Mar 28.10.2003

EL MUNDO  › ESCALADA DE LA VIOLENCIA DE LA
POSGUERRA IRAQUI DEJA UN TENDAL DE MUERTOS

El día santo más sangriento de Bagdad

Una serie de ataques suicidas en Bagdad dejó al menos 43 muertos y más de 220 heridos. La sede central de la Cruz Roja fue uno de los objetivos, además de cuatro comisarías iraquíes. Ayer se inició el Ramadán, el ayuno sagrado de los musulmanes. Fue a 24 horas de que un ataque con cohetes impactara en el hotel Rashid.

Por Patrick Cockburn *
Desde Bagdad

En apenas 45 minutos, justo en la hora pico de la mañana de ayer en Bagdad, atacantes suicidas perpetraron cuatro atentados matando al menos a 43 personas e hiriendo a otras 220 en el día más sangriento en la capital iraquí desde el derrocamiento de Saddam Hussein. Los terroristas eligieron el primer día del mes santo de los musulmanes, Ramadán, para atacar la sede central de la Cruz Roja y cuatro comisarías. Fue una escalada dramática en las tácticas de la resistencia, que llegó apenas 24 horas después de que un ataque con cohetes impactara en el hotel Rashid, donde altos funcionarios norteamericanos, incluido el subsecretario de Defensa Paul Wolfowitz, estaban alojados.
El primer trueno de la bomba detonada fuera de las oficinas del Comité Internacional de la Cruz Roja retumbó en todo Bagdad a eso de las 8.30 de la mañana. Segundos después, una ambulancia salió a toda velocidad hacia el edificio. “Vi una ambulancia que venía a mil hacia la barrera y enseguida explotó”, dijo un testigo. La explosión mató a dos guardias de seguridad y a ocho obreros que pasaban en un camión. Minutos después, varias explosiones retumbaron en varios puntos de Bagdad, mientras los terroristas suicidas se inmolaban frente a tres comisarías. Las ambulancias atravesaron la ciudad, que a esa altura había entrado en pánico. En el ataque más letal, en la comisaría de Al Baya`a, la explosión mató a 15 personas, entre ellas un soldado norteamericano. En el barrio Shaab, al nordeste de la capital, al menos ocho personas murieron. “Hay ocho muertos y muchos heridos que están en condiciones de caminar”, declaró el sargento Mike Toole mientras observaba la escena.
Frente a una cuarta comisaría, otro atacante no tuvo éxito: mientras gritaba “Muerte a la policía iraquí. ¡Son todos colaboradores!”, fue arrastrado de su vehículo. Más tarde se lo identificó como sirio.
Los funcionarios de la Cruz Roja estaban en shock. Y los empleados que iban llegando para trabajar lloraban sin poder creer lo que veían. Ayer, George W. Bush había declarado que “cuantos más progresos hagamos en Irak..., más desesperados se volverán estos asesinos”. Pero la matanza de ayer llegó justo un día después del ataque contra el hotel Al Rashid. La fachada de cemento del hotel, el símbolo más visible de la presencia norteamericana en Bagdad, ahora tiene miles de agujeros por las explosiones. Un tembloroso Wolfowitz, uno de los artífices de la invasión norteamericana, tuvo que escurrirse del hotel seguido de funcionarios estadounidenses en piyama y ropa interior.
Los iraquíes entrevistados al azar en Bagdad mostraron que tienen ideas muy diferentes a las de Bush sobre lo que está ocurriendo. Absolutamente todos aprobaron los ataques contra el Al Rashid y los soldados norteamericanos, pero no estuvieron de acuerdo con los atentados suicidas porque las víctimas eran iraquíes. Omar Qais Zaki, de 26 años, dijo que “apoyo el ataque al hotel pero no los otros, que sólo mataron a iraquíes. Los norteamericanos deberían irse inmediatamente para que nosotros tengamos elecciones”. Un mecánico llamado Ahmed sostuvo que “fui feliz cuando escuché sobre lo del Al Rashid, pero no con estos últimos ataques”. Por su parte, Mohammed Abu Zahra, dueño de un taller mecánico, afirmó que “todo lo que ha pasado en los últimos seis meses demuestra que los estadounidenses no pueden protegerse a sí mismos. Lo único que los podría ayudar es capturar a Saddam”.
Mientras tanto, los ataques de la guerrilla en el norte de Bagdad, en las zonas sunnitas, aumentan en número y en sofisticación. En los últimos meses ha habido un cambio en la opinión iraquí que nada bueno presagia para el futuro de Estados Unidos y sus aliados en Irak. Durante el derrocamiento de Saddam Hussein, los iraquíes se dividían en partes iguales sobre si habían sido liberados o estaban frente a una ocupación a la vieja usanza colonial. La mayoría siempre había odiado al régimen de Saddam. Apenas después de la invasión, el 43 por ciento veía a las tropas angloestadounidenses como “fuerzas liberadoras”. Sin embargo, según una encuesta hecha a principios de este mes, esta cifra se redujo al 15 por ciento. Y los iraquíes que ahora ven a los norteamericanos como invasores han aumentado del 46 al 67 por ciento.
Durante las últimas tres semanas, he viajado por gran parte del país. El odio a la ocupación se expresa abiertamente. Por ejemplo, en la ciudad de Baiji, al norte de Bagdad, los manifestantes agitaban fotos de Saddam y cantaban las frases que él solía usar en sus discursos. En Hawaija, al oeste de Kirkuk, la campaña norteamericana para arrancar de cuajo a los miembros del partido Baaz, hizo que 14 de 18 médicos del hospital local fueran despedidos junto a 200 maestros. Sobre el río Tigris hay ciudades sunnitas a las que les fue bien bajo el régimen de Saddam y se pensaba que allí la gente podía ser hostil. Pero un rico empresario chiíta de Bagdad me dijo que “actualmente los chiítas piensan cada día más como los sunnitas. Realmente odian la ocupación”. La única comunidad iraquí que recibe a los invasores con los brazos abiertos es la kurda, que ha logrado extender su territorio.

* De The Independent, de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Milagros Belgrano.

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