EL MUNDO › OPINIóN
› Por Rodolfo Luis Brardinelli *
Laudato Si’, la encíclica social presentada por Francisco, fue recibida por un sugestivo coro de elogios. Sólo “desentonaron” algunos representantes de la derecha norteamericana como Jeb Bush, Rick Santorum y otros, católicos y republicanos ellos, quienes opinaron que “el Papa está vendiendo una línea de socialismo de estilo latinoamericano” y que debería ocuparse más de “hacer mejores a las personas y menos de cuestiones que tienen que ver con aspectos políticos”.
Tanta unanimidad en el elogio de un documento que critica con dureza al sistema capitalista y el consumismo resulta, cuanto menos, llamativa. Más esperable sería que una encíclica que afirma que la solución de la crisis es política porque “el mercado mismo no garantiza el desarrollo humano integral y la inclusión social” coseche no sólo la crítica de un puñado de ultras norteamericanos, sino también la de una larga fila de políticos, empresarios, economistas, periodistas y religiosos que medran con el sistema y hoy se hacen los distraídos o mascullan elogios de compromiso. Gerentes, representantes y defensores del sistema señalado por la encíclica como causante del desastre humanitario y ecológico a los que seguramente no les faltan ganas de mandar “al Papa a ocuparse de otras cosas” como hizo Jeb Bush pero, más astutos que él, callan y esperan que la inercia conservadora que arrastra la Iglesia termine por invisibilizar la Laudato Si’ como ya hizo con otro documento de Francisco con fuertes definiciones sociales, la Evangelii Gaudium.
Para comprobar la vigencia de esta estrategia basta reparar en los elogios parciales con que recibieron la encíclica los empresarios y los opinadores vernáculos que desde siempre han defendido las virtudes de la desregulación liberal. Basta ver los sonoros silencios de los políticos y los medios que en estos tiempos electorales pregonan la necesidad de un retorno –eso sí, disfrazado de “cambio”– a las políticas de mercado, de ajuste y de endeudamiento de los ’90. Aconsejados por la “prudencia política” callan y esperan. Confían en que Laudato Si’ será en poco tiempo, por acción u omisión de la Iglesia, tan invisible como lo es hoy Evangelii Gaudium, un documento de Francisco que también les hizo crujir los dientes pero del que hoy, apenas un año y medio después de su publicación, ya pocos nos acordamos.
Evangelii Gaudium, es necesario recordarlo, es el documento en el que Francisco dice que el desequilibrio entre ricos y pobres “proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común”. ¿Qué ha hecho la Iglesia, que han hecho los obispos y sacerdotes para que esta idea penetre en la conciencia y se refleje en la acción y en las elecciones de los cristianos? Una primera impresión es que han hecho poco y nada. Demostración de esta afirmación es quizás el argumento con que el director de una importante editorial católica explica su decisión de no publicar un libro sobre la Evangelii Gaudium: “No se va a vender porque la Evangelii Gaudium no entró en los agentes de pastoral”, y, aunque el editor no lo diga, queda claro que esa falta de penetración es consecuencia de una decisión expresa, o el desinterés, de quienes definen la línea pastoral de la institución.
No obstante esta confesión, sería interesante comprobar la hipótesis mediante un trabajo de sociología religiosa que precise cuántos cursos o seminarios sobre la Evangelii Gaudium ha organizado la Iglesia, cuántos documentos o predicaciones le han dedicado los obispos, en cuántas instrucciones pastorales han ordenado o impulsado su difusión, en cuántas materias de las universidades y los colegios católicos se la estudia, cuántas parroquias han organizado alguna actividad inspirada en ella, cuántas organizaciones oficiales de laicos la tienen como referencia para su acción, de qué forma las comisiones eclesiales de justicia y paz vienen trabajando con ella, qué han hecho con ella los empresarios católicos, etcétera.
Es de desear que la Iglesia, sus obispos y sus instituciones, obren de tal manera que Laudato Si’ no siga el mismo oscuro camino y, por el contrario, se convierta en lo que debe ser, un nuevo paradigma de evangelización. Pero eso está por verse, mientras tanto la invisibilización de Evangelii Gaudium es demasiado reciente y demasiado evidente como para no temer que se repita la historia y se justifique así la estrategia de los poderosos que mienten adhesión o callan... y esperan.
* Sociólogo UNQ. Miembro de Cristianos para el Tercer Milenio.
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