EL MUNDO › TRAS LA RENUNCIA DEL PREMIER DE ISLANDIA
Luego del paso al costado dado por el primer ministro islandés, Sigmundur David Gunnlaugsson (foto), por el escándalo de los Panama Papers, el oficialismo negoció mantener la coalición de gobierno y adelantar las elecciones seis meses, para la segunda mitad del año. El nuevo primer ministro interino y número dos del oficialista Partido Progresista, Sigurour Ingi Jóhannsson, se reunió ayer con el ministro de Finanzas, socio minoritario en la coalición de gobierno, y el otro funcionario del gobierno mencionado en los Panama Papers, Bjarni Benediktsson. Pese a la presión popular, Benediktsson se negó a renunciar y era uno de los funcionarios de primer nivel que advirtió que el nuevo gobierno debía tomar medidas drásticas o pensar en llamar a elecciones.
El anuncio de continuidad de la coalición gobernante cerró una jornada de incertidumbre y un sinfín de rumores provocados por la decisión del primer ministro Gunnlaugsson de alejarse del Ejecutivo y convertirse en la primera víctima política de los Panama Papers. Pese a que Gunnlaugsson conservará su banca de diputado, la cúpula del oficialismo dejó en claro que el joven político no volverá a dirigir el gobierno, como él mismo había sugerido. Horas antes de que Jóhannsson dijese que estaría al frente del nuevo gobierno, al menos por seis meses más, la oposición adelantó a la prensa que hoy impulsará en el Parlamento una moción de censura contra el gobierno y el nuevo premier interino. Si el oficialismo no consigue disciplinar a su mayoría legislativa y pierde la votación, el gobierno caería y el presidente del país debería disolver el Parlamento y llamar a elecciones.
Junto con el presidente Mauricio Macri y los reyes de Arabia Saudita y Emiratos Arabes Unidos, Gunnlaugsson es uno de los líderes políticos de mayor rango mencionado en los documentos filtrados el domingo. Según los papeles panameños, el premier, de 41 años, que se alejó del gobierno “por tiempo indeterminado”, compró en 2007 una empresa offshore acreedora de los bancos islandeses que se declararon en bancarrota en la famosa crisis de 2008. Cuando asumió como diputado en 2009 no la declaró y, ocho meses después, la vendió a su mujer por un dólar. Poco después de conocerse la noticia, más de 22.000 ciudadanos firmaron un petitorio pidiendo su renuncia y 10.000 salieron a las calles, una cifra masiva en un país de 323.000 habitantes. La imagen de los islandeses en la calle no fue apenas un detalle más de esta novela política. La protesta frente al Parlamento fue aún más grande que la de 2008, cuando los tres principales bancos del país colapsaron e Islandia se sumergió en la crisis financiera internacional originada en Estados Unidos.
Esa crisis le costó el cargo al primer ministro Geir Haarde y lo llevó hasta la Corte de Justicia, pero también reveló el espíritu orgulloso y nacionalista de los islandeses, que no sólo se recuperaron –como no lo hizo ningún otro país europeo en estos años–, sino que marcaron historia al negarse en un referéndum a que el Estado pagara la deuda de los bancos con Reino Unido y Holanda. Según las últimas encuestas, si los islandeses votaran hoy, el opositor Partido Pirata, que propone una democracia mucho más abierta y transparente, ganaría con un apoyo del 43 por ciento, informó el medio local Iceland Monitor.
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