EL MUNDO › EN UN REFERENDUM DETERMINARA SI PERMITE LA ENESIMA VERSION DE UN PLAN DE AUSTERIDAD IMPUESTO POR LA TROIKA
A pocas horas del referéndum, la retórica sigue consistiendo en decir que se está votando por la permanencia o la salida de Grecia de la Zona Euro. La Europa liberal les tiene terror a las urnas cuando no puede manejar su rumbo.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
Cinco días veloces, inciertos, tormentosos y decisivos. Entre el 26 de junio y el primero de julio, cinco días durante los cuales un acuerdo entre Grecia y sus acreedores estuvo en la frontera de lo posible. Al final, tal y como había ocurrido en 2011 con la primavera árabe, las democracias de la Unión Europea perdieron la máscara: la democracia es sólo democracia si entra en el molde liberal. La máscara se la llevó el anuncio hecho el pasado 26 de junio por el primer ministro griego, Alexis Tsipras. El jefe del Ejecutivo trasladó la negociación con los acreedores desde el templo de la tecnocracia, Bruselas, a la Acrópolis de las urnas de su país. Propuso un referéndum para que la sociedad decida si aceptaba o no la enésima versión de un plan de autoridad impuesto por la troika (FMI, Comisión Europea y Banco Central Europeo). Se le vino el cielo encima. No pasa un día desde ese entonces en el cual no se sucedan las mentiras, los insultos, las obscenidades contra él y los griegos por parte de los mismos socios que son corresponsables de la crisis actual. A pocas horas del referéndum, la retórica sigue consistiendo en decir que se está votando por la permanencia o la salida de Grecia de la Zona Euro. En 2011, 2012 y 2015, es decir, cada vez que se celebraron elecciones en Grecia, los medios dominantes, la derecha liberal y sus aliados de la socialdemocracia instalaron en la sociedad la idea según la cual se estaba votando por o contra el euro. En su edición de este fin de semana, el falsamente calificado diario progresista Libération titula a toda página: “El euro a cara o ceca”.
La Europa liberal les tiene terror a las urnas cuando no puede manejar su rumbo, cuando el tema que está en juego no consiste en decidir si se vota a un conservador duro o a un socialdemócrata sonriente que llevará a cabo la misma política que su supuesto adversario. La Europa de los bancos hizo y hace campaña por el Sí en un juego de manipulaciones y agresiones atroces. En una columna de análisis firmada por el ex director del vespertino Le Monde, Jean-Marie Colombani trata al partido Syriza de “extrema izquierda virulenta”, califica el referéndum de este domingo de “negación de la democracia representativa” y pide que se proteja al pueblo griego “de un gobierno que lo empobrece un poco más y lo precipita hacia lo desconocido por razones ideológicas”. Poco parece saber el señor Colombani de la historia y de las evoluciones de Syriza, y menos aún de lo que son las opciones políticas de un auténtico partido de extrema izquierda. Syriza no lo es. En el otro extremo, el ex presidente francés Nicolas Sarkozy retrata el jefe de Gobierno casi como un ladrón de los ahorros de los europeos. “Tenga cuidado, señor Tsipras –dice Sarkozy–, porque los acreedores de Grecia son los contribuyentes franceses y europeos. Ellos y sus hermanos europeos jugaron la regla de la solidaridad. Usted no tiene derecho a insultarlos ni a huir de las responsabilidades que son las suyas.”
Sin embargo, la idea de consultar al pueblo mediante un referéndum no es nueva. El ex primer ministro socialista (Pasok) Giorgos Papandreu quiso convocar uno en 2011, pero la canciller de Alemania y Nicolas Sarkozy se lo prohibieron. Ahora dice que “poco a poco nos deslizamos fuera del euro”. En abril pasado, es decir, tres meses después de haber ganado las elecciones y ya con trabas enormes en la negociación con los acreedores, Tsipras había advertido: “Si me encuentro con un acuerdo más allá de los límites, no me queda otra opción que dejar que sea el pueblo quien decida”. Y esos límites llegaron durante esos cinco fatídicos días durante los cuales se estuvo a punto de cerrar un acuerdo. Estaba en juego el pago de 7,2 mil millones de euros que correspondían al último segmento de los dos planes de ayuda concedidos a Atenas en los últimos cinco años. Pero, para abonarlos, Bruselas y el FMI exigían une ola de costosos ajustes. Entre el 22 y el 26 de junio, tres reuniones entre los ministros de finanzas de la Zona Euro, una cumbre de jefes de Estado y de Gobierno, un Consejo Europeo y decena de reuniones con Grecia buscaron acercar posiciones sobre la ayuda destinada a Grecia y las reformas necesarias. El viernes 26, tras une reunión de 14 horas con el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, Alexis Tsipras optó por someter a referéndum el plan de los acreedores. El entorno de Atenas explica: “Cuando el 23 de junio entendimos que los acreedores no nos darían nada, nos decepcionamos y pensamos en el referéndum”. Lejos, muy lejos de haber tenido una posición cerrada, Tsipras fue aceptando muchas de las costosas reformas sugeridas por la troika. Sólo que, a cambio, exigió algo que nunca le dieron: un plan de reestructuración de la deuda (180 por ciento del PIB). Del 26 hacia adelante, los socios de Atenas pusieron al Ejecutivo griego contra las cuerdas: el 27 rechazaron prolongar el plan de ayuda destinado a Grecia, el 28, Tsipras instauró el control de capitales y volvió a solicitar la extensión del programa de ayuda. Le dijeron no, pero el Banco Central Europeo mantuvo con todo la línea de financiación de urgencia destinada a los bancos (ELA). El 29 de junio, el líder de Syriza apareció en los medios pidiendo que se votara No en el referéndum con el argumento de que, así, su gobierno tendría más fuerza para negociar. El mismo día, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker salió a decir que se sentía “traicionado” por los griegos. Esa misma noche, Juncker le envió una carta a Tsipras intimándolo a que acepte las condiciones de los acreedores, que reitere el pedido de prolongar el plan de ayuda así como una declaración del Eurogrupo en la cual éste se comprometa a ver el tema de la deuda griega en octubre de 2015. Al día siguiente, el 30, Tsipras respondió, mediante dos cartas, con otra propuesta: la lista de reformas que deben aplicarse en el país, la demanda de un nuevo plan de ayuda y la renegociación de la deuda. En la primera carta figuraban los ajustes que estaba dispuesto a aplicar, en su conjunto bastante cercanos a las exigencias de los acreedores. La segunda contenía la demanda de un plan de rescate por 30 mil millones de euros vigente dos años y la reestructuración de la deuda. Con esas dos hojas de ruta como argumento, Jean-Claude Juncker consiguió convocar al Eurogrupo con la esperanza de que Alexis Tsipras cambie de opinión y llame a votar Sí en el referéndum. Pero el primero de julio, la canciller alemana Angela Merkel impone su línea: no habrá ninguna negociación con Grecia hasta que no se conozcan los resultados del referéndum. Soldaditos obedientes de Berlín, todo el Eurogrupo cerró filas. Sin embargo, no todo estaba aún perdido. Francia trabajaba entre bambalinas para cerrar “un acuerdo global” y poner el tema de la reestructuración de la deuda en primer plano. El mismo primero de julio el presidente francés, François Hollande, dijo: “Hay que ser claros, el acuerdo es ahora, enseguida”. En ese momento preciso, las opciones estaban abiertas. Tsipras debía hablar por la tarde en la televisión pero la intervención se atrasó. Según narran hoy los actores de esta pieza, el jefe del Ejecutivo griego esperó que Angela Merkel interviniera en el Parlamento, la Bundestag, para conocer su posición. Merkel no la varió: no habría negociación alguna hasta después del referéndum. Tsipras tampoco varió la suya: apareció en los medios y pidió un voto a favor del No.
Este domingo “el porvenir de Europa se juega en Atenas”, titula el vespertino Le Monde en su edición del fin de semana. Se juega, también, una batalla de legitimidad entre un poder nacional y Bruselas. Las cronologías suelen ser paradójicas. En 1974, después de siete años en el poder, la dictadura de los generales en Grecia dio paso a la democracia. Ese mismo 1974 nació Alexis Tsipras. 44 años después de la dictadura y una vez en el poder, un hombre de 44 años osó lo que jamás nadie se animó hacer en la Europa liberal después de la Segunda Guerra Mundial: decirle no a Europa y al Fondo Monetario Internacional. La historia se lo puede tragar o propulsarlo este domingo. Es un juego a vida o muerte en cuyo violento transcurso murió una ilusión: la de una Europa realmente democrática, con líderes soberanos, justa y social. Hoy sabemos mejor que nunca quiénes son, y lo que son capaces de hacer.
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