EL MUNDO › LOS DIPUTADOS SOCIALISTAS DEBATEN UN PROYECTO DE RESOLUCION PARA SUMARSE AL RESPALDO DE 135 PAISES
La situación de violencia, la ampliación de las colonias israelíes, el congelamiento del proceso de paz y los cambios en la cúpula de la Unión Europea podrían reactivar el movimiento de reconocimiento europeo.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
Basta con mirar un mapa de los países del mundo que reconocieron a Palestina para constatar que, en un mar de zonas verdes o amarillas (países que la reconocen), hay páramos grises de países que no han dado el paso y que, además, esas regiones pertenecen en su casi totalidad a las potencias occidentales. El pasado 30 de octubre, Suecia se convirtió en la nación número 135 en reconocer a Palestina. La Argentina, al igual que Brasil, lo hizo en 2011. Estocolmo se volvió así la primera capital europea en sumarse a los países que, a partir de 1988, empezaron a reconocer a Palestina luego de la proclamación unilateral de independencia de esa nación. El tema divide a los Estados de Occidente y a las mayorías políticas que los gobiernan. Sin embargo, la legalidad internacional fijó hace 67 años un marco muy claro: el 29 de noviembre de 1947, la naciente ONU adoptó la resolución 181 mediante la cual se estipuló la división de Palestina en dos Estados. Uno de ellos fue proclamado casi inmediatamente: Israel (mayo de 1948). El otro sigue esperando.
La guerra y la colonización israelí se interpusieron en el medio. Casi setenta años después todo está congelado. El ingreso de Suecia a la lista de países que reconocen a Palestina y las posiciones adoptadas por la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, han sin embargo reactivado el movimiento de reconocimiento. Francia podría ser el próximo país que se sume a los 135 existentes. Desde hace varios días, los diputados socialistas debaten un proyecto de resolución con el cual empujan al gobierno socialista del presidente François Hollande a que reconozca a Palestina como Estado. Los parlamentarios basan su iniciativa en el mismo análisis de la situación que hizo el primer ministro socialdemócrata de Suecia, Stefan Lofven: es la única forma de llegar a “una solución definitiva del conflicto” dentro de una situación “insostenible y peligrosa” gracias al establecimiento de un “Estado democrático y soberano, que viva en paz y seguridad con Israel, sobre la base de las fronteras de 1967 y con Jerusalén como capital de los dos Estados”. Estos términos han sido hasta el momento el reto imposible de superar.
Si se aprueba en la Asamblea, la resolución de los socialistas franceses elaborada por Elisabeth Guigou, presidenta de la Comisión de Relaciones Exteriores, no será vinculante. No obstante, servirá como eslabón interior para el esquema diseñado por el actual ministro francés de Relaciones Exteriores, Laurent Fabius. La Cancillería francesa estima que el reconocimiento debe ser “útil para salir del camino sin salida”. En lo concreto, este elemento se puede tornar un aliado capaz de reactivar las negociaciones bloqueadas. Laurent Fabius dijo hace unos días que “llegará el momento, es evidente, en que Francia reconocerá el Estado palestino. La cuestión es cuándo y cómo”. Fuentes gubernamentales citadas por la prensa francesa admiten que “el reconocimiento de Palestina no conducirá de manera automática a que el proceso de paz sea exitoso”. En este sentido, los analistas observan que cuantos más Estados fuertes se sumen a la iniciativa, la presión implícita será más evidente.
Aunque de manera lenta e hipócrita, las democracias occidentales se acercan al reconocimiento. Si el PS francés adopta la resolución, Francia se sumaría al Reino Unido. A mediados de octubre pasado, Gran Bretaña aprobó una resolución –no vinculante– donde se pronuncia por el reconocimiento de Palestina. Con todo, resulta alucinante corroborar que, de los 193 miembros de la ONU, 135 reconocieron a Palestina y que, dentro de ese grupo, no hay ninguna potencia occidental. Estados Unidos, por ejemplo, juzga “prematuro” el reconocimiento de Palestina. Israel, a través de portavoz de la Cancillería, estima que las iniciativas palestinas para la creación de un Estado “son unilaterales y no el fruto de un proceso”. El problema radica en que ese proceso está paralizado, en parte por culpa de la permanente extensión de las colonias israelíes en Cisjordania ocupada. La última misión en Israel y Palestina (abril 2014) emprendida por el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, desembocó en un fracaso humillante. Desde su elección, el presidente norteamericano Barack Obama (también Premio Nobel de la Paz) no consiguió mover la crisis hacia la paz.
Los dirigentes políticos occidentales argumentan que el reconocimiento de Palestina debe, sobre todo, ser útil y no meramente simbólico. Todos comparten el principio de una solución con dos Estados y el consiguiente reconocimiento de Palestina como resultado de un proceso previo a un acuerdo sobre las fronteras y el estatuto de Jerusalén. Los posiciones, sin embargo, divergen. Por ejemplo, para el canciller sueco, Margot Wallström, todas las condiciones están reunidas, “incluso si las fronteras no están fijadas”: hay un territorio, hay población e instituciones. La situación de violencia, la ampliación constante de las colonias israelíes, el congelamiento del proceso de paz y los cambios en la cúpula de la Unión Europea podrían acelerar las pesadas cadenas de la diplomacia del Viejo Continente. La responsable de la política exterior de la UE, Federica Mogherini, dijo que “estaría muy feliz si, cuando termine mi mandato, el Estado de Palestina existiera”. El ex primer ministro y presidente israelí (2007-2014) Shimon Peres solía decir “el tiempo juega contra nosotros”. Por el momento, el tiempo juega contra la paz.
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