EL MUNDO › ESCENARIO
› Por Santiago O’Donnell
Parece que al menos sesenta y siete periodistas murieron el año pasado en el ejercicio de sus tareas. Lo dice el informe anual de CPJ, una organización con base en Nueva York con la misión declarada de proteger el oficio y a quienes lo practican.
El informe dice que hubo un aumento del 42 por ciento en el número de muertes y que esto se debe principalmente al conflicto en Siria, que lleva meses inmersa en una sangrienta y devastadora guerra civil, que se pelea calle a calle en las grandes ciudades y que puede seguirse, si el estómago aguanta, a través de diversos videos de crudeza llamativa, por ejemplo en YouTube, gracias a distintas personas cumpliendo funciones periodísticas en la línea de fuego. “Los periodistas son testigos de los hechos. Cuando matan a un periodista, disminuye nuestra capacidad para entender acontecimientos globales cruciales. En ningún lugar se ha revelado esta verdad de manera tan dramática como en Siria, donde tantos periodistas han caído muertos mientras intentaban informar al mundo”, dice Joel Simon, director de CPJ, en la gacetilla que acompaña el informe.
Y sí, está bien lo que dice. El informe de CPJ –y en particular lo que dice de la situación de Siria– muestra el estado actual del oficio, o lo iustra, o al menos sirve para hablar de él. De ese oficio al que Simon define, yendo a su esencia, como “ser testigo de los hechos”.
Si bien reconoce que el periodismo está mutando, el director del CPG no pone en duda la vigencia e importancia de lo que el oficio representa. “Aunque la tecnología ha transformado prácticamente todos los aspectos del periodismo, la función central que desempeñan los periodistas continúa inalterable”, analizó.
Sin embargo, el informe también aporta información que pone en duda la propia existencia de lo que CPJ dice defender: un cuerpo mundial de “periodistas” cuya “función central” es “ser testigos.” O sea, un grupo de personas que son distintas de las demás porque cumplen la función de comunicar en forma masiva. Personas especialmente capacitadas, en muchos casos con entrenamiento específico, para “ser testigo” y brindar testimonio de manera eficiente y creíble, facilitando así un mejor entendimiento de la sociedad.
Lejos de refrendar tal concepto, el estudio revela hasta qué punto, gracias a las nuevas tecnologías, el dar testimonio ha dejado de ser una especialización. Según CPJ, de los 28 periodistas muertos este año en Siria, “al menos 13 fueron muertos mientras cubrían el conflicto y actuaban de fuentes de las organizaciones noticiosas internacionales”. O sea, ciudadanos comunes que filmaban con sus celulares o sacaban fotos o llamaban y contaban lo que veían. Si todos somos periodistas, la palabra pierde contenido, el aura desaparece. ¿Cuál es la diferencia entre periodista, testigo o vecino?
El informe alude también a la polarización mediática entre los medios estatales que controla el gobierno sirio y que tienen el monopolio de la información dentro del país y los medios extranjeros, que recién pudieron ingresar a Siria en los últimos meses, junto a la intervención de las Naciones Unidas. “Al estar prohibido el ingreso al país de la prensa extranjera y al estar la prensa nacional bajo el control estatal, los periodistas ciudadanos sirios han pagado el mayor precio”, dice CPJ.
Otro dato de CPJ: casi la mitad de los periodistas muertos fueron asesinados como represalia. Muchos de ellos murieron en países sin ley como Somalia o en medio de una guerra narco, como México y Colombia. Pero vale la imagen para ilustrar otra tendencia. En un ambiente violento, el periodismo activista, en cualquiera de sus variables (militante, corporativo o militante-chivero), por su propia naturaleza, tiende a atraer represalias. La polarización pone al periodista en peligro porque lo corre de su lugar de testigo. En tanto la propaganda es parte de la guerra, los propagandistas son blancos legítimos. En un mundo de comunicación corporativa con posiciones tomadas y alineamientos rígidos, muchas veces detrás de intereses opacos, la figura del periodista se diluye entre la ideología y la publicidad. El testimonio pierde valor, el oficio pierde sentido.
“A nivel mundial, los periodistas que trabajan en Internet constituyeron más de un tercio de los caídos en 2012, un drástico aumento en comparación con el 20 por ciento registrado en 2011”, continúa el informe. CPJ también advierte sobre un aumento en las muertes de periodistas no contratados o “free-lance”.
Todo lo cual nos lleva a pensar que en medio de la peor guerra o a la vuelta de la esquina, cualquiera puede sacar una foto o subir un texto a Internet, hacer de “free-lance” o “periodista ciudadano”.
CPJ también les dedica un par de párrafos en su informe a dos países de la región, México y Brasil:
“En Brasil, cuatro periodistas murieron en relación directa con la labor periodística, la cifra más elevada del país en una década. CPJ investiga otras cuatro muertes, con el propósito de determinar el motivo. A pesar del creciente liderazgo de Brasil en el escenario global y de sus avances para mejorar la gobernabilidad, los periodistas fueron objeto de represalias por sus denuncias de corrupción.
”Por su parte, aunque en México se ha empleado una violencia inusitada para censurar la prensa, la falta de una investigación adecuada (o la ausencia absoluta de investigación en algunos casos) hace que sea difícil determinar el motivo. CPJ pudo confirmar que un periodista fue muerto por su labor y continúa indagando el motivo en otros cinco casos”.
El informe de CPJ de periodistas muertos llega todos los años en esta época desde 1992 y te deja pensando. El año pasado estuvo la racha de periodistas asesinados en Honduras. Este año me acuerdo del bombardeo israelí de las oficinas de la cadena Al Jazeera en Gaza, durante la última escalada en Medio Oriente. Los grandes medios no son neutrales y no son vistos como neutrales en los conflictos armados, lo cual pone en riesgo a quienes practican el oficio de dar testimonio.
Más allá de eso, el contenido del informe es en un punto predecible. A veces los países no son países sino trampas mortales para curiosos y no tanto. Otras veces los países son países pero no en la totalidad de su territorio. El mapa de periodistas muertos es muy parecido a cualquier mapa mundial de la inseguridad.
Otro tanto puede decirse de otro informe de CPJ que se publicó en estos días y que anuncia que la cantidad de periodistas encarcelados este año alcanzó una cifra record. A nadie le puede sorprender que el ranking lo encabezan países musulmanes y regímenes comunistas: Turquía, Irán, China, Eritrea, Siria, en ese orden, Vietnam, Azerbaiján, Arabia Saudita y Uzbekistán redondean el top ten. “Vivimos en una época en que los delitos contra la seguridad del Estado y los calificativos de ‘terrorista’ se han convertido en los instrumentos preferidos de los gobiernos para intimidar, detener y encarcelar a los periodistas”, analiza Simon.
Vivimos en una época en que se confunden las fronteras entre periodismo, propaganda y publicidad, en que la tecnología hace accesible al público no especializado la comunicación masiva, en que los medios se han convertido en extremos de distintas corporaciones o grupos de interés. El informe anual sobre periodistas muertos es un estado de situación pero sirve también como metáfora.
Es la historia de un viejo oficio que va dando paso a un nuevo modelo de comunicación más directa, cruda e interactiva, donde el periodista-especialista no existe o, mejor dicho, sos vos.
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