EL MUNDO
› TONY BLAIR MONOLOGO DE SU GESTION Y SU FUTURO
Palabras más, palabras menos
› Por Marcelo Justo
Asediado por las encuestas, criticado por su propio partido, amenazado por la investigación sobre el aparente suicidio del especialista británico en armas iraquíes, David Kelly, el primer ministro Tony Blair salió al ataque ayer en un intento de defender su liderazgo entre los laboristas y recuperar su popularidad con el conjunto del electorado. En el discurso central del congreso anual del Partido Laborista en Bournemouth, televisado en directo por la BBC, Blair indicó que estaba listo para una tercera victoria electoral consecutiva basada en los logros de su gobierno y en valores tradicionales del laborismo como la equidad y la justicia social.
En sus primeras palabras conciliatorias sobre la guerra de Irak en mucho tiempo, el primer ministro reconoció la buena fe de los que se opusieron al conflicto. “Yo sé que la guerra ha dividido al partido, al país, a las familias, a los amigos. Sé que muchos que se opusieron a la guerra lo hicieron plenamente convencidos de que era un grave error. Respeto sus opiniones. Ataquen mi decisión de ir a la guerra, pero al menos comprendan por qué la tomé y la volvería a tomar”, dijo Blair haciendo una pausa para mirar a un congreso en estado de trance.
Con un ojo en la investigación de Lord Hutton sobre la muerte de Kelly, con otro en las encuestas que citan a la guerra como el factor que más ha dañado su imagen, el premier depositó en los hombros del servicio de inteligencia el peso de su decisión más impopular en seis años y medio de gobierno. “Imagínense que son el primer ministro y reciben información de inteligencia, no sólo sobre Irak sino también sobre armas de destrucción masiva. ¿Qué harían? ¿Dirían tengo esta información, pero me parece que es errónea?”, dijo Blair.
Enseguida viró a temas domésticos. “Yo creo en una sociedad justa en la que cada persona sea un ciudadano pleno más allá de su nacimiento, clase, ingresos, raza o sexo. Donde a través de la solidaridad podamos construir una sociedad en la que la fuerza colectiva compense las debilidades individuales. Un Gran Bretaña sin pobreza, con servicios públicos de primera clase”, dijo Blair. Si esta retórica pareció colocarlo a la izquierda de sí mismo y en el centro del corazón partidario, la traducción de estas palabras en políticas concretas no lo movió de su camino reformista, que muchos tildan de neothatcherismo.
En relación con una de sus más polémicas iniciativas –la decisión de aumentar la contribución anual de los universitarios a tres mil libras (unos 4500 dólares)–, Blair señaló que no se podía esperar que el financiamiento de la universidad venga de los impuestos generales. En relación con otra política, fuertemente cuestionada por los sindicatos, la de otorgar autonomía a los hospitales públicos para que puedan financiarse con préstamos del sector privado, el primer ministro señaló que era necesario descentralizar el servicio nacional de salud. “No se trata de privatizar”, anticipó.