EL MUNDO › EL JUEZ SERGIO MORO FUE OVACIONADO EN LAS MARCHAS GOLPISTAS DEL AÑO PASADO
Símbolo de los sectores más golpistas del Poder Judicial brasileño, el juez Sergio Moro conquistó popularidad en las clases medias que ayer gritaban “Brasil nunca va a ser comunista”. No oculta su alianza especial con el Grupo Globo contra el gobernante PT.
› Por Darío Pignotti
Desde Brasilia
De Luiz Inácio Lula da Silva a Silvio Berlusconi: la operación mani pulite mal contada. El juez brasileño Sergio Moro, responsable de la causa sobre corrupción en Petrobras por la que ayer Lula fue trasladado bajo coerción a la sede de la policía federal, ha dicho en conferencias recientes que tomó como modelo el proceso impulsado en los años 90 en Italia dirigido por el fiscal Antonio Di Pietro.
“La forma coercitiva como Lula fue llevado a deponer ante la policía es un absurdo, lo que está haciendo el juez Moro se parece a un golpe de Estado”, lanzó ayer Wadih Damous, el ex presidente de la Orden de Abogados de Brasil y diputado del Partido de los Trabajadores (PT) .
“Con la orientación de Moro la Policía Federal está convirtiéndose en una policía política, la persecución contra Lula se asemeja a los operativos del DOPS”, la Dirección del Orden Político y Social creada por la dictadura militar, comparó ayer el diputado petista Carlos Zarattini.
Gracias a su estilo implacable y su indiferencia por las garantías de los acusados Moro ha conquistado popularidad en las clases medias que ayer gritaban “Brasil nunca va a ser comunista” cerca de las oficinas donde el ex presidente era indagado por su presunta vinculación con la cadena de delitos constituida en torno de Petrobras.
En las marchas golpistas del año pasado fue ovacionado por miles de inconformes que además de exigir el impeachment contra Dilma y la cárcel de Lula, proponían a Moro como salvador de la patria, y hasta candidato a la presidencia.
Seguro que las expresiones de idolatría por el juez se repetirán el próximo domingo 13 cuando los partidos conservadores llamaron a otra movilización nacional destituyente. El pensamiento teórico de Moro es modesto y su carrera académica no exhibe elaboraciones de brillo. En 1995 se graduó como abogado en la Universidad Estadual de Maringá, interior del estado de Paraná, y luego realizó un par de viajes de estudios a Estados Unidos, uno para perfeccionarse en combate al lavado de dinero dictado por el Departamento de Estado. En su currículum aparece una maestría y un doctorado.
De la producción de textos del juez , donde tampoco surge ningún aporte original al conocimiento del derecho brasileño, sobresale “Consideraciones sobre la Operación Mani Pulite (manos limpias)”.
Entre las conclusiones del ensayo se sostiene que es “innegable que esa operación fue una de las más exitosas cruzadas judiciales contra la corrupción política y administrativa” en la que la Justicia desempeñó un papel “regenerador” de todo el tinglado político dominado por la Democracia Cristiana en coludio con el Partido Socialista de Bettino Craxi.
El grado de promiscuidad política en Italia en los 90, señala el trabajo, llegó a tal grado que para resumirlo “podemos servirnos de la expresión del procurador Antonio Di Pietro cuando la llamó Democracia Vendida”.
Moro parece asombrado por el eficaz accionar de pinzas de la prensa y los magistrados que desembocaría en la “deslegitimación total” del sistema político que había surgido de la segunda posguerra mundial italiana.
En su traslación lineal a la realidad brasileña de la experiencia de Mani Pulite estableció una sociedad de hecho con la cadena Globo a la que se han filtrado selectivamente las informaciones más sensibles de la Operación Lava Jato (Lavado Rápido) que investiga los delitos perpetrados a costillas de Petrobras por una organización integrada por grandes empresas constructoras y gerentes de la compañía que recibieron cientos de millones de dólares en sobornos.
Todo lo anterior con la posible anuencia o indiferencia de dirigentes de varios partidos políticos entre ellos el Partido de los Trabajadores que está en el gobierno desde enero de 2003.
Moro identifica como una fuerza de cambio central al conglomerado de medios más concentrado de América latina cuya expansión oligopólica fue garantizada por su sociedad con la dictadura militar.
Y considera como una vector de atraso al Partido de los Trabajadores en el que imagina una organización mafiosa enquistada en el aparato del Estado para jibarizarlo y entregarlo a los sindicatos.
Pero el principal de los ogros en el imaginario del juez es indudablemente Lula: prácticamente todos los pasos por el proceso sobre el “Petrolao” fueron asfaltando el camino para llegar al ex mandatario, explicó recientemente Rui Falcao, el presidente del PT que ayer llamó a la militancia a unirse contra la escalada desestabilizadora.
El ex titular de la Orden de Abogados de Brasil sección Río de Janeiro Wadih Damous contó meses atrás a este diario que Moro “está secundado por un grupo de fiscales fanáticos, unos jóvenes sin ningún saber jurídico que se asumen como si fueran predicadores del bien contra la política, tienen un recelo hondo hacia todo lo que sea política”.
Para Damous el estelar juez de la causa por el Petrolao adolece de “veleidades” surgidas de su propia cortedad de mira: imagina ser un Antonio Di Pietro a la brasileña, pero no tiene la solidez jurídica del fiscal milanés, y cree que está fundando un nuevo orden y lo que está alimentando el la restauración del viejo sistema conservador brasileño. Lo peor, remata Damous, es que no toma en cuenta que de la implosión del sistema político italiano surgió Silvio Berlusconi. “¿O será que Moro en realidad quiere ser el Berlusconi brasileño?”.
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