EL MUNDO
Los riesgos por delante tras la revuelta georgiana
Tras la dimisión de Shevardnadze, la nueva presidenta interina Nino Burjanadze se dispone a restaurar la institucionalidad en Georgia. Las autónomas Abjazia y Osetia miran intranquilas.
Por Rodrigo Fernández *
Desde Tiflis
Mientras la calma volvía a la capital georgiana, Nino Burjanadze daba sus primeros pasos como jefa en Estado en funciones y reunía al Consejo de Seguridad para diseñar las tareas urgentes que afronta el nuevo gobierno, en particular la restauración de la institucionalidad tras las dos semanas de desobediencia civil que terminaron con la dimisión de Eduard Shevardnadze.
El líder de la revuelta, Mijail Saakashvili, del Movimiento Nacional Unido, señaló que “la campaña de desobediencia civil ha concluido. Las instituciones deben funcionar con normalidad”. Su compañera de lucha hacía dos horas había finalizado la reunión de la plana mayor del gobierno, en la que hizo un llamamiento a los ministros de Shevardnadze a trabajar juntos para asegurar la estabilidad política y económica en Georgia. Lo tuvo que hacer porque, aunque es la presidenta en funciones, según la Constitución no puede cesar ni designar a ningún ministro, por lo que tendrá que cohabitar con los más próximos colaboradores del hombre al que forzó a dimitir.
El Parlamento se reunirá hoy para decidir sobre las elecciones presidenciales extraordinarias, que deberán celebrarse a más tardar el 7 de enero próximo, es decir, dentro de los 45 días de la dimisión de Shevardnadze. Burjanadze reiteró que, debido a lo fraudulento de los comicios legislativos celebrados el 2 de noviembre pasado, el Parlamento saliente, de la que ella es también presidenta, continuará de momento ejerciendo sus funciones. El Tribunal Supremo comenzó ayer mismo a estudiar las demandas de la oposición ahora en el poder para anular dichas elecciones. Burjanadze quisiera que las nuevas legislativas coincidieran con las presidenciales, pero eso no es algo que ella o el Parlamento saliente puedan decidir, ya que corresponde al Supremo y al Constitucional decidir sobre esta materia. “De todas formas debemos prepararnos para unos comicios simultáneos”, señaló la presidenta.
El nuevo gobierno no modificará su política exterior y la integración con las instituciones europeas y noratlánticas continuará siendo una de sus prioridades. Al mismo tiempo, Burjanadze recalcó que desea reforzar sus relaciones con Rusia, la “poderosa vecina” de Georgia. Mientras, el ministro de Exteriores de Rusia, Igor Ivanov, que la noche anterior desempeñó un fundamental papel de mediador entre la oposición y Shevardnadze, mantuvo conversaciones con Aslan Abashidze, líder de Adjazia, para tratar de convencerlo de que apoye al nuevo gobierno.
La misión era difícil, ya que Abashidze pocas horas antes había decretado el estado de excepción en la autonomía que gobierna desde los tiempos soviéticos como respuesta a los cambios dramáticos ocurridos en la capital georgiana. “Las medidas que he tomado en nuestra república se deben a que los líderes del movimiento que ha llegado al poder en Tiflis no ocultan su agresividad hacia el pueblo adzharo. En los últimos 12 años se ha reafirmado una actitud negativa hacia las autonomías y los frutos de esa política son pésimos, basta mirar a Abjazia y Osetia (del sur)”, declaró Abashidze. Tiflis mantuvo sendas guerras con las dos últimas autonomías nombradas por Abashidze, como resultado de las cuales éstas hoy son independientes de facto.
Aunque nadie duda de que Saakashvili se presentará a los comicios extraordinarios, él dijo ayer que aún no ha tomado una decisión al respecto. También Burjanadze, la única que podría ser un rival serio para el líder nacionalista, evitó pronunciarse sobre el tema, limitándose a decir que “no es una muy buena idea ser presidente de Georgia”. “El país tiene problemas muy serios: étnicos, económicos, con la vecina Chechenia, así es que quien se decida a luchar por la presidencia tiene que ser muy valiente”, sentenció.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.