EL MUNDO › EL DRAMA DE LOS MIGRANTES EN LA CIUDAD FRANCESA REVELA LA FALTA DE RESPUESTA HUMANA Y EFICAZ DE EUROPA
Cientos de refugiados intentan cada noche introducirse en las dependencias de la empresa Eurotúnel y llegar a Inglaterra a costa de sus vidas. Más de doce personas murieron en lo que va del año en esa travesía de riesgo.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
Hay nombres que empiezan a tener el eco del infierno. Primero fue el de la localidad italiana de Lampedusa, en las costas del Mediterráneo, ahora son Calais, en el Canal de la Mancha, o las islas griegas de la zona del este del Egeo. En los tres casos, el arribo masivo de inmigrantes, los accidentes que acarrean centenas de muertos y la incapacidad europea para elaborar una respuesta a la vez humana y eficaz provocaron una de las catástrofes más espantosas del siglo XXI. Según la Organización Internacional para las Migraciones, 2000 personas murieron en lo que va del año tratando de llegar a las fronteras de Europa para un total de 225 mil personas que se lanzaron al mar.
El Mediterráneo es un cementerio de cuerpos y esperanzas. De ese total, 124 mil tocaron tierra en las islas griegas de Lesbos, Kos, Quios, Samos y Leros. Las cifras son alucinantes. Entre enero y julio, el porcentaje de migrantes creció en 750 por ciento. Unicamente en julio, 50 mil personas desembarcaron en Grecia. Francia también conoce ahora un foco extremo de tensión en el puerto de Calais, zona frente al Canal de la Mancha donde se encuentran los accesos del túnel bajo el canal que une el continente con Gran Bretaña a través del tren. Centenas de migrantes intentan cada noche introducirse en las dependencias de la empresa Eurotúnel y llegar a Inglaterra a costa de sus vidas. Más de doce personas murieron en lo que va del año en esa travesía. Las Naciones Unidas intervinieron ahora en este drama a través del Acnur, el alto comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. El organismo interpeló a Francia para que elabore con carácter de urgencia una “respuesta global y duradera” a fin de paliar los nefastos efectos de la crisis migratoria de Calais. Allí hay entre 3000 y 5000 migrantes indocumentados esperando atravesar el Canal de la Mancha. “Trátenlos como una urgencia civil”, dijo Vincent Cochetel, el responsable de la división Europa del Acnur quien, además, puso en tela de juicio la actitud poco humana y eficiente de Gran Bretaña.
La relación entre las crisis políticas y la inestabilidad creada por las guerras y el origen de los migrantes es transparente. Una tercera parte de los hombres, mujeres y niños que llegaron a Grecia o Italia por vía marítima provienen de Siria, un país descompuesto por la guerra que estalló en 2011. El Acnur reveló que las personas que huyen de la violencia que azota a Afganistán, o del régimen dictatorial y sangriento de Issayas Afeworki, en Eritrea, representan el 12 por ciento de los migrantes. Somalia, Nigeria, Irak, Sudán y Libia son los demás países cuyos ciudadanos cualquiera sea el precio. Africa proporciona gran parte de los migrantes que desembarcan en Europa. En Senegal hay incluso una expresión que demuestra hasta qué punto esos regímenes políticos han dejado de ofrecer niveles mínimos de vida a sus ciudadanos: Barca wala Barsakh, “Barcelona o la muerte”. Europa parece atada de manos, inoperante ante ese cementerio a cielo abierto en que se ha convertido el Mediterráneo. Teme que si acrecienta las medidas para salvar a los migrantes en alta mar, o si mejora la indigna forma en que los recibe, esa sea una motivación que empuje a más personas a ser candidatos a la inmigración. Estados fracturados (Libia), en plena guerra (Siria, Irak, Afganistán), con dictadores asesinos (Eritrea) o con situaciones de pobreza extrema y de conflicto (Sudán, Somalia, Nigeria, Senegal) ofrecen un retrato espantoso a la vez de las incursiones militares de Occidente (Irak, Afganistán) como de la utopía inconclusa de los períodos poscoloniales en Africa.
Dimítris Avramopoulos, el comisario europeo para los asuntos migratorios, reconoce que, de Lampedusa a Atenas o a Calais, la crisis migratoria reviste “proporciones extraordinarias” que van “más allá de las fronteras nacionales”. Hasta ahora, las respuestas europeas han sido de baja intensidad. Los estados de la Unión triplicaron el presupuesto destinado a las operaciones de salvataje en el mar, ello evitó, por ejemplo, que el pasado 5 de agosto cerca de 400 personas murieran en el mar gracias a que un barco irlandés estaba cerca del lugar del naufragio. Sin embargo, los medios no bastan para apaciguar la crisis migratoria. Vincent Cochetel, el responsable de la división Europa del Acnur, juzgó que la situación de los migrantes que llegan a Grecia provenientes de Turquía es simplemente “vergonzosa”. Cochetel aclaró que “en 30 años de experiencia humanitaria nunca había visto semejante cuadro. Esto ocurre en la Unión Europea y es absolutamente vergonzoso”. El primer ministro griego, Alexis Tsipras, prometió coordinar mejor las estructuras destinadas a los migrantes. Grecia es también un Estado en quiebra y, tal como ocurrió con Italia cuando estalló el drama de Lampedusa, los socios europeos son reacios a colaborar más intensamente con los países a donde los desembarcos de migrantes alcanzan niveles inimaginables. La Agencia Europea de Vigilancia de las Fronteras, Frontex, apenas recibió el 16 por ciento del material técnico y el 20 por ciento de los medios humanos que solicitó con el objetivo de, al menos, desarticular las mafias que promueven la inmigración clandestina a cambio de miles de dólares por candidato.
La fortaleza europea no sólo es exterior, sino también interior. Francia, por ejemplo, cierra sus fronteras a los inmigrantes que llegaron a la ciudad italiana de Ventimiglia. Y no es el único país que levanta puertas de acero para evitar que los populismos de extrema derecha sigan creciendo con el flujo de refugiados. En junio pasado, el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, dijo que se sentía “profundamente afligido, entristecido por el espectáculo que ha dado Europa”. Pero por más políticas migratorias que se elaboren, sean generosas o duras, nada resolverá, por ahora, la escalofriante existencia de millones de personas que viven bajo el fuego, la miseria o las dictaduras. En muchos casos, las naciones occidentales que son objeto de la tentación migratoria tienen relaciones “no críticas” con esos estados. Las paradojas y la hipocresía del sistema internacional no conocen límites.
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