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› AUMENTA LA TENSION CON SIRIA Y LIBANO EN LA FRONTERA NORTE DE ISRAEL
No hay ningún perdón en el Día del Perdón
Durante la conmemoración de la guerra de Yom Kippur (el Día del Perdón), el primer ministro israelí, Ariel Sharon, advirtió que su país “golpeará en cualquier momento y en cualquier lugar a sus enemigos”. Mientras tanto, Yasser Arafat reapareció debilitado y enfermo.
Por Ferrán Sales *
Desde Metula, norte de Israel
“No dudaremos en golpear a nuestros enemigos en cualquier momento, en cualquier lugar y con todos los medios”, aseguró ayer el primer ministro Ariel Sharon en Jerusalén, mientras en el norte seguía enquistada una situación de tensión, a ambos lados de la frontera que separa Israel del Líbano, después de dos días de intercambios de disparos y proyectiles entre las fuerzas del ejército hebreo y la guerrilla fundamentalista de Hezbolá. El fuego ha provocado por ahora la muerte de un niño libanés y la de un sargento israelí.
“Esta generación sigue con constancia la lucha de Israel contra las organizaciones terroristas, cuya sed de sangre no tiene límites, como demostró el pasado sábado”, aseguró Sharon en un tono belicoso, en un discurso pronunciado en el cementerio militar del Monte Herzel, en Jerusalén, con ocasión del 30º aniversario de la guerra del Yom Kippur, una victoria amarga de Israel contra los países árabes vecinos, que tuvo como saldo la muerte de 2700 de sus soldados. Las palabras del primer ministro israelí fueron acompañadas por una demostración de fuerza efectuada en dos movimientos: el primero al hacer públicos unos planos en los que están señalados con precisión los domicilios de los líderes radicales palestinos en Damasco; el segundo fue el despliegue de las fuerzas militares a lo largo de la frontera con el Líbano, especialmente de blindados y artillería, donde se están viviendo los días más angustiosos de los tres últimos años, desde que en mayo del 2000 se retiraran las tropas hebreas y se estableciera un alto el fuego.
Estaciones móviles dotadas de radar y enormes globos aerostáticos, dotados con cámaras de televisión, vigilan los movimientos de la guerrilla fundamentalista libanesa, que al parecer también ha optado por efectuar un despliegue al otro lado de la frontera, iniciando así una espera atenta y tensa, que podría volver a estallar en cualquier momento. El mando militar ha ordenado sin embargo la retirada estratégica de aquellos puntos más frágiles y expuestos, como la Puerta de Fátima, un paso cerrado que separa a los dos enemigos y que el pasado lunes fue escenario del tiroteo en el que murió el sargento israelí.
“Habíamos olvidado esta situación de tensión, que fue tan habitual durante los años anteriores a la retirada del sur de Líbano”, aseguraba Marta Ben Nafatali, 38 años, vecina de la granja colectiva de Margaliyyot, situada junto a la frontera con el Líbano, donde el martes cayeron varios misiles de Hezbolá. Marta, esposa de un agricultor, espera su cuarto hijo para finales de noviembre. Su única protección es el puesto militar israelí de Zipolen –clavel en hebreo–, que se alza en lo alto de la colina, por encima de sus cabezas. En este enclave viven otras cien familias de campesinos israelíes.
En Ramala, el presidente Yasser Arafat tomó juramento a los nuevos ministros del gobierno de Ahmed reia. El gabinete de urgencia presentará su programa de trabajo el jueves ante el Parlamento, donde tratará de encontrar apoyo a su primer y más importante objetivo: una tregua con Israel. Pero antes de que se celebre esta comparecencia deberá resolverse el contencioso surgido con respecto al futuro ministro del Interior, el general Nasser Youssef, que se negó a jurar su cargo únicamente ante el presidente Arafat y reclamó hacerlo ante el propio Parlamento. Entre rumores de una declinación en su salud, el líder palestino fue ayudado a entrar al auditorio por dos asesores. Arafat estaba pálido y su voz apenas se escuchaba. Preguntado sobre cómo se sentía, replicó: “Como ustedes lo están viendo”.
La pelea entre Arafat y Youssef amenaza con mermar aún más las fuerzas del presidente palestino. En medios políticos se asegura que el anciano “rais” de 74 años se encuentra aquejado de una grave infección hepática,que debiera ser tratada en un hospital y en el peor de los casos ser operado. El martes uno de sus más íntimos y fieles colaboradores trató de hacerlo reflexionar sobre la necesidad de una internación. La respuesta fue automática y estuvo acompañada de una escupida en la cara: “Yo no salgo de aquí. Sabes muy bien que si salgo no podré volver nunca más a entrar”.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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