EL MUNDO › LA PESADA HERENCIA DE LA DICTADURA DE ALBERTO FUJIMORI
› Por Carlos Noriega
La corrupción es la marca registrada del fujimorismo. Keiko, hija y heredera política del encarcelado ex dictador Alberto Fujimori, y hoy candidata presidencial que encabeza todas las encuestas, le dedica buena parte de sus esfuerzos a intentar desmarcar su imagen de la corrupción del gobierno de su padre, pero cuando se refiere a esos actos de corrupción no habla de delitos sino de “errores”. Hace poco en un foro anticorrupción dijo que por este tema carga “una pesada mochila por culpa de terceros”. Pero en esa mochila Keiko no solamente carga la corrupción del pasado fujimorista, que también la toca a ella directamente, sino también la corrupción que marca al fujimorismo de hoy que ella encabeza.
Del pasado, Keiko nunca ha podido explicar cómo se pagaron sus estudios universitarios en Estados Unidos cuando su padre era presidente. En esos años ella recibió más de un millón 200 mil dólares, entregados por partes durante varios años y siempre en efectivo por su padre, para pagar sus estudios y los de sus tres hermanos y su cómoda estadía en Estados Unidos. En el gobierno autoritario de su padre, Keiko hizo las veces de primera dama y convivió sin problemas con la inmensa corrupción que la rodeaba. La Procuraduría Anticorrupción estima que en la década fujimorista el desfalco al tesoro público bordeó los siete mil millones de dólares. Hasta hace poco, la hoy candidata presidencial vivía en la casa de su tía Juana Fujimori, acusada de corrupción y prófuga de la justicia.
Pero la corrupción fujimorista no se queda en el pasado. Keiko no ha podido explicar convincentemente el origen de los recursos que le permiten llevar el alto nivel de vida que tiene. Recientemente se ha denunciado que su candidatura recibe financiamiento de una compañía off shore formada en Estados Unidos, figura ideal para ocultar el origen de los fondos que recibe. Hay muchos puntos oscuros en el financiamiento de la millonaria campaña fujimorista. Se ha revelado que en la elección presidencial de 2011 la campaña de Keiko recibió financiamiento de al menos una persona ligada al narcotráfico.
Su entorno más cercano también tiene el sello de la corrupción. La cabeza de su lista parlamentaria por Lima es la actual congresista Cecilia Chacón, quien en 2012 fue condenada a tres años por enriquecimiento ilícito. Pudo evadir la sentencia gracias a su inmunidad parlamentaria. Tres años después, la Corte Suprema, en una cuestionada resolución, anuló la sentencia por una formalidad legal y ordenó un nuevo proceso. Ahora, el caso Chacón ha regresado a la fiscalía. Ella es hija de un general del ejército que formó parte de la cúpula militar del autoritario régimen fujimorista y que estuvo encarcelado por corrupción.
Otros postulantes en sus listas parlamentarias han sido sentenciados o tienen procesos judiciales abiertos por delitos como peculado, falsificación de documentos o abuso de autoridad. El congresista y secretario general del partido fujimorista Fuerza Popular, Joaquín Ramírez, es investigado por las autoridades judiciales por lavado de dinero. Y recientemente la actual congresista fujimorista María López fue condenada a cinco años de prisión por enriquecimiento ilícito.
La corrupción es una marca no solamente del fujimorismo de ayer formado por el ex dictador Alberto Fujimori, el jefe del clan familiar, sino también del fujimorismo de hoy que encarna su hija Keiko y que aspira regresar al poder.
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