Dom 04.01.2004

EL MUNDO  › LA INFLUENCIA DE LA REVUELTA DE CHIAPAS EN EL MOVIMIENTO ANTIGLOBALIZACION

Cuando el EZLN tomó por asalto al Imperio

El 1º de enero último se cumplieron 10 años del ya mítico levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en el estado mexicano de Chiapas. Las crónicas de estas páginas reflejan cómo fueron los festejos allí y la influencia del movimiento en EE.UU.

Por Jim Cason
y David Brooks *
Desde Washington y Nueva York

El levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) hace casi 10 años generó ecos desde las granjas de Nebraska a las calles de Seattle; del Pentágono a las filas de rockeros estadounidenses, fue la primera respuesta desde el ombligo del imperio a la primera rebelión armada contra el neoliberalismo (el llamado “consenso de Washington”) en la era pos Guerra Fría.
Pero lo que fue una respuesta sin precedentes tanto a escala popular como de la cúpula estadounidense, se ha desvanecido en años recientes y hoy es difícil calibrar la presencia del EZLN en la vida política nacional. Sin embargo, el EZLN ha marcado cambios extraordinarios en este país, desde una nueva doctrina de guerra en el Pentágono a su influencia sobre el movimiento altermundista que estalló con Seattle.
Cabe recordar que el primer grupo social que respondió a la guerra contra el EZLN en los primeros días de enero de 1994 no fue uno de solidaridad, ni de derechos humanos, ni una agrupación especializada en la relación con México y América latina sino la Unión de Granjeros de Nebraska. En una declaración y mensaje enviado al gobierno mexicano, la asociación de granjeros familiares señaló que se habían enterado de que el gobierno mexicano estaba matando y persiguiendo a granjeros campesinos en Chiapas y demandaba el cese de tal acción contra sus contrapartes mexicanos. La razón de esto es que los granjeros de Nebraska habían conocido a los cultivadores de café de Chiapas en una reunión binacional de granjeros preocupados por los efectos de la integración económica que se vislumbraba bajo el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Tocan o Nafta, por sus iniciales en inglés).
Pero en esos primeros días también se sumarían a la defensa del EZLN un mosaico de agrupaciones de solidaridad, la Iglesia Católica de Estados Unidos y grupos de derechos humanos regionales y nacionales. Una rebelión armada en una esquina desconocida y remota del mundo provocó una respuesta cada día más amplia en Estados Unidos. Una de las razones de esta casi instantánea respuesta fue la Internet.
Cuando el EZLN aparece en la escena mundial provoca que los estrategas militares estadounidenses elaboren una nueva doctrina militar, y en gran medida la evaluación de este fenómeno resulta en el nuevo concepto de “guerra de redes” o el think-tank privado, bajo contrato con el Pentágono, estudia el fenómeno, y David y su colega John Internes investigan cómo un pequeño grupo logra tener una presencia global. Para ellos, esto representa un reto a la convencional doctrina de seguridad nacional, ya que se trata de un fenómeno que puede superar, o trascender, los límites nacionales, o sea, no se puede contener y menos controlar dentro del territorio controlado por un Estado nacional.
Identifican que Chiapas, como Timor Oriental, entre otros ejemplos, son conflictos muy locales y alejados del centro del poder, pero se convierten casi instantáneamente en asuntos de interés mundial. Esto es novedoso, ya que implica que no se pueden controlar ni manejar dentro de los esquemas tradicionales de seguridad nacional. Logran esto, dicen los analistas, mediante una “red de redes”, organismos e instancias descentralizadas que no pueden ser controladas dentro de ninguna frontera o localidad, y saltan así los instrumentos de control nacional. El instrumento fundamental para este nuevo fenómeno es, según ellos, Internet.
Pero analistas militares estadounidenses también estuvieron entre los primeros en examinar y evaluar el conflicto en Chiapas. El primer análisis general de la primera etapa del conflicto fue elaborado por analistas del Colegio de Guerra del Ejército de Estados Unidos. Su conclusión: la raíz del conflicto es una serie de problemas socioeconómicos que no han sido resueltos durante décadas y por lo tanto no hay una solución militar –el conflicto sólo puede resolverse en el ámbito político–.
A la vez, la rebelión captura la atención del público estadounidense en general –no sólo la izquierda–. Meses después de la rebelión de enero, el programa semanal de noticias de televisión más visto en Estados Unidos, 60 Minutes, de la cadena CBS, logra entrevistar al subcomandante Marcos y transmite tal vez la versión más positiva de un guerrillero en la historia de los medios masivos de Estados Unidos: a un hombre enmascarado, armado y con pipa el corresponsal Ed Bradley le pregunta si su lucha es equivalente a la de los estadounidenses en su revolución por los derechos fundamentales de libertad y respeto, y Marcos, en inglés, responde que sí. Así, un rebelde armado latinoamericano es presentado a millones de televidentes como un héroe que lucha por lo mismo que dice la declaración de la Independencia de los Estados Unidos.
Otros medios masivos buscan la entrevista con los zapatistas. Vanity Fair, una de las revistas comerciales de mayor venta, ofrece otra entrevista con Marcos, y varias más siguen el ejemplo. De pronto, una insurrección armada ya no es colocada bajo el prisma de los “marxistas” o “comunistas” contra los defensores de la “libertad” y la “democracia”. Nace la primera rebelión pos Guerra Fría, y ni los medios masivos ni la cúpula estadounidense saben qué etiqueta aplicarles.
El gobierno estadounidense, en sus primeras declaraciones oficiales sobre el conflicto, reitera lo que piensa es algo inocuo y de rutina: esperamos que el conflicto se resuelva con respeto a los derechos humanos y pacíficamente. Para el gobierno de Carlos Salinas de Gortari esto seguramente no fue bien recibido, ya que marcó algunos límites a sus opciones de cómo maniobrar y manejar esta crisis. Sus aliados en Washington se habían visto obligados a hablar sobre lo que ocurría en las montañas del sudeste mexicano, y el conflicto ya había rebalsado las fronteras nacionales.
Durante los primeros meses y años, agrupaciones conformaron lo que llamarían un nuevo movimiento de solidaridad con Chiapas y el EZLN. Varios de los integrantes de este nuevo “movimiento” eran veteranos de los movimientos de solidaridad con las insurgencias de Centroamérica y buscaron aplicar el mismo modelo a México, muchos sin conocer la historia y las dinámicas políticas del país vecino, y otros reduciendo a México a un pequeño país centroamericano. Primero buscaron desesperadamente pruebas e indicios de la participación, o intervención, del gobierno de Estados Unidos y, segundo, buscaban promover la misma óptica de cómo apoyar a las “víctimas” de la represión.
Durante los primeros años después de la rebelión se constituyeron por lo menos cinco organizaciones o redes de solidaridad, cuenta la investigadora Lynn Stephen, quien estudió esta evolución. Entre éstos, la llamada Comisión Nacional por la Democracia en México se identificó como la representante del EZLN en Estados Unidos, ya que en julio de 1994 su líder, Cecilia Rodríguez, recibió la comisión del subcomandante Marcos como su representante en este país. Otros grupos con redes nacionales incluyeron IFCO-Pastores por la Paz, Sipaz, Global Exchange y en 1998 se organizó la Red de Solidaridad con México, conformado por decenas de agrupaciones preocupadas con la represión y defensa del EZLN y sus bases, así como por influir para cambiar la política estadounidense hacia México. Una de las fuentes de difusión cibernética de la palabra zapatista fue la organización Chiapas95, en Austin, Texas, clave para traducir y ofrecer acceso directo a los comunicados y cuentos del EZLN en las redes estadounidenses.
“La rebelión zapatista de 1994 creó una apertura política sin precedentes para el trabajo de solidaridad y apoyo en Estados Unidos enfocado en la democratización, los derechos humanos y los derechos indígenas en México”, escribió Stephen. A lo largo de estos 10 años, cientos, tal vez miles, de estadounidenses han visitado Chiapas, han participado en esfuerzos de construcción de escuelas, de difusión de información al mundo, de escudos humanos y monitores de derechos humanos, y claro, como participantes en decenas de foros y reuniones. También aparecieron comités de apoyo en decenas de ciudades por todo el país.
Pero no sería hasta 1999 cuando el impacto del EZLN sería registrado de otra manera, no sólo como un objeto de apoyo y solidaridad con México, sino como esa rebelión que en su esencia era también exactamente lo opuesto –una expresión de solidaridad con el movimiento de resistencia de Estados Unidos y otras partes del mundo “avanzado”–.
John Sellers, director del Ruckus Society, uno de los estrategas y participantes en el gran “carnaval de resistencia” en Seattle (momento crítico de la evolución de lo que hoy se conoce como el movimiento global por la justicia, o altermundista), comentó que Seattle tal vez no habría sido posible sin la rebelión del EZLN en 1994. Patrick Reinsborough, ecologista radical y también participante clave en Seattle, y sus secuelas en Washington y más recientemente Miami, afirma que el EZLN ha sido fundamental en la evolución del movimiento altermundista en Estados Unidos. Casi todos los activistas clave de este movimiento trazan parte de su evolución ideológica a partir del EZLN, entre otros actores mundiales.
Las mantas, camisetas y pancartas con las imágenes del zapatismo constatan su presencia en las grandes movilizaciones de protesta social en los pasados 10 años en Estados Unidos, y también las citas de las palabras de los comunicados y las consignas como “todo para todos, nada para nosotros”.
“Por fin recibimos el mensaje desde el sur”, exclamó un activista en un mitin contra el Fondo Monetario Internacional. “Y les queremos decir que ya entendimos, y estamos actuando.”
La presencia zapatista también se registró en el circuito cultural. Figuras del cine como Oliver Stone y Edward James Olmos visitaron Chiapas y regresaron al coro de apoyo y solidaridad en este país. Músicos como Rage Against the Machine y las Indigo Girls, junto con escritores, artistas plásticos y más, se sumaron a este movimiento. La librería cibernética más importante del país, amazon.com, registra 819 títulos de libros que de alguna manera tratan al zapatismo, junto con 207 bajo “EZLN”. Desde una edición bilingüe de La historia de los colores del subcomandante Marcos al volumen de escritos zapatistas Nuestra arma es nuestra palabra (publicado por Seven Stories Press con la colaboración de La Jornada), a los libros de John Womack, John Ross y el Zapatista Reader, la colección de ensayos de varios reconocidos escritores, fue coordinada por el famoso veterano del movimiento contra la guerra en Vietnam, Tom Hayden.
Hayden, en entrevista con La Jornada, dijo: “Los zapatistas tuvieron un enorme impacto al lanzar o ciertamente al ampliar el movimiento estadounidense contra el TCLAN y después contra la Organización Mundial de Comercio. Recuerdo muchas mantas y camisetas en Seattle en 1999. También influyeron en el estilo horizontal de no liderazgo de los movimientos de calle aquí”.
Sin embargo, hoy la presencia del zapatismo en este país se ha desvanecido. Ya no hay preguntas sobre Chiapas en los foros de los think-tank en Washington, ni entre representantes del gobierno estadounidense, ni mucha atención en los medios masivos de comunicación, y hay menos tesis dedicadas al tema en las universidades. De hecho, desde los primeros díasdel gobierno de Vicente Fox, el tema ya no ocupaba los primeros rangos de la discusión bilateral.
“Si el impacto se ha desvanecido –comentó Tom Hayden a este diario– es porque los zapatistas parecen haberse enfocado en el frente del sur de México, más que en los frentes nacionales e internacionales por ahora. Eso podría cambiar, claro. También podemos decir que han servido a la función histórica de catalizar un movimiento global de justicia en las calles y en los foros sociales, y en América latina han contribuido de varias maneras a una mayor resistencia de los indígenas en todas partes.”

* De La Jornada de México. Especial para Página/12.

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