Jueves, 23 de junio de 2016 | Hoy
EL MUNDO › EL REFERéNDUM DE PERTENENCIA A LA UE LLEGA CON PRONUNCIAMIENTOS APOCALíPTICOS Y UN ELECTORADO DIVIDIDO
El último metro de la recta final precipitó declaraciones de políticos, artistas y futbolistas en medio de actos de campaña, entrevistas, debates radiales o televisivos y explosión de las redes sociales que plantaban bandera en uno u otro lado.
Por Marcelo Justo
Página/12 En Gran Bretaña
Desde Londres
El Reino Unido decide hoy si sigue perteneciendo a la Unión Europea (UE) o da el portazo. En medio de una expectativa enorme en el resto de la Unión Europea y el mundo, con pronunciamientos del FMI, la Reserva Federal y el Banco Central Europeo sobre el peligro que representaría una salida para los británicos y la economía global, la campaña cerró con una última correntada de ese “sound and fury” con que definía la vida hace cinco siglos William Shakespeare.
El lamento de Macbeth (la vida como un cuento narrado por un idiota “full of sound and fury signifying nothing”) fue una vez más patente en el ensordecedor cruce de acusaciones entre los dos campos, en la equiparación de economistas a favor de la UE con nazis o las catástrofes cada vez más catastróficas que podían ocurrir si el Reino Unido permanece en la UE o se va de ella. En medio de tanto ruido, las encuestas siguieron parejas y el presentador de una radio muy popular, la LBC, se sorprendía anoche que “todavía hay millones que no decidieron su voto”.
El último metro de la recta final precipitó pronunciamientos de políticos, artistas, futbolistas (ver recuadro) en medio de actos de campaña, entrevistas, debates radiales o televisivos y explosión de las redes sociales que plantaban bandera en uno u otro lado. El primer ministro David Cameron no dudó en atacar con toda la despectiva arrogancia de escuela privada británica a Michael Gove, quien hasta la campaña era no solo su ministro de justicia sino uno de sus mejores amigos. “No sabe de lo que está hablando. Está totalmente perdido”, dijo.
Razón no le falta. Las declaraciones de Gove fueron uno de los platos favoritos de este cierre de campaña porque ilustraron los extremos verbales en que cayeron los normalmente moderados y circunspectos británicos que parecen perder los papeles cada vez que se ponen a hablar de Europa. Ante un informe de 100 economistas e instituciones que decía que la salida de la UE sería perjudicial para el Reino Unido, Gove no dudó en trazar un delirante paralelo histórico. “Los alemanes en los 30 reunieron a 100 científicos para fundamentar porqué se había equivocado Albert Einstein. Los científicos inventaron errores. La realidad es que lo denunciaban porque era judío’”, dijo muy suelto de cuerpo.
En uno de los programas centrales de la BBC, “News at one”, el tema volvió con otro de los adalides del Brexit, el ex alcalde Boris Johnson, hombre que vuela tan alto que quiere aterrizar en 10 Downing Street para sustituir a Cameron, algo que un “Brexit” facilitaría enormemente. Consciente del peligro, Johnson intentó evadir la pregunta que le hicieron sobre los comentarios de Grove. La repregunta fue ácida: ¿Piensa usted que el FMI es como los nazis? Johnson, que siempre reivindicó al FMI, pero que con esta campaña, junto al resto de los Brexit, se presenta como la figura “anti-establishment”, terminó atacando al organismo multilateral. “Gove ha hecho una campaña magnífica y la realidad es que el FMI no predijo la hecatombre de 2008 y se equivocó con el euro”, respondió.
Nadie se ha sonrojado por traicionar abiertamente la lógica más elemental o las propias ideas. Uno de los caballitos de batalla de los Brexit es que unos cinco millones de personas del resto de la UE va a venir al país en los próximos cuatro años, entre ellos millones de turcos. Como Turquía no forma parte del bloque europeo ni tiene muchas chances de serlo en las próximas décadas, los Brexit, con Johnson y Gove a la cabeza, alegan que la política oficial del Reino Unido es incorporar a Turquía a la UE, algo que Cameron desmintió en el curso de esta campaña. Pero en una cosa no se equivocan. El Reino Unido es uno de los países más “Turkey friendly” de la UE, pero por más que simpatice con los argumentos de los turcos, su postura no es decisiva porque el ingreso de un nuevo país depende del acuerdo de los 28 miembros y el cumplimiento de muchos requisitos.
Nueva curiosidad. Cameron no es el único que está a favor de la incorporación de Turquía. El mismo Boris Johnson se manifestó en este sentido cuando era alcalde de Londres. Cuando le hicieron escuchar la grabación de lo que había dicho, Johnson argumentó sin convencer a nadie que la UE había cambiado desde entonces. “Curioser and curioser” hubiera comentado Alicia en el país de las maravillas.
Los Brexit no tienen el monopolio de la hipérbole o el absurdo. El caballo de batalla de los pro-europeos es el impacto económico que tendrá una ruptura con la UE. Los sindicatos, los empresarios y los financistas se muestran sorprendentemente unidos en esta evaluación, pero en vez de hacer un análisis mesurado y serio del tema, los pro-europeístas han lanzado todo tipo de vaticinios apocalípticos que le han quitado credibilidad ante el electorado. El ministro de finanzas, el supertijeras George Osborne, no se cansó de pronosticar calamidades, desde una caída del PBI de entre el 3y el 6% hasta un desplome del valor de la libra esterlina y un derrumbe del precio de la propiedad que caería entre el 10 y el 18%. La semana pasada Osborne la remató anunciando que, en caso de Brexit, se vería obligado a presentar ante el parlamento un presupuesto de emergencia con recortes del gasto y aumentos impositivos de alrededor de 30 mil millones de libras (unos 46 mil millones de dólares), ajuste que profundizaría drásticamente la política de austeridad que viene aplicando desde que asumió el puesto en 2010.
Muchos británicos de a pie se han quejado de la opacidad e hipérbole del debate que ha creado una sólida masa de entre 10 y 17 por ciento de indecisos. En los últimos sondeos un 81 por ciento de los que se inclinan por el Brexit, señalaron que nada los haría cambiar de parecer mientras que entre los pro-europeos, el porcentaje del voto duro es de 77 por ciento. Con el penoso nivel de debate público, si se suman indecisos y cambios de último momento, hay suficiente masa crítica como para cualquier resultado.
Las encuestas no han podido capturar el impacto del asesinato de la diputada laborista pro-europea Jo Cox la semana pasada a manos de un antieuropeísta de ultraderecha. Cosa del destino, justo este miércoles, víspera del referendo, era el cumpleaños 42 de Cox y hubo homenajes a la diputada en todo el Reino Unido y otras partes del mundo, “Washington, Dublin, Bruselas, Oslo, Buenos Aires, Auckland y Beirut”, según la BBC. El marido de Cox, el activista Brendan Cox, señaló que “ella tenía un deseo manifesto de cambiarnos como sociedad y en nuestra manera de hacer política: la mataron por eso”, señaló.
En una Europa que ha conocido no solo las dos guerras mundiales del siglo XX sino tantas conflagraciones que las llaman por los años que duraron (la guerra de los 100 años, de los 30 años, de los siete años) y que ve nuevamente asomarse el espectro del sectarismo y la intolerancia, es impactante que el mensaje de la muerte de Cox pueda resultar decisivo, pero también indiferente en un referendo de tanta trascendencia.
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