EL MUNDO › LA GUERRILLA COLOMBIANA PUSO EN LIBERTAD A LOS úLTIMOS POLICíAS Y MILITARES SECUESTRADOS
El colectivo Colombianos y Colombianas por la Paz lideró el proceso que tuvo idas y vueltas, y en el que colaboraron Rigoberta Menchú y el gobierno de Brasil. “Fue un paso en la dirección correcta, pero no suficiente”, dijo el presidente Santos.
› Por Katalina Vásquez Guzmán
Con un cerdo salvaje y troncos de madera volvieron a la libertad los últimos policías y militares secuestrados por la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Eran diez, morenos por el sol, algunos delgados y bien afeitados, como se vuelve ya costumbre en el paisaje colombiano del secuestro. Esta sería la última de una larga lista de liberaciones unilaterales que los rebeldes realizan como “gesto humanitario”. Se hizo como las anteriores, en el sur del país, donde la espesura de la selva escondió por catorce años a los hombres secuestrados. Pero es histórica, porque devuelve el último grupo de “canjeables”, los miembros de la fuerza pública en su poder, el llamado botín de las FARC para negociar un canje humanitario.
“Pese a las dificultades y reticencias en este proceso anunciado desde diciembre, al fin logramos llegar a la instancia fundamental, la libertad; ahora sigue que el gobierno acepte este hecho como un hecho de paz”, le dijo a Página/12 Iván Cepeda, congresista colombiano, quien califica la liberación de ayer como “un logro de la sociedad civil”. Esta vez fue el colectivo Colombianos y Colombianas por la Paz y la ex senadora Piedad Córdoba quienes lideraron el proceso, anunciado, cancelado y vuelto a anunciar desde hace cinco meses, y en el que participó también el gobierno de Brasil. Córdoba, junto a la guatemalteca Rigoberta Menchú, quien asesoró el comité de liberación, se dieron a la prensa horas antes de la liberación. Por eso, además de aplausos por la liberación, llovieron las críticas al hecho, entre quienes consideraron una manipulación mediática de parte de la guerrilla.
Con Córdoba a bordo, y los integrantes del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) que hicieron posible el proceso humanitario, los helicópteros Cougar arribaron al aeropuerto de la ciudad de Villavicencio cerca de las seis de la tarde con los diez hombres que, cantando letras de salsa colombiana, esperaban el aterrizaje desde hacía más de diez años. Fueron capturados como rehenes durante tomas de las guerrillas a bases de la policía en apartados pueblos o combates armados en las montañas, en aquellos años donde la guerrilla y el narcotráfico eran dios y ley en las zonas rurales.
Sus nombres y fotografías con cadenas al cuello han recorrido las páginas de la prensa en gritos de libertad. Son los sargentos primero del ejército, Luis Alfredo Moreno Chagueza y Robinson Salcedo Guarín; sargento primero de la policía, José Libardo Forero; los intendentes jefes de la policía Carlos José Duarte, Wilson Rojas Medina, Jorge Humberto Romero y Jorge Trujillo Solarte; además del sargento mayor de la policía, César Augusto Lasso Monsalve.
En Villavicencio no se les permitió hablar con la prensa. Llegaron agitando manos, pañuelos blancos y banderas de Colombia. Con ellas al hombro, corrieron a la sala VIP del aeropuerto donde los familiares, algunos descontentos por no permitirles estar en la pista de aterrizaje, los esperaban. Los demás se reencontraron a las 20 horas en Bogotá, aeropuerto militar, donde llegó la aeronave del ejército que los trasladó ya uniformados. Amparo Sánchez, de Colombianos y Colombianas por la Paz, anunció en la capital que, en la selva, durante la liberación, la guerrilla les aseguró que tienen la voluntad de “iniciar diálogos” y que se reafirman en dejar la práctica del secuestro. “Un paso en la dirección correcta, pero no suficiente”, dijo el presidente Juan Manuel Santos al final de la noche, quien aseguró valorar la dimensión pacifista de la liberación, pero no lo ve “suficiente”.
Al respecto, el representante a la cámara Iván Cepeda le adelantó a este diario que Colombianos y Colombianas por la Paz entregará una propuesta para “verificar el compromiso de las FARC de no más secuestros extorsivos, así como buscar cuántos secuestrados siguen en su poder y visitar las cárceles para ver la situación de los prisioneros de las FARC y el ELN”.
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