EL MUNDO › ENTREVISTA A MATHEUS RANDO PRIES, 19 AÑOS, MILITANTE DEL MOVIMIENTO POR EL PASE LIBRE
La chispa del MPL devino incendio. Detrás de los reclamos contra el aumento del colectivo y el metro vinieron las demandas por mejor salud pública, educación, el repudio a la represión, la corrupción y el derroche mundialista.
› Por Darío Pignotti
Desde Brasilia
Matheus Rando Pries, 19 años, militante del Movimiento por el Pase Libre, fue a las movilizaciones en San Pablo y a la reunión con la presidenta Dilma Rousseff, en Brasilia, vestido del mismo modo: zapatillas y remera negra ilustrada con un chico derribando el molinete del subte. Esa patada furiosa es el icono, o uno de tantos surgidos de esta revuelta que estalló sin aviso.
El Movimiento por el Pase Libre (o por el pasaje gratuito, MPL) encabezó las marchas paulistas hace un mes, donde ganó credibilidad en el movimiento popular al conquistar lo que parecía imposible, la baja del precio del transporte público.
Fue sólo el comienzo, detrás de los reclamos contra el aumento del colectivo y el metro vinieron las demandas por mejor salud pública, educación, el repudio a la represión policial, la corrupción y el derroche en la organización de la Copa del Mundo. La chispa del MPL devino incendio. Y si bien Dilma no es el principal blanco de los manifestantes que dejaron el país patas para arriba, la aprobación de su gobierno cayó verticalmente del 57 al 30 por ciento, según una encuesta aparecida ayer y la reelección ya no es incontestable, su intención de voto bajó del 51 al 30 por ciento, según la misma encuesta.
–¿El desgaste del gobierno favorece la estrategia del MPL?
–Nosotros no queremos derribar a nadie, no estamos metidos en una disputa partidaria o por la conquista del gobierno. Nuestra disputa es para que se apliquen otras políticas públicas, lo que nosotros queremos es derribar las injusticias... derribar la exclusión.
–¿Dilma es una compañera o una enemiga?
–Ehhh, en fin... después de la reunión que tuvimos con ella el lunes (úlimo, en el Palacio del Planalto), decimos que en el actual momento en que nos encontramos de la lucha por el transporte, todas las propuestas de ella fueron iguales a las de la patronal. Queremos seguir bajando las tarifas con más inversiones en el transporte, llegar a cero, y ella lo que hace es dar una rebaja en el boleto reduciéndoles los impuestos a los empresarios, sin tocarles las ganancias, esto no resuelva nada.
–¿Ven diferencias entre Rousseff y el Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB, principal fuerza de derecha)?
–No son lo mismo, si el PSDB (de Fernando Henrique Cardoso) estuviera en la presidencia la represión sería mucho más descarada, desvergonzada, la policía vendría abiertamente a atacarnos, como lo hizo al principio de las marchas en San Pablo. El PT (Partido de los Trabajadores de Dilma) es distinto al PSDB, el PT es contradictorio, por un lado está contra la represión y por otro lado apostó en el desgaste de nuestro movimiento. El PT es menos duro que el PSDB en la defensa de los patrones.
–Después de la reunión entre ustedes y Dilma, el secretario general de la presidencia Gilberto Carvalho declaró que no existe democracia sin partidos. ¿Coincide?
–Mi opinión, no la de todo el MPL, es que no se necesitan partidos para que haya democracia. Partido se necesita para tener el poder de un Estado burgués, pero nosotros nos organizamos por fuera de la institucionalidad, los partidos obstruyen nuestra lucha queriendo amarrarla a sus intereses.
No se precisa de un programa totalizante para pelear por el transporte gratis, nosotros somos de izquierda pero no partimos de un planteo totalizante para pelear por el boleto, damos la pelea, y luego vamos a lo ideológico –sostiene el muchacho de la remera negra con el símbolo del molinete hecho trizas, vestimenta que iguala a los activistas del MPL.
Tal vez Brasil no vuelva a ser el país que era después de 15 días de protagonismo popular primario. Aluvional. Hay una disputa abierta por el sentido ideólogico de la revuelta, de momento inclinada a la izquierda, y el rumbo político hacia donde marchan los millones de indignados en Río, Brasilia, Salvador, Belo Horizonte y decenas de ciudades, luego de que el minúsculo MPL irrumpió como un rayo en la Avenida Paulista, la principal de San Pablo, catalizando la rabia por lo caro y malo del transporte en la mayor ciudad del país.
–El origen de la revuelta tuvo una inspiración progresista, con el correr de los días se vieron grupos diciendo “Lula andate a Cuba” y hasta quienes reivindicaron a los militares.
–Seguramente esa gente fue apareciendo en las marchas, vemos esos grupos con mucho cuidado, para que no copen las marchas, pero en ningún momento el sentido amplio, social, de izquierda se ha perdido. Creo que se mantiene el control político de las movilizaciones, pero no- sotros no somos la dirección de todo esto.
–¿El MPL se define como una organización que hace uso de la violencia política?
–La violencia existe desde el Estado que nos impone este transporte, esta educación, y nosotros nos oponemos a aceptar esas imposiciones que parecen algo natural. Nuestro lema es “si el boleto no baja, la ciudad para”, nosotros utilizamos una violencia política para impedir el funcionamiento de la ciudad, no estamos a favor de agredir a nadie, ni atacar predios públicos. Es una violencia que está en el símbolo de la ruptura del molinete, violencia contra una ciudad donde las personas circulan como mercaderías. El discurso de la paz esconde las contradicciones de la sociedad, nosotros estamos contra ese discurso pacifista de la prensa hegemónica. La realidad es que no existe paz, el Estado manda la policía a matar en la periferia, los hospitales matan a la gente con un servicio malo.
Los chicos del MPL, en general no pasan de 25 años, son un éxito mediático en Brasil y en la prensa internacional, donde aún prevalece la matriz de opinión anglosajona que equipara al fenómeno brasileño con la “primavera árabe” sin reparar en otras analogías existentes en Latinoamérica.
–El caso brasileño es lo suficientemente ecléctico, pero ¿no sería más apropiado compararlo con el proceso encabezado por los jóvenes “pingüinos” de Chile antes que con el mundo árabe?
–Es verdad, hay comparaciones erradas. Yo no discutí esto con mis compañeros, pero creo que tal vez sea más preciso ser comparados con los estudiantes chilenos que con los jóvenes árabes, porque nosotros igual que los chilenos peleamos por una agenda puntual, ellos por la educación gratuita y pública, acá nosotros por el transporte. No-sotros no vamos a la calle como los árabes que iban contra algunas dictaduras, contra el sistema. Nosotros usamos un método parecido al de los chilenos, enfrentar a todo el Estado en un punto claro, el transporte, con acciones directas. En Chile se inviabilizó el funcionamiento de las universidades, en San Pablo la ciudad dejó funcionar. Nosotros no pedimos la caída de Dilma contra los egipcios que pedían la salida de (Hosni) Mubarak.
Después del transporte, otra demanda cada vez más extendida en las marchas es el repudio a los gastos excesivos y no siempre transparentes para la Copa de las Confederaciones, que concluye hoy con el choque entre Brasil y España, en el Maracaná.
–Es curioso que en el país del fútbol haya tamaña protesta contra la Copa.
–Nosotros estamos viendo que esto fue creciendo en cada partido de la Copa (Confederaciones), nos parece que las cosas están creciendo como para que haya una multitud protestando el domingo frente al Maracaná.
Hace dos meses había movilizaciones fuertes en Río contra el dinero gastado para reformar el Maracaná, por el desalojo de los indígenas (ocupantes de un predio que debe ser demolido), pero no se puede comparar con lo que puede pasar el domingo en la final. Además, se suma la indignación por la masacre de 10 personas en la favela Maré, el lunes. En Río al principio las marchas eran de clase media, ahora empieza a sumarse la periferia. Igual está pasando en San Pablo, en las últimas marchas vimos que comenzó a sumarse mucha gente que viene de los movimientos barriales del Este, donde están las favelas más importantes.
–Pelé recomendó no ir a las marchas y ver los partidos en casa.
–Eso muestra su falta de compromiso completo con la realidad política que está saltando en todas partes. Es una pena que una figura pública importante esté incentivando a la gente a no manifestarse, que considere que sea más importante el fútbol que las reivindicaciones sociales.
A mí me gusta el fútbol, no soy hincha, me gusta jugarlo, pero lo de Pelé no me gusta nada.
@DarioPignotti
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