EL MUNDO
Tres generaciones de una misma familia enterradas ayer en Haifa
Una abuela de 49 años, un padre de 30, una madre de 29 y dos niños de 4 años y de 14 meses, víctimas del atentado del sábado en Haifa, fueron enterrados.
Por F.S. *
Desde el Kibbutz de Yagur
Miembros de tres generaciones de la familia Zer Aviv fueron enterrados ayer por la tarde en el cementerio del kibbutz Yagur, el más antiguo e importante de Israel, un símbolo de la vida colectiva de este país comprometido con el proceso de paz y el diálogo con los palestinos, situado a poco menos de 10 kilómetros al sur de Haifa. Las cinco víctimas, la abuela Bruria de 49 años, los padres Bezazel de 30 y su esposa Karen de 29 y los dos niños Liran de 4 y Noya de 14 meses habían sido asesinados el pasado sábado, junto con otros 14 comensales, por una suicida palestina, cuando se encontraban comiendo en un restaurante de la zona.
“Este ha sido el episodio más sangriento y doloroso de la historia de nuestro kibbutz. Supera con creces incidentes tan tristes como el asesinato de tres de nuestros miembros en 1933 a manos de un grupo de árabes, o las detenciones masivas de nuestros miembros por el ejército colonial británico en 1946”, aseguraba ayer en un tono compungido Kari Smith, 48 años, miembro y portavoz oficial de esta colectividad, fundada hace más de ocho décadas y constituida por 1300 personas, más de 200 familias, de las que hay que restar desde el martes a los Zer Aviv.
La familia de los Zer Aviv se había instalado en el kibbutz de Yagur hace 19 años, provenientes de Francia. Era un grupo compacto, configurado por cinco miembros, encabezados por Fredy, el padre, un médico ortopedista formado en París, la madre Bruria y sus tres hijos. Crecieron en este rincón de la región de Haifa, en los contrafuertes de las montañas del Karmel, frente a la cadena de colinas que separa Israel del sur de Líbano.
El mayor de los Zer Aviv, Bezazel, optó por continuar viviendo también en el mismo kibbutz, donde se instaló después de haber estudiado cocina en un escuela cercana en Tiberiades, donde conoció a su esposa Karen. Ellos ampliaron el clan y formaron su propia familia. Tuvieron sus dos hijos, quienes se integraron también rápidamente a la filosofía de esta histórica comunidad.
La familia de los Zer Aviv ha quedado ahora reducida a un solo miembro; el abuelo, Fredy. Es el único superviviente del clan. El día del atentado suicida contra el restaurante salvó la vida milagrosamente porque casualmente se encontraba trabajando en su hospital de Haifa y no pudo ir a comer con el grueso de su familia. Se había comprometido, sin embargo, a participar el día siguiente en la fiesta de cumpleaños que preparaban para el pequeño Liran.
“Le puedo asegurar que ninguna de estas muertes hará cambiar nuestras vidas, ni nuestra ideología”, sigue diciendo Kari Smith, portavoz de Yogur, mientras recalca que la mayoría de los miembros de esta colectividad está comprometida con la paz. Son seguidores del histórico movimiento Kibbutzzin, fuertemente enraizado en el laborismo, de tendencia laica, pero al mismo tiempo respetuoso con la religión y convertidos a su vez en los últimos años en firmes defensores de los Acuerdos de Oslo y de un pacto con los palestinos.
El kibbutz de Yagur es además uno de los más emprendedores y boyantes de Israel. Ha diversificado con inteligencia en los últimos años su producción y ha levantado en su territorio una docena de empresas de todo tipo, algunas de las cuales de valor estratégico y suministradoras del ejército. Pero sobre todo este enclave es un modelo de diálogo, ya que conviven a diario los miembros de la comunidad judía con decenas de trabajadores árabes-israelíes, que vienen del exterior. “Los árabes también forman parte de Israel y de este kibbutz”, dice Smith.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.