EL MUNDO › LA MANDATARIA DE BRASIL LLAMO A UN PACTO NACIONAL CON LA OPOSICION MENOS RADICALIZADA
A diez días de la posible votación del impeachment en el Plenario de Diputados, Rousseff sostuvo que “el impeachment es un insulto a los 54 millones que votaron por mí”. Ayer contó con el apoyo de organizaciones de mujeres.
› Por Darío Pignotti
“Busco, busqué y buscaré consensos capaces de permitirnos superar cualquier crisis. Brasil necesita un pacto nacional.” Dilma Rousseff propuso ayer una fórmula de diálogo a los grupos menos irracionales de la oposición faltando diez días para la posible votación del “impeachment” en el Plenario de Diputados. Un acontecimiento concebido como la batalla final por parte de las facciones más extremistas del campo destituyente encarnadas en la figura de Eduardo Cunha, del Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), socio del vicepresidente y aspirante a sucesor de Dilma, Michel Temer.
“Pero un pacto requiere como punto de partida algunas condiciones... como el respeto a la legalidad y la democracia... la intolerancia y el odio no sirven” sostuvo la presidenta. Y enfatizó: “el impeachment es un insulto a los 54 millones que votaron por mí y a los 110 millones que votaron en total en 2014, el impeachment caracteriza un golpe, eso desmoraliza a la democracia”.
El sentido de las palabras presidenciales no es lineal. En principio ponen de manifiesto ante la sociedad la voluntad conciliadora del Palacio del Planalto en contraste con el belicismo de los partidos conservadores, la cadena Globo y sectores del poder judicial.
En un segundo análisis los dichos de Rousseff significan una propuesta de tregua a futuro para intentar un mínimo de gobernabilidad, siempre que el gobierno logre impedir el juicio político. Algo que no será fácil pero tampoco parece imposible como lo era hace un mes.
El tono conciliador de Dilma se limitó al eventual entendimiento político, pero no se extendió al juez Sergio Moro, el más eficaz agente de la oposición, que ayer dejó filtrar la confesión de un empresario que habría declarado que aportó dinero sucio en la campaña petista de 2014.
La mandataria deploró sin citar a Moro por “las filtraciones selectivas, que no tienen ningún rastro de verdad, y son utilizadas en la lucha político partidaria”.
Para que se abra el proceso la oposición necesita una mayoría especial de 342 votos dentro de un universo de 513, igual a la requerida para una reforma constitucional. La aún módica recuperación del gobierno comenzó con el retorno del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva.
Con su cargo de ministro suspendido cautelarmente por la Corte, asumió de oficio la conducción del gabinete y recompuso las relaciones con partidos de derecha, pragmáticos, que prefieren oponerse al golpe blando a cambio de puestos en el Estado antes que apoyar al imprevisible Cunha.
Así el regreso de Lula garantizó más votos contra el impeachment al tiempo que reavivó la movilización popular llevando cientos de miles manifestantes por la democracia a las calles, las que el año pasado habían sido hegemonizadas por el aluvión neocon.
El procurador general de la República Rodrigo Janot recomendó ayer a la Corte que ratifique la suspensión del líder del PT como ministro jefe de la Casa Civil (gabinete). Una mala noticia para Dilma, no obstante lo cual repitió la voluntad de contar con su compañero dentro del gobierno,si no fuera como ministro como consejero oficial.
Lo afirmó durante un acto realizado en el Palacio del Planalto ante organizaciones de mujeres que le expresaron su respaldo, igual que lo hicieron la semana pasada los sindicatos, los campesinos sin tierra y los trabajadores sin techo.
“Este gobierno es nuestro, nosotros lo elegimos, si se meten con Dilma, es como si meten con nosotras, no vamos a permitirlo”, dijo al cerrar su breve intervención Creuza Maria Oliveira, titular de la Asociación Nacional de las Trabajadoras Domésticas.
La figura más denostada por las militantes fue el presidente de Diputados a quien le dedicaron la consigna “Dilma se queda, Cunha se va”.
Durante la ceremonia y en las entrevistas previas dirigentes de la Marcha de las Mujeres Negras, Unión Nacional de Estudiantes, de la Asociación Brasileña de Lesbianas y Travestis repasaron la biografía de Eduardo Cunha: autor de un proyecto que penaliza el aborto, defensor de otro contra la unión entre personas del mismo sexo, reo en un proceso de la Corte por esconder millones de dólares malhabidos en Suiza y comandante de un bloque informal de congresistas que asumieron como una “misión” expulsar a Dilma del gobierno.
Muchos de esos templarios integran el Frente Parlamentario Evangélico, con 92 diputados, que esta semana anunció su respaldo al golpe blando.
Al hablar ante Dilma la filósofa Marcia Tiburi exigió la prisión del jefe golpista y lo responsabilizó de perpetrar “un estupro contra la democracia”.
Por cierto las frases contra el legislador estuvieron a la orden del día en la cita de las agrupaciones femeninas, pero ninguna superó la dicha hace una semana por el presidente del Partido Trabalhista Brasileño, Roberto Jefferson.
“Cunha sabe disparar rápido, dispara por la espalda, roba hasta en el poker... soy optimista porque tiene las virtudes para llevar adelante el impeachment” dijo el martes pasado Jefferson, un antipetista nato, que fue condenado a 14 años de prisión por corrupción.
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