EL MUNDO › OPINION
› Por Rodolfo Alonso *
El 18 de julio de 1936, hace setenta y nueve años, el golpe militar franquista se alzaba contra el gobierno legal de la República Española. Generada por la espontánea y ejemplar resistencia del pueblo leal, que la llevaría hasta 1939, la Guerra Civil Española constituyó al mismo tiempo un hecho política y socialmente relevante y un acontecimiento legítimamente legendario. Considerada la última guerra de hombres, antes de que la tecnología bélica ocupara definitivamente el lugar predominante, fue también la primera batalla de la democracia contra el fascismo que de inmediato iba a sumergir a Europa en la Segunda Guerra Mundial, de imprevisibles consecuencias.
Marcada a fuego en la conciencia de muchas generaciones de españoles, una gran cantidad de testimonios, documentos y obras de creación fue dada a luz con la recuperación de la democracia, una vez fallecido el dictador. Pero esa intensidad se fue amenguando, en cierta medida, no sólo por el paso del tiempo, sino también con el ingreso en los antaño confortables beneficios de la comunidad europea. Por eso fue doblemente significativo que haya sido un entonces joven escritor y periodista español, Javier Cercas, quien con un libro por tantos motivos indeleble, y de una manera absolutamente nada maniquea, volvió a plantearnos con claridad e inteligencia los significados y las consecuencias de aquella gesta histórica.
Por su factura y por su tema, Soldados de Salamina (publicado originalmente en 2001, llevado al cine, y que Tusquets de Barcelona no cesa de reeditar desde un primer momento) es sin duda un texto fascinante. Partiendo de una escritura donde el autor se involucra activamente, ya que no se plantea como creación literaria sino como relato real, y de una anécdota apenas esbozada de la cual no se tienen casi certezas, Cercas consigue erigir un texto de demoledora y tocante eficacia, tan literariamente logrado como fraternalmente conmovedor.
En los meses finales de la guerra, mientras las últimas tropas republicanas asediadas se retiran hacia la frontera francesa, alguien decide fusilar a un grupo de destacados jerarcas franquistas prisioneros. Entre ellos se encuentra Rafael Sánchez Mazas (1894-1966), un brillante intelectual de derecha, fundador e ideólogo de la Falange, quizás uno de los responsables directos del conflicto fratricida que ha ensangrentado a España y dislocado su destino. Sánchez Mazas consigue escabullirse y logrará salvarse, mientras es minuciosamente perseguido, en un instante que lo acompañará toda su vida, gracias a que un humilde miliciano, que lo descubre y encañona, no se sabe bien por qué y con sólo una mirada de por medio, decidirá no denunciarlo.
Ese humanísimo momento, a la vez oscuro y revelador, es el desencadenante del libro. Pero tampoco aquí la mera anécdota alcanza a transmitir lo que el texto contagia con precisión y fluidez, como sin proponérselo, de modo que poco a poco, y hasta en indagaciones realizadas muchos años después, el calibre de aquellos hechos, individuales y colectivos, va cobrando una honda dimensión que termina rozándose inclusive con aquel bienestar democrático de que gozaron hasta hace tiempo, como dijimos, tantos millones de europeos, sin imaginar que todo lo debían acaso a un puñado de héroes anónimos que, en el momento justo, se jugaron la vida para salvar la civilización. Porque es sabido que cuando los tanques del general Leclerq entran en París, consolidando la liberación de Francia del yugo nazi, con él venían veinte mil combatientes republicanos españoles, quienes ingenuamente imaginaron que el próximo paso iba a ser devolver la democracia a España.
Esas páginas, como ya dije, se leen de un tirón y nos contagian una inmensa luminosidad. Literatura en el mejor estilo, son también periodismo de primera. Y entre otras muchas alusiones constituyen también acaso un homenaje implícito a aquella primera generación de intelectuales españoles progresistas, muchos de ellos descendientes de jerarcas del régimen, que se enfrentaron al franquismo desde adentro y entre los cuales se destaca Rafael Sánchez Ferlosio, el hijo preferido de Sánchez Mazas, cuya tocante y desinhibida novela El Jarama (1956) constituye el primer hito de aquella camada inconformista.
Pero algo más nos reserva este incisivo y bello libro. Como si quisiera evidenciar desde la tapa lo que la fotografía arrastra etimológicamente (photos graphein: “Escribir con luz”), una deslumbradora instantánea de Robert Capa (el legendario compañero de Henri Cartier-Bresson en Magnum Photo), tomada en Barcelona el 25 de octubre de 1938, durante la emocionante ceremonia de despedida a los voluntarios de las no menos legendarias Brigadas Internacionales, mediante la intensidad de una mirada tan límpidamente trágica como plena de convicción, decisión y coraje, nos dice mucho más de lo que podría transmitirnos cualquier texto. Incluso uno tan revelador y hondo como este imborrable libro de Javier Cercas.
* Poeta, traductor, ensayista.
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