EL MUNDO
Jacques Chirac le dice adiós a su gabinete pero no a su premier
Dos días después de la derrota electoral de la derecha gobernante de Francia, el presidente Chirac reconfirmó a su primer ministro, Jean Pierre Raffarin. Los cambios de gabinete que se anunciarán hoy vaticinan una mudanza para el ministro de Interior, Nicolas Sarkozy, que se iría a Economía.
› Por Eduardo Febbro
Indiferente al veredicto de las urnas, el presidente francés, Jacques Chirac, mantuvo en su puesto al premier Jean Pierre Raffarin. A pesar de la estrepitosa derrota electoral sufrida por la derecha en la segunda vuelta de las elecciones regionales del domingo, el mandatario le renovó la confianza por un período de 100 días. El premier tiene que llegar a revertir la situación de aquí a las elecciones europeas del mes de junio y, si no lo consigue, deberá ceder su puesto a otro miembro de la derecha. La presidencia le confió una misión que parece imposible: preparar un “gobierno de combate” cuyo objetivo consiste en lavarle la cara a una política liberal que, en casi dos años, dejó muchos pobres por el camino.
Muchos analistas apostaban a que el jefe del Estado optara por defender su clan antes que los intereses de la derecha y de su país. Por segunda vez, el nombramiento como primer ministro del actual ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, quedó postergado. Sin embargo, es posible adelantar que “Sarko” –según se lo apoda en Francia– obtenga un ministerio aún más clave que el del Interior en el nuevo gobierno que será anunciado hoy. La popularidad de Sarkozy y los éxitos cosechados durante su mandato a la cabeza de Interior hacen pensar que “heredará” la cartera de Economía. En los corredores de los ministerios se habla de una “transformación profunda” del Ejecutivo. A lo largo del día, los principales ministerios conocieron una actividad frenética.
La estrategia de Chirac y del conjunto del oficialismo consiste en decir que “el pueblo no entendió el sentido de las reformas”. El jefe del Estado corre el riesgo de provocar un masivo rechazo en la opinión pública y una no menos masiva parálisis de la acción gubernamental dependiente del juego electoral de las elecciones europeas de junio. Los observadores arguyen que el sueño de cambiar el panorama para esa fecha es irrealizable. Acorralado por la sentencia de las urnas, maniatado por el odio personal contra Sarkozy, Chirac parece repetir los errores que en el pasado le hicieron perder la mayoría en la Asamblea Nacional. En 1997, pensando que podía afianzar un Poder Legislativo vuelto inestable a raíz de las desavenencias en el seno de la derecha, disolvió anticipadamente la Asamblea y perdió las elecciones.
El analista Jérome Sainte-Marie señala que “ahora tenemos por un lado una sociedad que manifiesta violentamente su descontento y, por el otro, un poder político que exhibe su sordera”. Frente a este panorama crítico, la izquierda triunfante mantiene un perfil modesto y se frota las manos. Ante la perspectiva de las elecciones presidenciales del 2007, los socialistas quieren hacer de las regiones francesas el foco de un contrapoder activo. El azar les facilitará la estrategia. Las leyes de descentralización decididas por la derecha les otorgan a las regiones más poderes frente al poder central. Y desde el domingo, 21 de las 22 regiones del país están dirigidas por la izquierda.