EL MUNDO › LA EMBLEMáTICA PLAZA TAHRIR FUE EPICENTRO DE LAS MANIFESTACIONES
Decenas de miles de manifestantes marcharon al centro de El Cairo para desafiar el reciente decreto emitido por el presidente que le otorga poderes casi ilimitados. Hubo choques esporádicos con la policía y un muerto.
› Por Alastair Beach *
Desde El Cairo
Casi dos años después de que se convirtiera en el epicentro de las revueltas que forzaron la caída de un dictador, la plaza Tahrir nuevamente se transformó ayer en la arena de la agitación política, pero esta vez era contra la Hermandad Musulmana y su presidente electo, Mohamed Mursi. Entre temores crecientes de que el país profundamente dividido esté al borde de otro desastre político, decenas de miles de manifestantes marcharon al centro de El Cairo para desafiar el reciente decreto emitido por Mursi que le otorga poderes casi ilimitados.
Anoche las ambulancias se ponían en fila en las calles aledañas a la plaza Tahrir anticipándose a un estallido de violencia. Después de una semana en que tres personas murieron y más de 400 resultaron heridas durante los disturbios en todo el país, un paramédico le dijo a The Independent que el personal del hospital en toda la capital había sido convocado para trabajar horas extra. Choques esporádicos estallaron ayer a la mañana entre los manifestantes y las fuerzas de seguridad cerca de la embajada estadounidense.
La lucha continuó durante el día y un hombre de 54 años murió después de inhalar gas lacrimógeno. A la tarde, miles de manifestantes comenzaron a llegar a la plaza, muchos de ellos pidiendo a gritos la caída del nizaam o régimen –el slogan del levantamiento de Egipto que fue gritado con efectos devastadores contra el predecesor de Mursi–. Miles más se manifestaron en el país, incluyendo Alejandría, Suez y Minya, en el centro de Egipto.
Aunque ostensiblemente era una protesta contra el decreto presidencial de Mursi, la manifestación de ayer llevaba las señales de ser un rechazo rotundo a la sola idea de un gobierno islamista. “No quiero que se cambie la Constitución”, dijo Zain el Abdeen, de 56 años. “Quiero que Mohamed Mursi caiga.” Adornando el centro de la plaza circular, una enorme bandera decía “Egipto para todos los egipcios” –una referencia a los temores de muchos antiislamistas de que la administración de la Hermandad Musulmana pudiera gobernar sólo en interés de sus propios miembros–.
Es un ejemplo de lo que más temen los egipcios, una división política a lo largo de las líneas religiosas que puede pavimentar el camino para una contrarrevolución por parte del ejército o elementos del viejo régimen. También había carteles pidiendo la caída del guía supremo de la Hermandad, Mohammed Badie.
“Mohamed Mursi no tiene visión”, dijo Taiseer Fahmy, una actriz egipcia sentada en su carpa en el medio de la plaza Tahrir. “Su gobierno no tiene un plan.” La actriz, de 59 años, que lidera el Partido Igualdad y Desarrollo, dijo que estaba preocupada ante la idea de un gobierno teocrático. “Hosni Mubarak era corrupto, pero Mohamed Mursi pertenece a la Hermandad Musulmana y no a Egipto.”
El decreto emitido por Mursi el jueves último provocó una tormenta en la política egipcia. Sus opositores acusan al nuevo presidente –quien hace una semana disfrutaba del elogio mundial por mediar en el cese de fuego en israelíes y palestinos– de convertirse en “Mubarak con barba”.
Mientras tanto, los jueces de la nación, heridos después de ser despojados de su rol de supervisión constitucional, también montaron una revuelta. Los últimos esfuerzos por ganarlos parecen haber fracasado después de que una reunión entre Mursi y el Poder Judicial no produjera mayores concesiones. Un blogger, que escribe bajo el nombre de “El Gran Faraón”, especulaba que el presidente está tan fortalecido por los elogios de Estados Unidos que se sintió con el poder para sacar adelante su decreto.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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