EL MUNDO › OPINIóN
› Por Oscar Laborde *
“La República Argentina, sola, no tiene unidad económica; Brasil, solo, no tiene unidad económica; Chile, solo, tampoco tiene unidad económica; pero estos tres países unidos conforman quizás, en el momento actual, la unidad económica más extraordinaria del mundo entero, sobre todo para el futuro, porque toda esa inmensa disponibilidad constituye su reserva. Estos son países reserva del mundo...” Así explicaba el general Perón en el año 1953, en la hoy Escuela de Defensa Nacional, su proyecto ABC.
El presidente argentino no sólo había realizado una “lectura” mucho más abarcativa de las consecuencias del conflicto armado con epicentro en Europa, que habían detenido el flujo de materias primas y productos elaborados al continente americano, sino que esto podía permitir el desarrollo económico de los países sudamericanos, sustituyendo importaciones y ampliando el mercado de consumo que involucraría a millones de personas.
Esta concepción y las acciones que, paulatinamente, fue emprendiendo el gobierno argentino significaban un cambio cualitativo en la relación con los sectores de poder en el mundo y, por sobre todo, fortalecía las relaciones entre pueblos hermanos que, hasta ese momento, vivían enfrentados. Las hipótesis de conflicto de nuestro país estaban planteadas precisamente con Chile y ante una siempre latente invasión brasileña.
En ese discurso, Perón recorre las acciones emprendidas ante Carlos Ibáñez del Campo (de Chile) y Getúlio Vargas (de Brasil). Con el primero de ellos firma un acuerdo aduanero en 1953 que ponía el epicentro en la producción industrial y establecía vínculos bilaterales que escandalizaron a la Cancillería brasileña –funcional a los intereses estadounidenses–, que por ese entonces negociaba con la Argentina un acuerdo de iguales características.
Getúlio Vargas fue presionado para no cumplir con el compromiso asumido antes de ser jefe de Estado con el propio Perón, y su actitud en defensa de los sectores populares hizo que los grandes grupos de poder solicitaran su renuncia. Antes de eso eligió suicidarse en 1954, no sin dejar de señalar en su escrito póstumo quiénes eran los que habían saboteado su gobierno.
Quedó así trunco uno de los intentos más importantes por gestar un proceso de integración regional, alejado de los grandes centros de poder del mundo y de las políticas imperiales.
La Tercera Posición, además de su componente doctrinario, había tenido en la implementación del ABC un correlato en la práctica y la posibilidad de construir un nuevo escenario sudamericano.
Durante varios años, este discurso del general Perón permaneció en secreto y cuestionado en su autoría; hasta que, en 1967, él reconoció su autenticidad.
Existe ahora un nuevo proceso de integración regional, interpelado y atacado por los mismos grupos económicos externos e internos. Tres mujeres: Dilma Rousseff, Michelle Bachelet y Cristina Fernández de Kirchner, junto a los presidentes de Uruguay, Bolivia, Venezuela y Ecuador, asumen el desafío de consolidar esta nueva época que atravesamos.
El ABC de Perón representa entonces un espejo sobre el cual hacer un aprendizaje, analizando fortalezas, contradicciones y la integralidad del proceso histórico que hoy estamos atravesando.
* Director de IDEAL.
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