EL MUNDO › LOS REFERENTES DE LA COALICIóN GOBERNANTE BRITáNICA SE MOSTRARON UNIDOS ANTE LOS MEDIOS
“No podemos dar marcha atrás en nuestra estrategia para sanear las finanzas públicas”, dijo el premier Cameron, escoltado por su socio liberal-demócrata. Los conservadores impulsan un giro más a la derecha en temas como la flexibilidad laboral.
› Por Marcelo Justo
Desde Londres
Como un matrimonio que decide hacer una feliz aparición pública para acallar rumores de un inminente divorcio, el primer ministro, el conservador David Cameron, y su socio liberal-demócrata, el viceprimer ministro, Nick Clegg, comparecieron ante los medios por primera vez después de la desastrosa elección del jueves pasado. Con importantes corrientes internas de ambos partidos cuestionando abiertamente la coalición, Cameron y Clegg buscaron transmitir un mensaje de unidad concentrándose en la misma receta económica de ajuste. “Este es un momento muy difícil y necesitamos seguir por el mismo camino. No podemos dar marcha atrás en nuestra estrategia para sanear las finanzas públicas”, señaló Cameron.
Esta receta ortodoxa, que contempla un recorte del gasto fiscal de 130 mil millones de dólares en cinco años, ha chocado con la dura realidad de la recesión anunciada oficialmente hace dos semanas. En las elecciones municipales de la semana pasada el veredicto político fue contundente: los conservadores perdieron 405 concejales, los liberal demócratas 336. Si el mensaje duro de David Cameron parecía emular a la canciller Angela Merkel en su ortodoxia fiscal, Nick Clegg hizo oír la otra campana, que empieza a resonar con más fuerza en Europa y que, a nivel puramente retórico por el momento, la misma Merkel parece dispuesta a adoptar. “No tenemos que olvidar que lidiar con el déficit es un medio para un fin y el fin es crecer económicamente”, dijo Clegg.
El lugar del encuentro con la prensa tenía su simbolismo. Hace dos años, Cameron y Clegg anunciaron el matrimonio político en el señorial jardín de 10 Downing Street, residencia oficial del primer ministro. Ayer el escenario fue una modesta fábrica en Essex y el tono era sobrio, casi sombrío. En 2010, los medios hablaban de una nueva política, que trascendía orígenes partidarios, encarnada por Cameron y Clegg. Hoy están mucho más interesados en las diferencias que las familias de los novios vienen ventilando hace rato que en esta pantalla pública.
Entre los conservadores, una mayoría está impulsando un giro a la derecha que excluya a los liberal-demócratas, con el acento puesto en temas de ley y orden, flexibilidad laboral, mayores restricciones al derecho de huelga y una profundización de los recortes fiscales. Temas como la reforma de la Cámara de los Lores, para convertirla en una cámara electa, o el matrimonio gay son anatema para estos conservadores y constituyen la razón de ser de muchos liberal-demócratas, que se están preguntando abiertamente por qué estar en una coalición que hasta ahora les produjo dos devastadoras derrotas electorales a nivel municipal. “Los conservadores actúan como si tuvieran el derecho natural a gobernar”, dijo Simon Hughes, número dos de los liberal-demócratas.
La primera prueba de fuego de este precario equilibrio será hoy, cuando la coalición anuncie su programa legislativo durante el Queen’s speech. El primer ministro dejó en claro que no quiere una salida por derecha ni una por izquierda y que la solución a los problemas no se encuentra en “chillonas ideologías”. Según el conservador Sunday Telegraph, el Discurso de la Reina se concentrará en las reformas que pide la derecha –reforma del mercado laboral para crear empleo, mano dura con la creación de una versión británica del FBI– y evitará irritar a los liberal-demócratas con medidas como las subvenciones a la universidad privada. La clave será qué solución de compromiso encuentra la coalición para la reforma de la Cámara de los Lores y el casamiento gay.
El problema es que aun si el Discurso de la Reina contiene las medidas que exige la derecha partidaria y consigue evitar una ruptura con los liberal-demócratas, no hay ninguna garantía de que lleven a esa elusiva tabla de salvación que sería un retorno del crecimiento económico, más en medio de la actual crisis de la Eurozona. Además, las dificultades del gobierno no se limitan a la economía. Este jueves, Andy Coulson, ex jefe de prensa de Cameron y ex editor del fenecido dominical de Ruppert Murdoch, News of the World, comparece ante la Comisión Leveson, que investiga las relaciones del mundo político y los medios. El vínculo entre el grupo Murdoch y el gobierno ha dejado al ministro de Cultura, Jeremy Hunt, contra las cuerdas. Coulson puede asestar un nuevo golpe al primer ministro, que decidió nombrarlo jefe de prensa poco después de que renunciara al News of the World, en los albores del escándalo de las escuchas telefónicas. El viernes es la frutilla del postre Murdoch esta semana, con la comparecencia de Rebbekah Brooks, ex directora ejecutiva de News International, el brazo británico del grupo, quien, según acaba de revelar la misma prensa conservadora británica, solía intercambiar hasta doce mensajes de texto diarios con el primer ministro.
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