Jue 25.03.2004

EL MUNDO  › HOMENAJE A LAS 190 VICTIMAS DE LOS ATAQUES DE MADRID

Adiós a los muertos del 11-M

Por Elizabeth Nash *
Desde Madrid

Mientras los miembros de la congregación hacían fila frente al altar de la catedral madrileña de Almudena para tomar la comunión de manos del arzobispo de la ciudad, una mujer que perdió a un familiar en los atentados de hace dos semanas se acercó a la reina Sofía, sentada frente al altar y esforzándose por contener las lágrimas. La reina tomó las manos de la mujer y lloró. Fue el primer gesto de calor humano en una ceremonia pomposa y protocolar, fría y gris como el edificio en el que se realizó. Un hombre se tropezó mientras avanzaba hacia el rey Juan Carlos, quien lo agarró de las manos y sacó un pañuelo blanco con monogramas para sonarse la nariz, congestionada por la emoción.
Más de 30 obispos, cardenales y arzobispos presidieron el primer funeral de Estado que la España moderna celebra para personas que no pertenecen a la familia real. Unas 2000 personas llenaron la catedral, entre ellas la familia real española completa –el príncipe Felipe y su prometida, las dos infantas y sus esposos–, líderes políticos, miembros de otras casas reales europeas y representantes de más de 50 países. Sin contar a los 600 desconsolados familiares. Sólo las túnicas color crema del hermano del rey de Marruecos, el príncipe Mulay, y la ropa de colores de las familias de las víctimas rompieron el negro de los trajes de los jefes de Estado.
Varias pantallas gigantescas y cientos de sillas fueron ubicadas fuera de la catedral para que el público siguiera el servicio.
Antes de que comenzara la ceremonia, y mientras el presidente de Gobierno saliente, José María Aznar, se sentaba en su lugar, un hombre gritó “¡Aznar, lo responsabilizo por la muerte de mi hijo!” . Los reyes Juan Carlos y Sofía giraron sus cabezas en dirección a la voz, pero segundos después la música del órgano y el coro empezaron a sonar. Fue la primera aparición pública significativa de Aznar luego de las elecciones que lo sacaron del poder hace dos domingos. Se lo vio 10 años más viejo.
Las exclamaciones de dolor y el llanto interrumpieron varias veces los cantos y las lecturas religiosas, mientras docenas de clérigos envueltos en hábitos dorados iban y venían cargados de velas, cálices e inciensos. El arzobispo de Madrid, el cardenal José María Rouco Varela, exhortó a los españoles a rechazar el “nacionalismo exasperado, el racismo y la intolerancia” y a contrarrestar “la violencia ciega y el odio inhumano con el fascinante poder del amor”. El altar estaba envuelto en una gran sábana blanca, colgada con un festón negro de luto. El negro contrastó con el ascético interior de la catedral e incrementó el clima lúgubre del lugar.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Milagros Belgrano

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