EL MUNDO › EL SHOW EN EL EUROPARLAMENTO
› Por Charlotte MacDonald-Gibson *
Hay mucha gente que se burla de la legitimidad del Parlamento Europeo y muchas más que pueden imaginar mejores formas de pasar una mañana que sintonizar en la TVuna sesión en el hemiciclo. Pero con 751 eurodiputados, hay una diversidad de opiniones políticas que difícilmente se encuentren en cualquier otra cámara en el mundo, y los excéntricos aman los debates sobre la potencial ruptura de la Eurozona.
Así que cuando el primer ministro griego, Alexis Tsipras, regresó para fustigar la austeridad y defender su manejo de la crisis de la deuda –un enfoque combativo que llevó a los otros 27 líderes de la UE hasta el límite de su paciencia, pero ganó los aplausos de los políticos marginales– la sala volvió a la vida.
Al igual que un villano de pantomima, Tsipras causó un coro de abucheos excitados y aplausos nerviosos. Y ninguna pantomima está completa sin la aparición de Nigel Farage, el líder del partido UKIP, quien siempre se burló del Parlamento. Ayer su contribución fue culpar “a Goldman Sachs y a los fabricantes de armas alemanas” de la entrada de Grecia en el euro, antes de instar a un desconcertado Tsipras a “liderar al pueblo griego fuera de la Eurozona con su cabeza bien alta”.
Los espectadores pudieron disfrutar de un eurodiputado polaco del arco de derecha alabando al difunto déspota chileno Augusto Pinochet y llamando a la destrucción de la UE, mientras que en el otro extremo del espectro político un eurodiputado del Sinn Fein MEP llamaba “dictador” al socialista Martin Schulz, presidente del Parlamento.
Mayormente, sin embargo, Tsipras se había expuesto a un coro de críticas, abriendo las compuertas a la rabia acumulada por los eventos de las últimas semanas. Manfred Weber, el alemán que lidera el Partido Popular Europeo de centroderecha, se sintió ofendido porque los ministros de Tsipras llamaban “terroristas” a los líderes de la UE.
“Ustedes están destruyendo la confianza en Europa”, se lamentó, antes de señalar que Tsipras tenía compañeros indeseables en la extrema izquierda y la derecha.
Guy Verhofstadt ,del bloque liberal, se lo tradujo así: “Estoy enojado”, dijo, con la cara roja y gesticulando frenéticamente mientras acusó a Tsipras de hipocresía, al negarse a abordar “los privilegios de los armadores, de la Iglesia Ortodoxa, del ejército, las islas griegas y en especial los partidos políticos”.
“¿Cómo quiere ser recordado en la historia?”, preguntó. “¿Como un accidente electoral que empobreció a su pueblo o como un verdadero revolucionario? No traicione a su propia gente. Demuestre que es un líder real y no un falso profeta”.
La mayor parte del tiempo, Tsipras se sentó impasible, escuchando la traducción con sus auriculares y tomando algunas notas, moviendo el dedo o la cabeza de vez en cuando, o riéndose.
Por momentos parecía sombrío, especialmente cuando los derechistas lo alababan. Pero en gran medida se mantuvo impermeable a los ataques de los políticos convencionales, una táctica que muchos temen que retome este fin de semana, cuando se enfrente a sus homólogos en una cumbre de la UE que decidirá el futuro de Grecia.
* De The Independent, de Gran Bretaña. Especial para Páginal12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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