Mar 08.07.2003

EL MUNDO

Preparen otra ronda en la guerra de los cócteles

Las intromisiones del representante norteamericano James Cason en la política de Cuba serán continuadas ahora por la Unión Europea. Las recepciones diplomáticas son el campo de batalla.

Por Mauricio Vicent*
Desde La Habana

Cuba y la Unión Europea libran estos días una batalla sorda entre canapés de salmón, cubalibres y croquetitas. La reciente decisión de los Quince de invitar a los disidentes cubanos a las celebraciones que realicen sus embajadas en La Habana con motivo de las fiestas nacionales ha provocado una airada respuesta del gobierno de Fidel Castro, que amenaza con aislar a las misiones diplomáticas europeas en la capital cubana. El gobierno de Castro está profundamente irritado porque, con las invitaciones, se concede a los disidentes la misma importancia que a los funcionarios cubanos.
El ministro de Relaciones Exteriores, Felipe Pérez Roque, ha advertido claramente que si el próximo 14 de julio (fecha en que se celebra el aniversario de la toma de La Bastilla) Francia invita a los opositores a la fiesta en su embajada, las relaciones con la UE se enfriarán todavía más. El domingo, varios opositores confirmaron a este diario que el embajador francés, Jean Levy, ya los ha invitado. En las últimas dos semanas, Roque se ha reunido con empresarios españoles e italianos, con representantes de ONG extranjeras que trabajan en la isla y también con un grupo de 200 intelectuales y artistas cubanos. El objetivo, en todos los casos, ha sido explicar la posición de rechazo de su gobierno a las sanciones diplomáticas adoptadas por la UE el pasado 5 de junio, en represalia por el encarcelamiento de 75 disidentes y el fusilamiento de tres secuestradores de una lancha de pasajeros.
Entre las medidas de la UE, la de invitar a los disidentes a las fiestas nacionales es la que más ha molestado a las autoridades de La Habana. Roque, en los mencionados encuentros, ha dicho que los diplomáticos que inviten a sus recepciones a los “mercenarios” no serán convocados a actos oficiales, deberán realizar cualquier trámite por correo y no tendrán acceso a los ministros y ministerios cubanos, ante los cuales sólo podrán realizar gestiones para resolver asuntos muy concretos y de carácter técnico –como, por ejemplo, realizar los trámites para repatriar un cadáver–. Por supuesto, el boicot incluye también que ningún funcionario cubano, ni siquiera de tercer nivel, pisará una misión diplomática europea.
La crisis de los cócteles ya se ha cobrado sus primeras víctimas: las embajadas del Reino Unido, Holanda e Italia, países que invitaron a los opositores a sus fiestas nacionales –antes incluso de que así lo determinase la UE–. Por supuesto, en el congelador oficial está también España, a quien el gobierno cubano considera responsable de haber arrastrado a la UE a un endurecimiento de la política hacia la isla.
Esta semana, los embajadores de los países mencionados no fueron invitados a una visita organizada por la Cancillería a la fábrica de ron de Santa Cruz del Norte y a los pozos de petróleo del este de La Habana. Y fuentes diplomáticas informaron que varios intelectuales, historiadores, artistas y científicos cubanos, con cargo oficial y sin él, cancelaron a última hora su asistencia a comidas y cenas organizadas hace semanas por algunas de estas embajadas. El caso más sonado es, sin duda, el del escritor cubano Cintio Vitier, distinguido recientemente con la Orden de la República de Italia, quien devolvió la condecoración por haberle sido concedida por Silvio Berlusconi.
En su encuentro con los intelectuales cubanos, el canciller de la isla no les pidió en ningún momento que dejasen de acudir a las embajadas que inviten a disidentes, pero, dijo, los funcionarios no asistirán y el gobierno realizará celebraciones paralelas en las fechas de las fiestas nacionales. “A buen entendedor...”, comentó uno de los participantes en dicha reunión. Uno de los embajadores ninguneados resumía así la situación: “Es ridículo. Si no tenemos interlocución con las autoridades, ni vienen a nuestras recepciones y comidas los cubanos, ni hay visitas institucionales de Europa, y sólo nos reunimos entre periodistas, diplomáticos y disidentes, ¿qué pintamos aquí?”.
En una conversación con diplomáticos latinoamericanos, ajenos a la crisis de los cócteles, un funcionario cubano expuso de este modo su visión del asunto: “Pueden desayunar con los contrarrevolucionarios, comer con los contrarrevolucionarios, pasar la noche con ellos si lo desean, pero lo que no podemos tolerar es que en un acto oficial nos sitúen a un mismo nivel a funcionarios del gobierno y a estas personas”.
Ahora todos los ojos están puestos en la fiesta nacional de Francia, el próximo 14 de julio. De producirse lo que parece inevitable, todas las embajadas de la UE quedaran definitivamente congeladas y el enfrentamiento entre Cuba y Bruselas se agudizará todavía más. “La cosa va en serio -opina un empresario español que estuvo con Roque la semana pasada–. La impresión que me dio al escucharlo es que no van a hacer concesiones, que están dispuestos a llegar a donde sea, aunque se deterioren o incluso se rompan las relaciones”, relataba sobre el encuentro.
Hay que decir que en esta crisis de los cócteles hay embajadas y jardines neutrales. En uno de ellos, pasa una bandeja de croquetitas y un fiel de la revolución, mojito en mano, es preguntado: Pero, ¿y las consecuencias de esta absurda espiral? ¿Está en verdad Cuba dispuesta a quedarse todavía más sola? Y responde el incondicional: “En 40 años, Estados Unidos no nos ha podido meter el pie. Que no se vaya a equivocar Europa”. Pasa un camarero: “¿Otra salchichita?”.

*De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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