EL MUNDO

La democracia que depende de apenas un 7 por ciento

Alejandro Toledo, cuya popularidad se encuentra en un 7 por ciento, salió a afrontar una nueva crisis en Perú a partir de contactos con funcionarios del régimen fujimorista. Y nadie cree ya que pueda completar su mandato.

 Por Carlos Noriega

Página/12
en Perú
Desde Lima

“Estuve y estoy contra todo acto de corrupción”, así comenzó el presidente Alejandro Toledo su discurso del sábado a la medianoche, con el cual intentó calmar, aunque sin mayor éxito, las turbulentas aguas políticas que amenazan hundir su gobierno. Con esas palabras el presidente peruano intentó tomar distancia del escándalo de corrupción en el que se ha visto involucrado su abogado y hombre de confianza, César Almeyda, quien fuera jefe de los servicios de Inteligencia y que desde el sábado está bajo arresto domiciliario. Una grabación hecha pública ese día puso en evidencia las negociaciones secretas que a finales de 2001 sostuvieron Almeyda, por entonces asesor presidencial, y el general Oscar Villanueva, quien fuera un alto miembro de la mafia de Vladimiro Montesinos, el ex hombre fuerte del gobierno del prófugo ex presidente Alberto Fujimori (1990-2000), y que en ese momento se encontraba prófugo, para que el abogado del presidente buscara sobornar jueces con el fin de que favorecieran al general montesinista en los juicios que enfrentaba por corrupción.
Intentando desmarcarse de las acciones ilegales de su ex hombre de confianza, Toledo señaló que estaba “decepcionado” por la conducta de Almeyda, la que calificó como “un hecho aislado”. “Me duele profundamente que Almeyda haya actuado a mis espaldas y lamento haber extendido mi confianza a quien ha demostrado no merecerla”, señaló el presidente peruano, que en su breve mensaje transmitido por televisión apareció acompañado de todo su gabinete ministerial. Toledo denunció que “la mafia”, término usado para referirse a fujimoristas y montesinistas, buscaba desestabilizar su gobierno para conseguir “impunidad”. Los principales dirigentes políticos de la oposición calificaron el mensaje de “decepcionante” e “insuficiente”. José Barba, de la derechista Unidad Nacional (UN), insistió en exigir la renuncia de Toledo y el adelanto de elecciones. El pedido ha sido apoyado con entusiasmo por la llamada “mafia fujimontesinista”, que está muy interesada en el derrumbe de la transición democrática y del proceso anticorrupción. Pero no recibió el mismo respaldo en otros sectores políticos. Incluso en UN tomaron distancia de lo dicho por Barba. Antero Flores Aráoz, congresista de esa agrupación, señaló a Página/12 que no compartía la propuesta de Barba, la que calificó como “precipitada y de consecuencias impredecibles”. El Apra, principal fuerza de oposición, no ha adoptado una postura clara en este tema. Mauricio Mulder, congresista del Apra, resumió la ambigüedad de la posición aprista con la siguiente frase: “Nosotros no queremos pedir un adelanto de elecciones para que no se diga que estamos ansiosos por llegar al poder, pero Toledo debe evaluar su condición de un presidente con 7 por ciento de popularidad”.
Consultado por Página/12, el analista político Alberto Adrianzén señaló que “el mensaje ha sido insuficiente porque se esperaba mayor autocrítica y el anuncio de un conjunto de medidas concretas para reforzar la lucha contra la corrupción; Toledo también debió anunciar el licenciamiento de su entorno presidencial”. En opinión de Adrianzén, el mensaje de Toledo “no ha ayudado a superar la crisis”, y considera que “el gobierno comete muchos errores y cada vez es más difícil que Toledo llegue a completar su mandato en el 2006”. “Si Toledo cae –agrega–, saldrá ganando la mafia fujimontesinista que tendrá espacios para negociar.”
En su mensaje, Toledo eludió referirse a la situación de su principal aliado político, Fernando Olivera, embajador en España y líder del Frente Independiente Moralizador (FIM), agrupación política que tiene una alianza de gobierno con el oficialista Perú Posible (PP), gracias a la cual le aporta diez votos en el Congreso de 120 miembros. Esta ausencia fue la más notoria y la más criticada del mensaje presidencial. Almeyda involucró aOlivera en sus turbias negociaciones con el montesinismo, pero luego se retractó, aunque esta segunda versión no ha convencido a muchos. La decisión de Toledo de eludir el tema Olivera no solamente se ha convertido en un factor de irritación en las filas de la oposición, sino, incluso, dentro del propio gobierno. Antes de aparecer en la televisión cerca de la medianoche del sábado, Toledo mantuvo una reunión de más de tres horas con sus ministros, en la que también participó Olivera, que esa misma noche había llegado de Madrid. Una fuente bien informada, que pidió guardar el anonimato, reveló a Página/12 que en esa reunión, que calificó de tensa, el ministro del Interior, Fernando Rospigliosi, le exigió a Toledo que destituyera a Olivera del cargo de embajador en España, que el ministro de Justicia Fausto Alvarado, quien es miembro del FIM, también sea removido del puesto y cambiado por un independiente que garantice un buen manejo de la lucha anticorrupción, y que el gobierno rompiera su alianza con el FIM. El pedido de Rospigliosi habría contado con el respaldo de al menos otros tres ministros. Otros miembros del Gabinete también habrían expresado su apoyo, aunque de manera menos explícita, al rompimiento con Olivera, al que consideran como un factor desestabilizador.
El gobierno de Toledo enfrenta sus horas más difíciles y en el oscuro horizonte de la política peruana aparecen los fantasmas de De la Rúa, Mahuad y Sánchez de Lozada.

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Alejandro Toledo trata de proyectar una imagen de unidad y control en su mensaje.
“Lamento haber extendido mi confianza a quien ha demostrado no merecerla”, alegó el presidente.
 
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