EL MUNDO › JUAN PABLO II Y SU RELACIóN CON UNA FILóSOFA
La cadena BBC tuvo acceso a las cartas que le escribió Juan Pablo II a una mujer casada, Anna Teresa Tymieniecka, la filósofa nacida en Polonia, que arrojan nueva luz sobre su vida emocional. Anna Teresa parece haber guardado todo lo relativo a su amistad de 32 años con el papa polaco. Después de su muerte, se encontraron enorme cantidades de fotografías entre sus posesiones, donde se lo ve a Karol Wojtyla en las pistas de esquí (foto), con pantalones cortos en un campamento junto al lago, y, en la vejez, recibiendo a Anna Teresa en sus habitaciones privadas.
Aún más revelador es el archivo de cartas que Anna Teresa vendió a la Biblioteca Nacional de Polonia en 2008. Estas estuvieron alejadas del público hasta que fueron presentados por la BBC. Cuando los dos se conocieron en 1973, el entonces cardenal Wojtyla, era el arzobispo de Cracovia. Anna Teresa era polaca de nacimiento, y, como él, había sufrido la experiencia lacerante de la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Después de la guerra se fue a estudiar en el extranjero y, finalmente, siguió una carrera académica como filósofa en EE.UU., donde se casó y tuvo tres hijos.
Es de público conocimiento que durante cuatro años el cardenal Wojtyla y Anna Teresa colaboraron en una versión en idioma inglés de un libro de filosofía que él escribió mientras enseñaba en la Universidad de Lublin, y Anna Teresa aparece en varias biografías de Juan Pablo. Sin embargo, la relación era mucho más profunda y más compleja, y continuó durante más tiempo de lo que antes se había reconocido.
En 1970 en Polonia cualquier relación entre un cura y una mujer era arriesgada. El régimen comunista de Varsovia consideraba la Iglesia Católica como el enemigo, y la policía secreta –la SB, como se la conocía – observaba a sus líderes constantemente. El doctor Marek Lasota, que estudió los archivos de la era comunista en el Instituto de la Memoria Nacional de Cracovia, dice que la SB tuvo un interés particular en el cardenal Wojtyla. “Ellos instalaron escuchas telefónicas en su piso y en su teléfono había micrófonos ocultos”, dice. “Cada carta fue interceptada y chequeada, tanto las privadas como las oficiales.”
Así que el primer indicio de cualquier intimidad real viene en una carta enviada no desde Cracovia, pero desde Roma, donde el cardenal Wojtyla estuvo un mes asistiendo a una reunión de obispos católicos en el otoño de 1974. Se llevó varias de sus cartas con él para poder responderlas “sin usar el correo”, y escribe que son “tan significativas y profundamente personales, aun cuando están escritas en ‘código’ filosófico”. Hacia el final de la carta añade que “hay temas que me resultan muy difíciles de escribir”. Parece que en el verano de 1975, Anna Teresa le dijo a Karol que estaba enamorada de él.
Como Papa, Juan Pablo reescribió las reglas del papado, viajando por el mundo como ningún Papa lo había hecho antes que él, y, en los primeros días, especialmente, reunía multitudes. Su respuesta a la declaración de Anna Teresa cuando era cardenal mostró que puede ser tan poco convencional en la intimidad de su vida. Lejos de poner fin a la relación, como hubiera hecho un prelado prudente, él le dio una de sus posesiones más preciadas, un escapulario que le había dado su padre cuando Wojtyla tomó la Primera Comunión. Más tarde le dijo a Anna Teresa que le permitía “aceptar y sentirla en todo tipo de situaciones, si está cerca o lejos”. Sus cartas a Anna Teresa son a veces intensamente emocionales, a veces luchan con el sentido de su relación.
En el verano de 1976 el cardenal Wojtyla fue elegido para dirigir una delegación de obispos católicos polacos a una gran reunión en los Estados Unidos, y Anna Teresa Tymieniecka lo invitó a quedarse con su familia en las afueras de la pequeña ciudad de Pomfret, en Vermont. Era exactamente el tipo de vida al aire libre que le gustaba, y las fotografías fueron tomadas en el momento en que lo muestran en su estado más relajado.
Además, parece que ella hizo una declaración adicional de sus sentimientos por él, cuando que él estaba allí, porque la carta que le escribió después sugiere que estaba luchando para dar sentido a la relación en términos cristianos. Le dice que ella es un don de Dios, y continúa: “Si no tuviera esta convicción, cierto grado de certeza moral de la Gracia y de actuar obedienciéndola, no me animaría a actuar de esta manera”.
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