo de crecimiento que terminó con la explosión de una burbuja inmobiliaria y recesión a fines de la década. Hoy las arcas públicas están vacías y el ingreso de los británicos viene cayendo en picada. Si a esto hay que sumar los 750 mil empleos públicos que se perderán hasta 2015 y un gasto fiscal que habrá caído del 48 por ciento en 2010 a un 39 por ciento en 2016, no se ve cómo la economía podrá recuperarse y operar su magia amnésica sobre el electorado.

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