EL MUNDO › OPINIóN
› Por Diana Quattrocchi-Woisson*
Desde París
Fue la consigna que más cantamos en la plaza de la Bastilla anoche, y que pude cantar con alegría compartida con mi hija Jessica, que votaba por primera vez, con sus flamantes 19 años. Y la rima existe porque en francés la consigna se pronuncia con acento en la “í”: “sarkozí, se finí”. El acento puesto en la “í”, “i” de Indignación, que los franceses prefirieron conjugar primero en las urnas antes que en las barricadas o en las manifestaciones callejeras. Porque felizmente las ilusiones democráticas no han muerto en Europa... Y estas ilusiones democráticas cada país y cada sociedad las conjugan como pueden.
Aquí en Francia, la noche del domingo 6 de mayo, cuando la foto de François Hollande se dibujó en todas las pantallas, un alivio generalizado y una alegría digna, sin estridencias, nos albergaron a todos. El mismo alivio y la misma alegría digna que recorrieron anoche la histórica plaza de la Bastilla.
Hollande no es un hombre carismático, y la primera página del lunes del diario Libération, que se parece tanto a Página/12 (o mejor dicho al revés, ya que Página/12 nació inspirándose de su modelo galo) y bien, la tapa de Libération del lunes, con fondo azul, lleva la foto de Hollande levantando sus dos manos y el título en mayúsculas NORMAL!
“Un presidente NORMAL”, para esta época difícil... Y yo me acordé inmediatamente de Néstor Kirchner y de su programa casi revolucionario, que Argentina fuese “un país normal”. Normal quiere decir en primer lugar, humano... “Lo humano primero” reza una calcomanía con forma de corazón que muchos jóvenes franceses se colocan en el pecho, cual escarapela roja, y que fue la consigna principal del candidato del Frente de Izquierda, Jean-Luc Mélenchon. El mismo que, dignamente, después del primer turno, llamó a votar por Hollande, porque la primera batalla de los indignados aquí era sacarnos de encima a un presidente considerado como una grave anomalía en el paisaje republicano francés... El presidente de los ricos se va. ¡Y que no vuelva más! Durante el debate televisado entre los dos finalistas, Sarkozy le dijo a Hollande con sarcasmo: “Usted no quiere que haya ricos y yo no quiero que haya pobres”, a lo que Hollande contestó con serenidad casi budista: “Con el balance de su presidencia puede entonces usted darse por satisfecho, porque en Francia ahora tenemos más ricos y más pobres”.
Desde una comuna rural de la Francia profunda, Tulle, en su primer discurso de presidente electo, Hollande me sorprendió porque por primera vez logró emocionarme. Fue cuando habló del “sueño francés” y dijo que era simplemente un sueño de progreso, que cada generación pueda sentir que los hijos estarán un poco mejor que los padres. La miré a Jessica y me emocioné... Porque es así de sencillo lo que cada ser “normal” desea profundamente... Linda definición de la “normalidad colectiva”. De la “normalidad” social.
Ojalá Hollande sea un presidente que nos sorprenda cada día y que se parezca un poco a ese presidente sorprendente y audaz que fue Néstor Kirchner... Porque la hora europea exige audacia y coraje... Y exige que esa audacia se realice en pos de sueños de “normalidad”. No hay nada más anormal que este capitalismo salvaje con su ropaje de casino financiero.
Dijo Hollande que su compromiso era con la juventud y con la “justicia”. Para los oídos latinoamericanos, entrenados en otros paisajes históricos, a la promesa le faltaba un adjetivo. Pero en francés “justicia social” pareciera ser una redundancia. Aquí la referencia sigue siendo la trilogía “liberté, égalité, fraternité”. Hay que ver ahora cómo se votará en las legislativas de junio y cómo se compondrá exactamente la Cámara de Diputados. Que el epicentro se corra hacia el centro o hacia la izquierda será un dato más que relevante. Así como el número concreto de diputados de extrema derecha que este país de reyes, de revolucionarios y de bonapartistas (Louis XIV, Louis XVI, Robespierre, Danton, Napoleón, Leon Blum, Pétain y De Gaulle), esté dispuesto a sentar en el recinto del Palais Bourbon.
Aunque, finalmente, la historia de los países sea siempre así, una mezcla de virtudes y defectos, de honor y gloria, de oprobio, espanto y dolor... Como las historias individuales, las historias colectivas son una mezcla –a dosis variable– de lo mejor y de lo peor que cada “humanidad local” en cada circunstancia histórica es capaz de producir. Hoy, desde esta comarca histórica que alguna vez se llamó “la Galia”, era normal sacarse de encima a un presidente energúmeno, altisonante y provocador que despertó las pasiones más bajas del electorado y que buscó estigmatizar y denigrar a todos los que llegamos desde otras latitudes... Los jóvenes que en la noche del domingo en la Bastilla aplaudían entusiasmados a Yannick Noah decían precisamente que lo “normal” hoy en Francia es la mezcla: blancos, negros, árabes, asiáticos. Ciudadanos franceses mestizos, con todos los colores de piel combinados. Y también ciudadanos extranjeros a quienes Hollande prometió el derecho al voto en las elecciones municipales... A la generación de mi hija Jessica ya le va mejor que a la generación de su padre Alain. Jessi votó por primera vez y su candidato ganó. ¡Cómo no íbamos a acompañarla a festejar en la Bastilla!
* Historiadora.
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