EL MUNDO › JEREMY CORBYN ES EL POLITICO CON MAS CHANCES DE LIDERAR EL PARTIDO OPOSITOR BRITANICO
Adalid de la campaña contra la guerra de Irak, partidario del desarme nuclear unilateral y un adiós británico a la OTAN, Corbyn es un firme opositor de la austeridad neoliberal. Moviliza a los jóvenes y recibe el respaldo de los sindicatos.
› Por Marcelo Justo
Desde Londres
La hecatombe electoral de mayo dejó groggy al laborismo británico. El líder partidario Ed Miliband renunció a su cargo y se puso en marcha la maquinaria electoral interna para buscar su sustituto en medio de acusaciones cruzadas por la derrota y una sorda lucha sobre su significado. El consenso mediático y de los sectores dominantes del partido era que el laborismo había girado demasiado a la izquierda con Miliband y necesitaba reposicionarse en el centro del espectro político, que le dio tres victorias consecutivas con el Nuevo Laborismo de Tony Blair. Nadie esperaba que tres meses más tarde el candidato con más chances de convertirse en el nuevo líder partidario se pareciera más al ala izquierda de Syriza en Grecia que al centrismo de Blair o el tímido populismo de Ed Miliband. Adalid de la campaña contra la guerra de Irak, partidario del desarme nuclear unilateral y un adiós británico a la OTAN, Jeremy Corbyn es un firme opositor de la austeridad neoliberal que propone nacionalizar sectores clave de la economía y lanzar un ataque frontal contra los paraísos fiscales, incluida la City de Londres.
Nadie daba un centavo por su candidatura, pero en seis semanas de campaña ha cambiado el eje del debate con giras por todo el país que desbordan de seguidores, muchos de ellos menores de 25 años. “Nosotros crecimos bajo el estilo político a la estadounidense de Tony Blair, lleno de frases prefabricadas y operaciones de prensa. Jeremy dice lo que piensa. Es diferente al resto”, explica uno de sus simpatizantes, Sean Hamill, universitario de 19 años.
La participación juvenil recuerda las movilizaciones de La Cámpora por su fervor, nutrida presencia de militantes de entre 16 y 25 años y la asombrosa capacidad multiplicatoria que dan las redes sociales a esa edad. “Estamos cansados del establishment. Me fijé en Internet y Corbyn es el que pidió menos viáticos en toda la Cámara de los Comunes. En una época en que nadie quiere a los políticos, Corbyn ilumina el camino”, dice George Sutton, de 16 años.
La llamada Corbynmanía no se limita a una cuestión generacional. Es el candidato de los sindicatos y entre los siete mil voluntarios que trabajan en su campaña hay muchos jubilados. Una mujer de unos 50 años entrevistada después de un acto señaló que al escucharlo todas sus dudas se habían disipado. “A él puedo creerle. No hay otro político que me produzca esa sensación.”
Con una camiseta que siempre asoma debajo de su camisa a cuadros, barba y pelo canosos, lenguaje claro y sin rodeos, sigue siendo el político diferente al modelo acartonado, con un cartel de “outsider” que es la razón misma de su éxito y una modestia similar a la que suele exhibir, en otro orden de la vida, Lionel Messi. “Lo que pasa no tiene que ver conmigo. Esto es un nosotros, un grupo de gente que quiere cambiar las cosas. Dio la casualidad de que yo quedé posicionado en este lugar, algo que me llena de orgullo”, señaló al The Guardian.
En las redes sociales se ha viralizado una foto suya viajando en subterráneo como un pasajero más. Corbyn no tiene coche, suele ir al Parlamento en bicicleta, es abstemio, vegetariano y, como los dirigentes griegos de Syriza, no usa corbata. Una reciente encuesta de Yougov le da una ventaja de 17 puntos sobre su más inmediato seguidor, el ex ministro de salud Andy Burnham.
No todos comparten el entusiasmo. Muchos en el laborismo alertan que Corbyn puede provocar un cisma partidario tan feroz como el que causó en los 80 otro miembro de la izquierda laborista, Michael Foot, antes de que una tal Margaret Thatcher lo apabullara en las elecciones de 1983. “Esto es una locura. Tenemos que elegir a un candidato que nos lleve a la victoria en 2020 para garantizar la agenda de justicia social que todos queremos”, opina el respetado Alan Johnson, sindicalista de origen y ex ministro de interior del Nuevo Laborismo.
El ex premier Tony Blair ha liderado la ofensiva anti-Corbyn. “Si el corazón de los laboristas está con Corbyn, mejor que se hagan urgentemente un trasplante. Las elecciones se ganan desde el centro con el apoyo de sindicatos y empresarios. Pero incluso si Corbyn ganara, la ruta que quiere tomar es equivocada y será desastrosa para el Reino Unido”, dijo Blair, insinuando que, en tal caso, se distanciaría del laborismo. Otros no han ido tan lejos. Liz Kendall, la candidata más blairista de los cuatro contendientes, ha dicho que si Corbyn gana no servirá en su “gabinete en la sombra”, pero jamás abandonaría el laborismo, al que comparó con su familia.
La reacción de la derecha ha sido curiosa. Al principio muchos conservadores, exultantes con la victoria electoral de David Cameron en mayo, vieron a Corbyn como la mejor chance para cumplir un viejo sueño tory: enterrar al laborismo para siempre. El más conservador de todos los diarios, el Daily Telegraph, alentó a sus lectores a incorporarse al partido por la módica suma de 3 libras con derecho al voto para ayudar a una victoria de Corbyn. “Fue un intento de convertir a la izquierda y el laborismo en una absurda, ridícula broma política con la que ni se debate”, señala Owen Jones, autor de Chavs, la demonización de la clase trabajadora británica.
Esta primera reacción despectiva dio paso a otra más cautelosa. El subeditor del Daily Telegraph, Allister Heath, advirtió ya en plena Corbynmania que su victoria movería el debate público hacia la izquierda. “Gran Bretaña necesita tantos partidos procapitalistas como sea posible. En los ’90 tenía a los conservadores, al Nuevo Laborismo y a los liberal demócratas. Se suponía que el fin de la Guerra Fría había erradicado al socialismo, pero desde entonces la izquierda ha regresado. Si Corbyn gana será aceptable hablar de nacionalización de la industria, aumento de impuestos y demonización de empresarios y banqueros. El debate que hoy es centrista se tornará estatista”, señaló Heath.
Este proceso es evidente en el interior mismo del laborismo. La irrupción de Corbyn obligó a los otros tres candidatos a moverse hacia la izquierda con una plataforma mucho más “social”. Hasta la más blairista de todos ellos, Liz Kendall, dejó de hablar de la reforma del Estado de Bienestar (política que promueven los tories) y pasó a centrar su campaña en cinco promesas: terminar con la desigualdad, eliminar los bajos salarios, construir una sociedad compasiva, compartir el poder y crear un futuro de esperanza para nuestros jóvenes. Demasiado tarde para recuperar posiciones y tener credibilidad: sigue última en las encuestas, bien lejos del resto.
Una cosa está clara. Corbyn refleja el cansancio de un amplio sector público con los creadores de discursos prefabricados y frases genéricas que cambian según el último viento mediático. Nadie puede garantizar que vaya a ser el ganador cuando se anuncie el resultado, este 12 de septiembre. El proceso electoral es complejo. Si un candidato obtiene más del 50 por ciento de los votos gana automáticamente. Si ninguno lo logra, las segundas preferencias del resto se redistribuye hasta que alguno de los candidatos obtenga finalmente la mayoría.
Esta mecánica es hoy uno de los grandes obstáculos para una victoria de Corbyn, pero el gran interrogante para muchos laboristas es el impacto que su victoria podría tener en el electorado. Según la mayoría de los analistas, el triunfo de Cameron en mayo prueba que la sociedad británica es básicamente conservadora, centrista en el mejor de los casos: un candidato de izquierda no tiene chances.
Al mismo tiempo, una serie de encuestas muestran que una mayoría de los británicos está a favor de la nacionalización de los ferrocarriles, el gas y la electricidad, así como de mayores impuestos a los ricos y un control mayor de los bancos, todas políticas que impulsa en total soledad Corbyn. Otro perspectiva sobre la victoria de Cameron surge también si se tiene en cuenta que un 36 por ciento del electorado no votó. Una vez incorporado este porcentaje, el respaldo de Cameron desciende del 36,9 por ciento a un 24 por ciento. “El laborismo tiene que volver a ser un movimiento capaz de alcanzar ese 34 por ciento de gente que en su mayoría son jóvenes, de minorías étnicas y clase trabajadora”, propone Corbyn.
La volatilidad del electorado combinada con niveles bajos de politización más la siempre impredecible marcha de la economía serán decisivos en la respuesta de la sociedad a una eventual victoria de Corbyn. Pero gane o pierda este 12 de septiembre, el barbado laborista de 66 años ya ha logrado mover a la izquierda el debate político interno del partido y quizás, en menor medida, de todo el Reino Unido.
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