EL MUNDO › EL PAPA CRITICó LA INDOLENCIA DEL BLOQUE ANTE LA OLEADA DE INMIGRANTES
Francisco se encontró y conversó con varios inmigrantes, algunos que se habían salvado del naufragio cerca de las costas italianas en noviembre, que costó la vida a más de 300 personas.
› Por Elena Llorente
Desde Roma
Un buen reto le dio el papa Francisco ayer a la Unión Europea al visitar la sede mundial de la Comunidad de San Egidio, una organización católica internacional que se ocupa de ancianos, minusválidos, pobres e inmigrantes. El pontífice dijo que Europa “está cansada”, no sabe qué hacer frente a los pobres y los inmigrantes y ha “olvidado la solidaridad”. Sus palabras fueron como un mazazo contra las autoridades de los varios países europeos que con distintos pretextos justifican su no accionar frente a la oleada de inmigrantes desesperados, que llegan a Italia cotidianamente de Africa y de países en conflicto como Siria.
Llegan en barcazas de mala muerte por el Mediterráneo a las costas italianas, después de haber hecho algunas paradas en distintos países del norte de Africa y luego de haber pagado saladamente a los traficantes que los transportan hasta un cierto punto. Más de 5000 personas llegaron en las últimas semanas. Muchos murieron ahogados. Eso sucedió con 10 de ellos –varias mujeres y niños incluidos– esta semana, cuando la barcaza se dio vuelta. Y los gobiernos europeos, y la misma Unión Europea que había prometido medidas después de las elecciones de mayo, por ahora no ha hecho gran cosa. La responsabilidad queda en manos sobre todo de Italia, que para evitar los naufragios creó una operación llamada Mare Nostrum, de la marina militar, que los rescata cuando los detecta en el Mediterráneo. Pero esta operación de pura solidaridad, que emprendió Italia sola hace algunos meses, arriesga ser suspendida si Europa no contribuye, como ha repetido el ministro del Interior italiano, Angelino Alfano.
Dirigiéndose a las cerca de 10.000 personas que fueron a verlo, el Papa les pidió que “den su contribución para promover la amistad entre las religiones”. “Vayan adelante por este camino: plegaria, pobres, paz. Ayuden a que crezca la compasión en la sociedad, a poner la amistad en el lugar de la indiferencia”, agregó Francisco. La gente se había comenzado a reunir desde temprano en torno del edificio de la Comunidad de San Egidio y en la plaza de Santa Maria de Trastevere, pese a una terrible tormenta veraniega, con relámpagos y truenos, que azotó distintos barrios de Roma. Francisco se encontró y conversó algunos minutos con varios prófugos, entre ellos algunos que se salvaron del naufragio cerca de las costas italianas en noviembre, y que costó la vida a más de 300 personas. También conversó con una grupo de ancianos, incluso una mujer de 100 años, con otra de Eritrea que llegó como prófuga y ahora trabaja con la comunidad de San Egidio, con grupos de jóvenes y adolescentes, con un grupo de gitanos y otro de desocupados. Alguien le ofreció un mate que bebió sin problema. Pero luego hizo señas con la mano de que estaba más o menos.
En su mensaje Francisco también recordó que un pueblo que descarta a los ancianos y no cuida a los jóvenes es un pueblo sin esperanzas. Y para concluir, casi bromeando, dijo a todos, a los que en general les pide que recen por él, que le sirven “horas extras de plegaria” porque su trabajo es “muy insalubre”.
Poco antes de entrar en la basílica de Santa Maria in Trastevere, el jefe de la comunidad judía de Roma, el rabino Riccardo Pacifici, le entregó al Papa una carta en la que lo invita formalmente a visitar la sinagoga de Roma. Una invitación que, según Pacifici, este Papa –que viajó a Tierra Santa con un rabino argentino con el que además ha publicado un libro– ya ha aceptado. Francisco no será el primer Papa que visita la sinagoga. El primero fue en efecto Juan Pablo II en 1986, seguido por Benedicto XVI en 2009. Pacifici contó a la prensa que el Papa dijo que rezará por los tres jóvenes judíos secuestrados en Cisjordania y que le recordó al finalizar el encuentro lo que el rabino le había contado alguna vez: que la abuela y el padre de Pacifici, durante la Segunda Guerra Mundial, encontraron refugio en una casa de monjas de la región de Toscana y así evitaron que el nazismo los deportara a algún campo de concentración.
Durante el rezo del Angelus, ayer a mediodía desde el balcón que da a la plaza de San Pedro, el Papa pidió por la paz en Irak, anhelando “un futuro de reconciliación y de justicia para que todos los iraquíes, cualquiera sea su pertenencia religiosa, puedan construir juntos su patria, haciendo de ella un modelo de convivencia”. También anunció su primer viaje a Albania en septiembre.
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