EL MUNDO › AL PEDIDO IMPLICITO DE OBAMA SE SUMO EL DEL LIDER ESPIRITUAL DE LOS CHIITAS EN IRAK ANTE EL AVANCE ISLAMISTA
Obama se negó a bombardear a los rebeldes hasta que no se produzca un cambio de régimen. El odio de la comunidad sunnita al primer ministro iraquí da base al avance de las fuerzas del Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL).
› Por Patrick Cockburn *
Desde Bagdad
Aislado y desacreditado por la humillante derrota militar, el primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, probablemente se vaya pronto, maltratado como está por las exigencias ligeramente veladas para que renuncie inmediatamente por parte de figuras poderosas que alguna vez lo apoyaron. Pocas horas después de que el presidente Obama dejara implícitamente claro que quiere un cambio de liderazgo político en Bagdad, el líder espiritual de los chiítas iraquíes, el gran ayatolá Ali al Sistani, llamaba a un nuevo y “efectivo” gobierno que evite los errores del anterior. Nadie en Bagdad tiene ninguna duda de que él quiere que se vaya el primer ministro. Cuanto más tiempo Al Maliki se aferre al poder es más probable que el Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL) gane más victorias y la comunidad sunnita permanezca unida detrás del grupo del EIIL.
Fuentes militares en Bagdad dicen que la clara señal de Obama, de que Estados Unidos no iba a usar su fuerza aérea para preservar el statu quo en Bagdad, ha “dañado la moral y la confianza del ejército”. El ejército había estado esperando, de manera poco realista, una promesa de ataques aéreos para detener el avance del EIIL y sus aliados.
Hay otras voces menos diplomáticas que exigen que Al Maliki, quien ocupa el cargo desde 2006, debe irse. Umm Nahid, un residente de Ramadi, capital de la vasta y abrumadora mayoría sunnita en la provincia de Anbar, le dijo a The Independent que la ciudad había sido tomada mayormente por el Consejo Revolucionario de las tribus de Anbar, dirigido por Hatem Suleiman. Suleiman dice que está impidiendo que el EIIL avance hacia Bagdad, pero dejará de hacerlo a menos que el ejército iraquí se retire totalmente de Ramadi, que todos los prisioneros sean liberados (se cree que unos 100.000 están en la cárcel) y, sobre todo, que “se retire Al Maliki del poder”.
Su amenaza subraya notablemente la medida en que Al Maliki se ha convertido en una figura odiada por los cinco o seis millones de habitantes de la fuerte comunidad sunnita iraquí. La hostilidad hacia el primer ministro como responsable de su opresión ha permitido a los fanáticos del EIIL colaborar con diferentes grupos armados sunnitas con los que previamente estaban luchando. Para los sunnitas, el odio y el miedo a Al Maliki es una poderosa fuerza unificadora igual que el odio a Saddam Hussein solía permitir a los chiítas y los kurdos paliar sus diferencias.
Al Maliki no lo ve de esa manera y ha rechazado los pedidos para que renuncie como lo piden las potencias extranjeras, pero los políticos iraquíes que siempre se le han opuesto ahora creen que lo pueden derrocar. Para el 30 de junio a más tardar el Parlamento iraquí debe reunirse para elegir un nuevo presidente, y un primer ministro. Parece que Al Maliki, a pesar de que le fue bien el 30 de abril en las elecciones parlamentarias, no tiene los suficientes votos para sobrevivir.
Como segunda línea de defensa, tratará de garantizar que alguien de adentro de su propia coalición Estado de Derecho, y cerca de él, como su ex jefe de Gabinete Tariq Najim, se haga cargo. Trataría de seguir siendo una potencia en las sombras y, en el peor de los casos, para proteger a su familia –y su gobierno se ha convertido en una extensión de su familia– de la persecución, igual que Boris Yeltsin que llegó a un acuerdo cuando Vladimir Putin asumió el cargo de líder de Rusia en 1999.
Estas maniobras parecen insignificantes y totalmente egoístas, cuando los combatientes del EIIL están a menos de una hora de Bagdad. La capital misma podría entrar en erupción en cualquier momento que EIIL decida activar sus células en los enclaves sunnitas. En los últimos días, fuentes militares dicen que descubrieron una célula similar al EIIL en la zona mayoritariamente chiíta de Karada, que pretende ser una organización de caridad pero, en la práctica, está bajo el control de un ex general de la época de Saddam, que estaba monitoreando las defensas de la ciudad.
El peligro de la caída de Bagdad hace que sea perjudicial negociar sobre el futuro liderazgo de Irak. “La gente puede aceptar a Tariq Najim porque están desesperados por conseguir que Al Maliki se vaya”, dijo un observador. Otros candidatos como Iyad Allawi, Ahmed Chalabi y varios otros tienen partidarios pero las disputas prolongadas harían muy difícil reactivar y reorganizar el ejército.
Hay otro jugador en la lucha por el liderazgo iraquí cuyas opiniones pueden ser decisivas. Se trata de Irán y Al Maliki en los últimos años ha sido en gran medida el hombre de Irán. Fueron los iraníes los que finalmente fueron responsables de que se quede en el poder tras las elecciones de 2010. Los políticos iraquíes, familiarizados con el liderazgo iraní, dicen que es incierto lo que hay que hacer y, al menos hasta hace poco, el líder espiritual supremo de Irán, Ali Jamenei, mantuvo el apoyo a Al Maliki. Puede ser que los iraníes quieran exigir un precio a Estados Unidos por haberlo abandonado, pero los iraníes no querrán que Bagdad caiga o tener que enviar tropas para impedir que esto suceda.
Un problema en la actual crisis es que los líderes políticos iraquíes pueden están confiando demasiado en Estados Unidos o en Irán para que los rescaten. “Les gusta creer que los estadounidenses tienen una varita mágica y los iraníes siempre se queden con ellos”, dice Ghassan al Attiyah, politólogo y activista iraquí. Los estadounidenses pueden estar dispuestos a luchar contra el EIIL, pero no quieren que se los arrastre a una guerra sectaria contra los sunnitas.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.(Versión para móviles / versión de escritorio)
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