ESPECTáCULOS › UN EXPERIMENTO QUE NO DIO FRUTOS APRECIABLES
Los conductores sin registro
El intento de adaptar a Ronnie Arias, Millie Stegmann y Alfredo Casero a ese rubro no llegó a buen puerto: el rating cae en picada.
Por Emanuel Respighi
La temporada veraniega es el momento elegido por la industria televisiva para la experimentación. La baja del encendido televisivo, la preocupación en la producción de los platos fuertes de la temporada para marzo-abril, los vacíos que se producen en la programación y los escasos ingresos publicitarios hacen de los dos primeros meses del año el período ideal para el ensayo de formatos, programas y roles. Una especie de “prueba y error” cuyo resultado, por lo general, es olvidable. En ese marco, este verano la industria apostó a pasar el verano a fuerza de programas de entretenimiento más o menos cuidados. Y se animó a probar en el rol de conductores a personajes que lograron tener un buen feeling con el público a través de otro tipo de trabajos televisivos, tales los casos de los debutantes Alfredo Casero, Ronnie Arias y Millie Stegmann, todos en la pantalla del 13. ¿El resultado? Conductor se nace, o en todo caso se hace, pero no se improvisa.
La idea de los productores es casi puramente comercial: trasladar la popularidad que tienen los actores (¿o acaso Ronnie no es un actor?) a un terreno que les es ajeno, colocándolos al frente de programas de interés general. En ese pensamiento, el poder de convocatoria estaba asegurado. Y sin embargo, nada más alejado de la realidad. De hecho, desde sus debuts el rating viene en baja para los tres programas: Las Millie y una a duras penas supera los 5 puntos de rating, los 12.7 puntos que promedió Mentime que me gusta en el primer envío bajaron a 9.7 en su última emisión y la audiencia de Uno contra todos disminuyó más de 5 puntos con relación a su debut. Una proyección de rating que demuestra cómo las expectativas del público se fueron al demonio desde el mismo día en que los programas salieron al aire. Y así queda en evidencia que el rol de conductor no es para cualquiera, por más esfuerzos que se hagan.
Después de su consagración como notero afeminado en Kaos en la ciudad, Arias tuvo su recompensa: estar al frente de su propio programa. Presentado como un ciclo ideal para su personaje de “loca en celo” –cuatro personas cuentan sus historias, pero sólo una es verdadera–, en los primeros tres capítulos se pudo observar a un Arias que aún no encontró el equilibrio necesario en la conducción. En ocasiones un poco apagado, en otras demasiado subido de tono (maltratando a la tribuna y a los participantes, cachetada incluida), Arias intenta hacer lo que mejor sabe: frivolizar todo a partir de la obsesión sexual. Pero su estilo y el pasaje de una variada gama de participantes freaks –simulando ser gente “común”– convierte a Mentime... en una suerte de show bizarro difícil de vender.
La tarea de Casero en Uno contra todos, en cambio, es mucho más compleja. Desde el vamos, el complicado formato del ciclo –ideal para entrenados economistas o matemáticos– atenta contra todo lo bueno que, a priori, el Gordo puede llegar a aportar desde su histrionismo. Pero, a diferencia de Arias, Casero ni siquiera se propone utilizar sus variadas herramientas humorísticas. Como si estuviera incómodo o forzado vaya a saber por qué motivos, Casero intenta jugar al rol de conductor serio con el consecuente letargo en el ritmo que todo ciclo de preguntas y respuestas debe tener. Es en ese papel-esclavo donde el programa pierde el plus necesario para compensar la falta de consistencia de un formato aburrido desde su génesis.
Tampoco alcanza con mantener una sonrisa constantemente. Ni siquiera tratándose de un programa destinado al ama de casa como Las Millie y una. Los esfuerzos de Stegmann por llevar adelante el programa chocan contra sus propias posibilidades. Perdida en un papel que no le sienta, la ex protagonista de Son amores no para de leer los carteles del apuntador fuera de cámara para saber qué es lo que sigue y abusa de los “salvatajes” del cocinero Donato De Santis, quien siempre tiene algo simpático para agregar. Pero así y todo, nada le agrega Millie a la conducción. Está claro que no alcanza con el carisma para ser conductor: lo que hace falta son buenas y serias propuestas. Y mucho, mucho trabajo.