EL MUNDO
La ceremonia de los 30 más uno de los cardenales
El papa Juan Pablo II nombró ayer a 31 nuevos cardenales. El Pontífice les entregó el capelo rojo cardenalicio a 30 obispos; el trigesimoprimero fue designado “in pectore” (quedará en el anonimato).
Por Enric González *
Desde Roma
En realidad, ayer fueron nombrados 31 cardenales. El nombre de uno de ellos, sin embargo, se mantuvo en secreto, “in pectore”, y el beneficiado, obviamente, no acudió a la ceremonia. El cardenal secreto (que no llegaría a serlo si el Papa muriera sin pronunciar su nombre) debería pertenecer a una diócesis sometida a algún tipo de presión o persecución política; la posibilidad de represalias justificaría el anonimato, utilizado ya en anteriores ocasiones por Juan Pablo II y sus predecesores para proteger a cardenales de países comunistas. Todas las suposiciones apuntaban a que el cardenal número 31 era chino.
Otro pequeño misterio no resuelto estaba relacionado con el número de cardenales con derecho a participar y votar en un Cónclave. En total, el colegio cardenalicio tenía 194 miembros, de los que 135 contaban menos de 80 años y eran, por tanto, electores potenciales del sucesor de Juan Pablo II. Una norma creada por Pablo VI, y mantenida por Karol Wojtyla, establecía en 120 el “quórum” máximo de un Cónclave. La elevada edad media de los cardenales implicaba una rápida reducción de los electores: este sábado serán ya uno menos, y en seis meses otros nueve deberían cumplir los 80 años. Aun así, en abril seguirían siendo 125. Según diversas fuentes vaticanas, habría de suponerse la existencia de una carta de Juan Pablo II, sellada hasta después de su fallecimiento, en la que se concedería la autorización necesaria para que el “quórum” del Cónclave fuera superior a 120.
En una homilía leída por el sustituto de la Secretaría de Estado, el arzobispo Leonardo Sandri, Juan Pablo II indicó a los cardenales que su ropaje rojo púrpura evocaba “el color de la sangre” y exigía “el heroísmo de los mártires”, y les exhortó a mantenerse humildes pese a su alta dignidad en la Iglesia. Unas 10.000 personas asistieron a la ceremonia en la plaza de San Pedro.
El iniciado de ayer era el noveno Consistorio (reunión de cardenales) del pontificado de Karol Wojtyla. Su largo mandato, de más de un cuarto de siglo, le había permitido renovar casi por completo la franja electora del colegio cardenalicio: de los 135 menores de 80 años, sin contar al desconocido “in pectore”, 130 habían recibido el birrete y el anillo de manos de Juan Pablo II. La renovación no había alterado apenas, sin embargo, la distribución porcentual por continentes establecida por Pablo VI: la hegemonía seguía siendo europea, con 66 cardenales; América latina tenía 24; América del Norte, 14; Africa, 13; Asia, 13, y Oceanía, 5. De los 31, 18 son europeos, tres latinoamericanos, un estadounidense y un australiano, un canadiense, un japonés, un nigeriano, un sudanés, un ghanés, un croata y un vietnamita.
Juan Pablo II completó el Colegio Cardenalicio que, en un día no muy lejano, debería reunirse en Cónclave para elegir a su sucesor. La debilidad del pontífice obligó a romper dos antiquísimas tradiciones en la ceremonia de consagración de los 30 nuevos cardenales: el Papa no pudo colocar personalmente el birrete sobre la cabeza de cada uno de los designados, ni pudo pronunciar las frases rituales en latín. Entre los recién incorporados figuraban dos españoles: el cardenal Julián Herranz, presidente del Consejo Pontificio para los Textos Legislativos y miembro del Opus Dei, y el cardenal Carlos Amigo, franciscano y arzobispo de Sevilla.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.