EL MUNDO › OPINIóN
› Por Atilio A. Boron
Producto de su enfermizo odio hacia todo lo que signifique la Revolución Cubana, el gobierno de Estados Unidos ha endurecido las condiciones de libertad supervisada bajo las cuales se encuentra René González Sehwerert, uno de los cinco agentes de Inteligencia cubanos que se infiltró en las organizaciones terroristas con base en Miami con el propósito de desbaratar sus criminales designios, ahorrando de este modo centenares o quizá miles de vidas de cubanos tanto como de extranjeros. René nació en Chicago, es hijo de padres cubanos, emigrados durante los años de Batista a Estados Unidos, que regresaron al país una vez caída la tiranía del lacayo de Washington. En el juicio a “Los 5”, que es la mayor prueba de la descomposición moral y jurídica de la Justicia estadounidense, los luchadores antiterroristas fueron condenados a penas exorbitantes.
En el caso de René, el primero en ser puesto en libertad, fueron más de trece años de prisión, donde cumplió su condena hasta el último día. La acusación que pesó sobre “Los 5”: “conspiración para cometer espionaje”, pero no de instalaciones o de agencias gubernamentales de los Estados Unidos (fuerzas armadas, agencias de Inteligencia, etcétera) sino de los grupos privados que amparados por los tres poderes de la ejemplar “democracia” del Norte se dedican a tramar sangrientos atentados, desestabilizar gobiernos y asesinar a militantes sociales. Eso hacían ayer y siguen haciendo hoy.
Precisamente por combatir contra ese flagelo tuvo que purgar largos años de prisión, mientras que sus cuatro compañeros aún continúan en la cárcel. No obstante, una vez que hubo cumplido su injusta condena, Joan Lenard, la jueza que entiende la causa, lo obligó, por ser nativo de los Estados Unidos, a permanecer en ese país durante tres años más, prohibiéndosele además, en el colmo del ridículo, “acercarse a o visitar lugares específicos donde se sabe que están o frecuentan individuos o grupos terroristas”. Esos grupos no deben ser molestados por alguien que vaya a fisgonear o a enterarse de sus planes, lo que demuestra la falacia de la “lucha contra el terrorismo” que a voz en cuello proclama Washington. Por si esto fuera poco, a su esposa Olga Salanueva le han negado la visa para visitarlo sistemáticamente.
Lo que motiva esta nota es el hecho de que desde septiembre del año pasado el Departamento de Estado impidió que funcionarios de la Sección de Intereses de Cuba en Washington realicen visitas consulares al prisionero, violando las obligaciones emanadas de la Convención de Viena (1963) sobre Relaciones Consulares, que establece el derecho de un detenido a comunicarse con los funcionarios de su embajada y de éstos a hacer lo mismo y a visitarlo.
Para los verdugos imperiales trece largos años de injusta prisión –que en el sistema penitenciario de EE.UU. equivalen a los 15 años de su condena– no son suficientes. Agregaron tres más y, encima, coartan la posibilidad de ejercer el derecho a comunicarse no sólo con sus seres queridos sino también con los representantes de Cuba en Estados Unidos, poniendo además su vida en peligro. Así trata el imperio a quienes luchan contra el terrorismo. Y a todo esto, ¿qué dice el Premio Nobel de la Paz que tiene su despacho en la Oficina Oval de la Casa Blanca?
* Director del PLED, Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini
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