Por José Elías *
Desde Guatemala

Oscar Berger, de 57 años, un abogado de carácter campechano, fue elegido presidente de Guatemala, en las elecciones del domingo 28. Apodado “el conejo” desde los años escolares por la protuberancia de sus dientes y la manera como sus orejas sobresalían del casco de baseball, deporte al que es muy aficionado, Berger alcanzó la primera magistratura en la segunda vuelta electoral. Gobernará con minoría en el Congreso: con apenas 47 de los 158 diputados que tomarán posesión el próximo 14 de enero.
Cuatro años atrás, entonces candidato del gobernante Partido de Avanzada Nacional (PAN), fue derrotado abrumadoramente por el actual mandatario, Alfonso Portillo, en lo que se considera un voto de castigo a la prepotencia del entonces gobernante, Alvaro Arzú Irigoyen, y a la manera dudosa como se privatizaron las empresas del Estado. Computado el 94,2 por ciento de la totalidad de votos (sólo quedan pendientes de contar las urnas de comunidades aisladas, cuyo volumen ya no altera el resultado), Berger alcanzó el 54 por ciento de los sufragios. Su oponente, el ingeniero Alvaro Colom obtuvo el 45,84 por ciento.
El conteo particular de la Gran Alianza Nacional (GANA) de tres partidos de nuevo cuño que lo apoyaron (Partido Patriota, PP; Partido Solidaridad Nacional, PSN, y Movimiento Reformador, MS), permitió que Berger, en un gesto poco usual, se proclamara vencedor al filo de la medianoche del domingo. Será la primera vez desde 1991 que un gobernante guatemalteco no tendrá mayoría absoluta en el Poder Legislativo. Deberá enfrentar como principal fuerza de oposición al todavía oficialista Frente Republicano Guatemalteco (FRG) que obtuvo 43 bancas. Detrás se ubicó el partido de Colom, la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE) con 33 diputados, seguido del Partido de Avanzada Nacional, con 17.
El país destrozado económica y moralmente que dejan como herencia los cuatro años de Portillo-Ríos Montt, demanda un esfuerzo supremo. El último informe de la Misión de las Naciones Unidas en Guatemala (Minugua), lo sintetiza con rotundidad. “Lamentamos que la inseguridad, la corrupción, la impunidad, la injerencia del ejército, el ambiente de intimidación, el deterioro de los derechos humanos y la discriminación contra los indígenas eclipsen los logros obtenidos”, reza el informe. Un Congreso (legislativo, unicameral) dividido y con Ríos Montt como segunda fuerza, complica más las cosas. De los 158 escaños, Berger cuenta con 47 diputados; Ríos Montt tiene 43 a los que puede sumar los votos de congresistas a los que el viejo general, hábil titiritero, maneja a placer. En esas condiciones, negociar con Ríos Montt, necesitado de algún abrigo de impunidad para no tener que responder por los delitos de lesa humanidad que se le imputan, será una tarea ardua.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.