Lun 12.08.2013

EL MUNDO  › LA PRESIDENTA BRASILEñA RECUPERA APOYO E INTENCIóN DE VOTO TRAS LA OLA DE PROTESTAS DE JUNIO Y JULIO

Dilma recupera terreno tras el vendaval

Si antes de las manifestaciones Rousseff era favorita para ganar en la primera vuelta, ahora habría ballottage y ella ganaría. Del lado opositor, el único nombre que salió reforzado es el de la ambientalista Marina Silva.

› Por Eric Nepomuceno

Desde Río de Janeiro

Luego del sacudón que fueron las multitudinarias marchas populares de protesta de junio y julio, Brasil busca reencontrarse con su espacio y detectar hasta qué punto cambió el escenario político. Y el resultado de esa primera búsqueda es una serie de interrogantes.

Del vendaval de manifestaciones que colmaron las calles de las principales ciudades brasileñas en junio y que, de una forma o de otra, se extendieron por el mes de julio, quedó evidenciado que la reelección de la presidenta Dilma Rousseff en 2014 enfrenta un riesgo concreto y sonoro. Si hasta mayo ella contaba con aplastante apoyo de la mayor parte de la opinión pública, tan pronto ocurrió la gran oleada de protesta por todo el país su aprobación se desplomó 30 puntos. Sus estrategas confiaron que podría revertir ese cuadro. Ahora parece que esa reversión empezó.

El pasado fin de semana se difundieron los resultados de las primeras encuestas luego del ventarrón devastador, y todo indica que Dilma empezó a remontar. La aprobación, que había bajado de 57 a 30 por ciento, subió a 36 por ciento. Todavía muy por debajo –casi 20 puntos– de lo que había, pero no deja de ser un repunte consistente.

Si antes de la marea de manifestaciones Dilma Rousseff era franca favorita para ganar en la primera vuelta, ahora se consolida lo que se observó en los sondeos y encuestas de los meses más agitados del escenario brasileño en décadas, o sea, junio y julio: seguramente habría una segunda vuelta, si las elecciones fuesen hoy. Pero pese a todo, Dilma ganaría.

Hoy por hoy, el único nombre capaz de decidir las elecciones en una primera vuelta sería Lula da Silva, quien insiste en que no será candidato.

Para la oposición, los datos son más bien preocupantes. El postulante del PSDB del ex presidente Fernando Henrique Cardoso, el actual senador y ex gobernador de Minas Gerais –segundo mayor colegio electoral de Brasil– Aécio Neves, no logró crecer casi nada. El gobernador de Pernambuco, en el noreste brasileño, Eduardo Campos, tampoco.

El único nombre que salió reforzado es el de Marina Silva, una rara mezcla de ambientalista y pastora fundamentalista de una de esas sectas neopentecostales electrónicas, que siquiera partido tiene. José Serra, ex ministro de Salud de Cardoso, ex alcalde de la ciudad de San Pablo y ex gobernador del estado de San Pablo, dos veces candidato a presidente y dos veces derrotado (por Lula en 2002, por Dilma en 2010), surge como nombre más viable del PSDB. Pero no llegaría a una segunda vuelta frente a Dilma: cedería ese espacio a Marina Silva.

Es verdad que los sondeos no son más que una fotografía del momento. Pero es igualmente verdad que esa fotografía, unida a las anteriores y analizada bajo la óptica de hoy, indica una tendencia. Queda claro que en Brasil, luego de diez años y medio de administración del PT –ocho de las dos presidencias de Lula da Silva, más dos y medio de Dilma Rousseff–, hay fuertes, sonoros y preocupantes reclamos de parte de la sociedad.

Las multitudinarias marchas de protesta de junio y la primera mitad de julio, ahora derivadas en actos puntuales de menor expresión, son claras muestras de una insatisfacción que se arrastra por el país.

Pero igualmente queda de manifiesto que los partidos de la oposición se mostraron incapaces de presentarse como alternativa viable. Además de no lograr movilizar parcelas significativas de la sociedad, no supieron proponer un plan consistente de cambio. De parte del principal partido de oposición, el PSDB, ni el dos veces derrotado José Serra y menos aún Aécio Neves lograron convencer al electorado mayoritario de que serían capaces de cambiar el escenario. El primero, por rencoroso. El segundo, por inconsistente.

Se ha dicho una y mil veces que en cuadros de convulsión popular sin dirección o rumbo claros, el resultado es la apertura de espacio para líderes mesiánicos, escudados en una nube de promesa de cambio frente a todo lo que está ahí. En Brasil ese escenario se muestra favorable a Marina Silva. Los últimos sondeos muestran que Lula es el único capaz de decidir una disputa presidencial en primera vuelta. Considerándose que Dilma Rousseff sigue siendo el nombre del PT para 2014, tendría de enfrentarse a Marina Silva. Dicen las encuestas que en una segunda vuelta Dilma ganaría. De ser así, Marina sería la principal dirigente de oposición.

Y ahí surgen las muchas dudas. Primero: actualmente, Marina Silva ni siquiera tiene partido político. Le quedan dos meses para intentar crear uno. Segundo: de lograr y ser candidata el año que viene, y realmente ir a una segunda vuelta, aunque sin tener un partido sólido, ¿cuál sería su rol en la oposición parlamentaria?

Frente a esas dudas no queda otra salida que observar la recuperación de Rousseff y el efecto de sus respuestas a las demandas populares. De momento, y aunque esas respuestas no se hayan materializado, parece que le ha ido bien.

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