EL MUNDO › CAMERON PRESENTA LA LEY PARA UN REFERENDO SOBRE LA PERTENENCIA DEL REINO UNIDO A LA UNIóN EUROPEA
Cameron, un convencido pro-europeo, se vio obligado a incluir la promesa de un referendo en su campaña electoral para contrarrestar a su derecha euroescéptica y evitar una desbandada conservadora hacia los antieuropeístas del UKIP.
› Por Marcelo Justo
Página/12 En Gran Bretaña
Desde Londres
El gobierno británico presentará hoy en el Parlamento la ley para un referendo sobre la pertenencia del Reino Unido a la Unión Europea. La reina Isabel II lo anunció en la tradicional apertura del programa legislativo del nuevo gobierno, aunque no develó el contenido mismo de la pregunta.
La incertidumbre sobre la fecha exacta del referendo, que puede tener lugar en cualquier momento de los próximos dos años y medio, marca la tortuosa relación de los británicos con la cuestión europea. Cameron, un convencido pro-europeo, se vio obligado a incluir la promesa de un referendo en su campaña electoral para contrarrestar a su derecha euroescéptica y evitar una desbandada conservadora hacia los antieuropeístas del UKIP. Ahora tiene que cargar con su promesa y quiere ganar tiempo en busca del momento ideal para convocar a la consulta.
El primer paso es una ofensiva diplomática que comenzó este lunes con su encuentro en su residencia oficial de verano con Jean Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, brazo ejecutivo de la UE, y continúa este jueves y viernes con una gira de dos días por Dinamarca, Holanda, Polonia y los dos platos fuertes, Alemania y Francia.
El Reino Unido ya tiene exenciones de las normas europeas, como su exclusión del euro o del acuerdo de Schengen, de supresión de controles fronterizos, pero quiere garantías de que el Reino Unido no va a tener que participar en una mayor integración a Europa. Otros puntos clave donde Cameron quiere ganar concesiones son los beneficios sociales de los inmigrantes europeos en el Reino Unido y la regulación laboral.
El premier británico tiene un obstáculo: el Tratado de Lisboa. Este tratado, firmado en 2007 y ratificado por todos los miembros dos años más tarde, es una suerte de constitución europea que unificó los dos documentos esenciales que gobernaban las relaciones entre los miembros: el Tratado de Masstricht y el fundante Tratado de Roma.
Entre otras cosas el Tratado reafirma los derechos humanos y laborales de todos los miembros de la UE. Cameron quisiera una revisión del tratado para incorporar nuevas exenciones, pero en el resto de Europa no hay ningún deseo de embarcarse en el engorrosísimo proceso de renegociación que debería ser acordado por todos los miembros, ratificado por los 28 parlamentos y que puede caer si uno solo lo rechaza.
La gira del primer ministro no empieza con buen pie. El lunes el periódico francés Libération reveló que Alemania y Francia habían llegado a un acuerdo para profundizar la integración de la Eurozona en el marco de los tratados existentes, cachetazo a Cameron que siempre proclamó que una relación más estrecha de los 19 países de la UE que comparten el euro como moneda requería una reapertura del Tratado de Lisboa.
El mensaje es claro. Alemania y Francia seguirán con la creciente integración fiscal, monetaria y económica de la Eurozona (a la que el Reino Unido no pertenece) y no consideran necesario renegociar un tratado para hacerlo. Al mismo tiempo están preparados para discutir las exigencias británicas en el marco de los acuerdos existentes.
La negociación será complicada. El gobierno británico quiere que el referéndum sea lo antes posible –en mayo de 2016 si se pudiera– porque las elecciones en Alemania y Francia el año siguiente achicarán el margen de maniobra de Angela Merkel y François Hollande.
En Bruselas nadie quiere una ruptura. El Reino Unido es la segunda economía de la UE y su separación sería un golpe a la credibilidad de un bloque ya atribulado por los vaivenes de la Eurozona, Grecia y la crisis en Ucrania. Más allá de los deseos, la realidad es que nadie puede predecir la reacción del electorado.
Las últimas encuestas indican que un 55 por ciento de los británicos quieren seguir en la UE. La reputación de los encuestadores no está en su mejor momento luego del gigantesco fiasco de las elecciones generales del pasado 7 de mayo, cuando los sondeos predijeron durante meses un resultado reñidísimo y finalmente los conservadores obtuvieron una cómoda mayoría propia.
En Bruselas todos recuerdan además que el último referendo británico por la independencia de Escocia, el pasado septiembre, pasó de una cómoda mayoría a favor del “no” por un pánico de último momento que finalmente no terminó de reflejarse en las urnas. La minoría más vociferante que se escucha en los programas de radio que están debatiendo de lleno el tema muestra una clara tendencia euroescéptica: el “out” entusiasma mucho más que el “in”.
Un politólogo de la Universidad británica de Birmingham, Tim Haughton, escribió esta semana en The Washington Post una somera explicación para paladar estadounidense sobre las complicaciones de la consulta.
“Será fundamental a qué tipo de acuerdo llega Cameron con la UE. Necesita concesiones respecto del rol de la UE en algunas áreas y sobre los derechos de otros ciudadanos europeos en el Reino Unido para calmar a los euroescépticos. Pero los referendos son impredecibles. Muchos votantes pueden decidir su voto no en relación con Europa sino por el descontento que siente con su gobierno. La actitud de los británicos ha fluctuado mucho en los últimos 40 años al respecto. Esta volatilidad de la opinión pública es un fuerte reto para los pro-europeos”, señaló.
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