EL MUNDO
La visita de George W., cargada de riesgo político
En medio del despliegue de 14 mil efectivos de seguridad británicos, Bush arribará hoy a Londres en visita oficial por tres días. Habrá una megamarcha opositora el jueves. De telón, la guerra en Irak.
› Por Marcelo Justo
En medio de draconianas medidas de seguridad, escoltado por dos aviones de guerra estadounidenses, acompañado por el secretario de Estado, Colin Powell; la asesora de Seguridad nacional, Condoleezza Rice; y el ministro de Economía, John Snow; llega hoy a Londres el presidente George W. Bush. Catorce mil policías británicos y cuatro mil agentes estadounidenses participarán del operativo durante los tres días que durará la visita oficial, la primera de un mandatario estadounidense a Gran Bretaña en más de 20 años. La visita ha galvanizado a la opinión pública británica, que empezó este fin de semana una serie de manifestaciones en todo el país que culminará con una megamarcha el jueves en la capital inglesa.
Los sectores más diversos, que bajo circunstancias normales no se encontrarían en el mismo campo, han manifestado su oposición a la alianza incondicional de Tony Blair con Bush. Musulmanes y anarquistas, militantes de izquierda y lectores del conservador The Times, pronorteamericanos pero anti Bush, radicalizados estudiantes secundarios y respetables padres de familia, sindicalistas y liberales, desfilarán el jueves por el centro de Londres para converger en Trafalgar Square, donde se derribará una estatua de Bush, erigida para la ocasión, en irónica referencia a la famosa efigie de Saddam Hussein, cuya caída fue filmada y reproducida en todos los medios del mundo el pasado abril.
Una muestra de la polarización que provoca la visita es que unos 100 estadounidenses residentes en Gran Bretaña participarán con la consigna: “Orgulloso de mi país, avergonzado de mi presidente”. Entre los estadounidenses presentes en Londres, se encuentra Ron Kovic, el lisiado veterano de Vietnam que inspiró la película de Oliver Stone, Nacido el 4 de julio. Los organizadores calculan que unas 100 mil personas participarán de la marcha, menos que en las manifestaciones contra la guerra de febrero pasado, pero suficientes para simbolizar un claro repudio a la política angloestadounidense.
En un intento de ganar los titulares de los diarios, el gobierno estadounidense y el británico harán una serie de anuncios para destacar la importancia de las relaciones bilaterales. Uno de los más espectaculares es un proyecto de creación de un mercado común entre Estados Unidos y la Unión Europea. Una zona comercial común significaría un estímulo de más de 100 mil millones de dólares para las exportaciones europeas, pero el plan –una utopía en estado preliminar– puede quedar eclipsado por algo mucho más concreto: las barreras tarifarias que impuso Estados Unidos el pasado marzo para proteger su industria siderúrgica.
Un reciente dictamen de la Organización Mundial del Comercio consideró ilegal la elevación estadounidense de aranceles de un 30 por ciento, y dio al gobierno de Bush plazo hasta este 15 de diciembre para que los elimine. Si no lo hace, la Unión Europea amenazó con imponer sanciones de más de mil millones y medio de dólares a productos estadounidenses. En declaraciones previas a su llegada a Gran Bretaña, Bush flexibilizó su posición al respecto. “Estamos analizando la decisión y tomaremos las medidas correspondientes”, dijo el presidente estadounidense.
Otros puntos problemáticos que debatirán los mandatarios son:
- La situación de nueve británicos detenidos en Guantánamo como “combatientes ilegales” de Al-Qaida o los talibanes.
- Las diferencias sobre la presunta amenaza nuclear iraní.
- La Fuerza de Defensa Europea que Blair promueve junto a Francia y Alemania y que Estados Unidos considera una amenaza a la OTAN. La seguridad de Bush durante los tres días de visita oficial también ha sido motivo de conflicto entre ambos países. El Ministerio del Interior británico se opuso a varias medidas propuestas por sus contrapartes estadounidenses, entre ellas, el cierre del subterráneo por los lugares céntricos por donde pasase la caravana presidencial. Los británicos consideraron de “ciencia ficción” el temor estadounidense a que un atacante suicida se suba al subte con una carga explosiva infinitamente poderosa que haría estallar en el momento exacto en que el vagón del metro coincide con el vehículo que transporta a Bush. Ese ministerio confirmó también que los cuatro mil agentes norteamericanos no gozarán de inmunidad judicial por sus acciones en territorio británico. En caso de que alguno disparara “por accidente” contra un manifestante, será arrestado y llevado a la Justicia en Gran Bretaña.
En momentos en que la popularidad de la invasión a Irak está en su nivel más bajo en ambos países, la visita de Bush está tan plagada de riesgos que muchos analistas británicos se preguntan qué saldo político puede justificarla. En relación acon Bush, los analistas coinciden en que su estadía en el Palacio de Buckingham y la cena de honor mañana con la reina Isabel II serán muy beneficiosas para las elecciones del año próximo. El ex presidente Ronald Reagan realizó la última visita oficial a Gran Bretaña en 1982 y las imágenes de su paseo junto a la reina fueron ampliamente utilizadas en su campaña. En cuanto a Blair, es más difícil de evaluar qué gana con esta visita. La opinión pública británica se opuso a la guerra antes del conflicto, varió su posición durante los combates y ahora nuevamente está mayoritariamente en contra. Difícilmente la visita del texano disipe la impresión generalizada de un presidente unilateralista de escaso nivel intelectual y con una irresistible inclinación a resolver por la fuerza situaciones de conflicto.