Jue 01.04.2004

EL MUNDO  › UNA MULTITUD MASACRO LOS CUERPOS Y CLAMO POR LIBERAR A IRAK

Jornada mortífera para el ocupante

Nueve muertos extranjeros (cinco soldados y cuatro civiles de EE.UU.) fue el saldo en Faluja, en donde hay focos insurgentes.

Por Robert Fisk*
Desde Bagdad

“Los cuerpos estaban colgados cabeza abajo a cada lado del puente. No tenían ni manos ni pies y uno no tenía cabeza.” Mi viejo amigo iraquí había ido en automóvil a Faluja justo después de la masacre. Estaba temblando cuando me dijo lo que vio. “La gente de Faluja pasaba por el puente como si nada estuviese sucediendo, justo frente a los cuerpos.” El viejo puente del tren está en el lado oeste de la ciudad sunita musulmana, un puente sobre el río Eufrates, y los cadáveres habían sido atados a los viejos fierros del puente británico, a unos dos metros sobre la ruta. Además, cinco marines de Estados Unidos también fueron muertos a sólo 32 kilómetros de Faluja por una bomba detonada desde la ruta y 15 iraquíes heridos por un autobomba en la ciudad de Baba que había sido destinada a un convoy de policía iraquí.
En realidad, eran cuatro hombres occidentales masacrados en Faluja ayer, todos contratistas de los estadounidenses, algunos aparentemente armados, y habían sido arrancados de sus automóviles en el centro de la ciudad, mutilados, lapidados, quemados, golpeados con caños de hierro. Uno de ellos fue decapitado, luego arrastrado por las calles detrás del automóvil. Lo que las fuerzas de ocupación angloestadounidenses luego llamaron un crimen “particularmente brutal” eran demasiado reales en los videos tomados por equipos de cameramen iraquíes en Faluja pero que no fueron mostrados en los canales de televisión occidentales anoche. Otro hombre de Faluja también dio una escalofriante descripción anoche sobre cómo los hombres fueron arrancados de sus automóviles mientras rogaban por sus vidas. “Los rociaron con nafta y los prendieron fuego”, dijo.
Fue un día especialmente terrible en Irak. Cinco marines de Estados Unidos también fueron muertos a 32 kilómetros de esa ciudad por una bomba detonada desde la ruta y 15 iraquíes heridos por un autobomba en la ciudad de Baba que había sido destinada a un convoy de policía iraquí. Como siempre, las fuerzas de ocupación no contaban a los muertos iraquíes. Pero serán los videos lo que recordarán todos aquellos que los vieron, y por los árabes que pudieron ver la mayoría de ellos, sin censura, en sus propios canales. Mostraban a los dos vehículos incendiándose y dos hombres al lado. Uno, claramente un occidental, está de espaldas, con pantalones marrones pero con su camisa levantada por encima de su pecho, mirando el cielo. Una charco de nafta encendida rodea el cadáver y sus manos están como garras sobre su pecho. Una multitud grita, canta, muchos gritan Allahu Adhbar, Dios es grande, y “Faluja será liberada”, luego usan un gancho de hierro para arrastrar otro cuerpo quemado debajo del segundo vehículo.
Estos eran los horrores de Irak ayer, imágenes que deben haber recordado al mundo de la debacle estadounidense en Somalía si se hubieran mostrado fuera de Medio Oriente. Porque la multitud envolvió uno de los cuerpos con cinta de atar amarilla, la ató al paragolpe trasero de un automóvil y luego lo arrastraron por la calle principal de Faluja hacia el puente del Eufrates, todo el tiempo saltando y riendo. Se pueden ver a los automóviles bocinando con impaciencia para pasar este obsceno cortejo como si esos horrores ocurrieran todos los días. Había muchos occidentales en Irak anoche que estaban rogando no estar ahí. Uno de los hombres muertos –que fueron, en las palabras de un iraquí, “masacrados como ovejas”– parecía tener una chapa de identificación militar. Un pasaporte estadounidense yacía al lado de otro. Un civil local dijo que los mujahedin –“guerreros santos”– habían tirado dos granadas a cada automóvil antes de arrastrar a los ocupantes al camino.
Desde hace dos meses los estadounidenses no han sufrido esta actual escala de muerte. Sólo un día antes, el brigadier general Mark Kimmit, el vicedirector estadounidense de las operaciones militares en Irak, estaba alardeando que los marines de Estados Unidos en Faluja se encontraban con menos problemas de seguridad y “están bastante contentos con la forma enque se están moviendo progresivamente hacia adelante”. Aún más irónico fue la extraordinaria distinción del general Kimmit en la conferencia de prensa ayer entre “terroristas” e “insurgentes”. Caracterizó la violencia en Faluja, la escena de la pequeña masacre de ayer, como el trabajo de “insurgentes”; había una diferencia, dijo, entre “ex elementos del régimen, quizás entrenados por el ejército iraquí” que habían atacado a los soldados y la comisaría de Faluja y los “terroristas” que elegían ataques suicidas espectaculares”, que atacan barracas del ejército iraquí, hoteles, mezquitas y festivales religiosos en Kerbala y Bagdad. Estos, insistió, involucraban a Al Qaida, Zarkawi, el último cuco que los estadounidenses publicitaron el mes pasado y otros grupos.
La verdad es que la mayoría de los estadounidenses no han informado sobre “combatientes extranjeros” en sus áreas de ocupación y –a pesar de las declaraciones del general Kimmit– los militares de Estados Unidos básicamente creen que el creciente número de ataques en Irak es llevado a cabo por organizaciones guerrilleras del país. Es el mismo problema con que los estadounidenses se han enfrentado desde el comienzo: explicarse cómo los iraquíes a quieren ellos supuestamente vinieron a “liberar” querrían matarlos.
El palacio de Paul Bremer está ahora rodeado de masivos muros de concreto y acero, puestos de control con bolsas de arena y portones de hierro y escuadrones de tropas estadounidenses muy armadas. Sin embargo, el lugar es atacado por fuego de mortero casi todas las noches. De manera que ¿qué extranjero, o iraquí para el caso, está seguro aquí? Estaba afuera de una oficina de televisión occidental en Bagdad ayer, observando cómo se construía aún otra pared de concreto a su alrededor. Los milicianos armados iraquíes estaban parados en cada esquina del complejo y los hombres de seguridad británicos estaban de guardia afuera. Si el viejo palacio presidencial de Bremer con su portón triunfal se parece ahora al asiento del viejo Raj británico, la oficina que yo visité se empezaba a parecer a esas viejas fotos de la residencia británica en Luchnow durante el motín de India. Para esto es que hemos venido ahora a Bagdad: extranjeros en fuga.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12. Traducción: Celita Doyhambéhère

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