Jue 06.05.2004

EL MUNDO  › LA CASA BLANCA NECESITA DINERO EXTRA PARA IRAK Y AFGANISTAN

Bush corre a apagar el fogonazo de Irak

El presidente de EE.UU. no dejó una disculpa clara por las torturas infligidas a los prisioneros iraquíes (cuando la enviada británica supo de un nuevo caso de abuso). El titular de Defensa, Donald Rumsfeld, hablará ante el Congreso mañana.

Por Rupert Cornwell y Justin Huggler *
Desde Washington y Bagdad

En un esfuerzo desesperado por contener el daño provocado por los informes de abuso a prisioneros iraquíes, el presidente George Bush reconoció ayer a un indignado mundo árabe que lo que había pasado era “abominable” y “reflejaba mal a mi país”. Pero aunque prometió una investigación completa y el castigo de los responsables, no hizo una disculpa clara. El recientemente nombrado general Geoffrey Miller, a cargo de la prisión de Abu Ghraib, hizo lo que el presidente no había hecho: se disculpó personalmente en nombre de Estados Unidos y del ejército de ese país y garantizó que esos hechos no volverían a ocurrir. Ante la coyuntura cada vez más difícil para las fuerzas de ocupación, Bush pidió al Congreso de su país 25 mil millones de dólares adicionales –al presupuesto para 2005 por 2,4 billones de dólares– para financiar las operaciones militares en Irak y Afganistán.
En entrevistas sin precedentes y rápidamente arregladas con dos canales de televisión de idioma árabe en el Maproom de la Casa Blanca, Bush insistió en que las imágenes de los soldados maltratando a los prisioneros en la prisión de Abu Ghraib no representaban a Estados Unidos. Su país, prometió, “limpiaría sus acciones”. Pero no quedó nada claro si las palabras de Bush podrían apaciguar la furia en Irak y en el mundo árabe.
Tampoco aliviaron la presión sobre Donald Rumsfeld, el secretario de Defensa y el principal arquitecto de la invasión del año pasado.
El Comité de las Fuerzas Armadas del Senado “invitó” a Rumsfeld a dar un testimonio público mañana. Llamando al abuso “horrible y totalmente inaceptable”, John Warner, el republicano de Virginia que preside el panel, hizo notar que Rumsfeld y los otros altos funcionarios en el Pentágono “tenían la máxima responsabilidad por las acciones de los hombres y mujeres en uniforme”.
Esa opinión es compartida por todo el espectro político en el Senado, que hace mucho que resiente el trato arbitrario de Rumsfeld. “Si el rastro de responsabilidad conduce a la oficina del secretario de Defensa, entonces éste debería renunciar”, dijo Joe Biden, un demócrata en el Comité de Asuntos de Relaciones Exteriores del Senado. Pero en una serie de entrevistas de radio y televisión, Rumsfeld tampoco se disculpó, insistiendo en que el abuso era un incidente aislado, cuyos culpables serían castigados. En un punto, hasta se negó a conceder que las humillaciones y abusos ejercidos sobre los prisioneros llegaban a la tortura. “No soy un abogado”, dijo.
A pesar de la ira y la difundida sensación de que una cabeza debe rodar, las probabilidades son que el titular de Defensa mantendrá su puesto. Algunos legisladores señalan que es improbable que Bush remueva a su equipo de seguridad nacional a menos de seis meses de las elecciones, en un momento en que toda la operación militar en Irak está pendiendo de un hilo. En las entrevistas, una emitida sin editar en inglés con un resumen en idioma árabe después, y la otra con una voz en árabe en simultáneo, Bush trataba de proyectarse firme y tranquilizador. “En una democracia todo no es perfecto”, declaró. “Se cometen errores.” Pero en una democracia, los errores se tratan: “Habrá investigaciones, la gente irá a la Justicia”. Pero no ofreció una disculpa personal, y le dijo al canal Al Arabiya que, fuera lo que fuera que hubiera pasado, las fuerzas de Estados Unidos permanecerían en Irak hasta que su misión se haya cumplido. “Queremos ayudar a Irak. Hicimos una promesa”, dijo. “Estados Unidos mantendrá esa promesa, porque creemos en la libertad y creemos que el pueblo de Irak quiere ser libre.” Hablando antes en el mismo canal, ayer, la consejera de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice, se disculpó. “Sentimos profundamente lo que le sucedió a esa gente y lo que las familias deben estar sintiendo. No está bien”, dijo. Pero, por otro lado, el nuevo hombre a cargo de la prisión iraquí en el centro del escándalo por abuso de prisioneros, hizo ayer lo que el presidente Bush no hizo: pidió disculpas por el trato humillante y degradante al que se sometió a los presos iraquíes. “Me gustaría pedir disculpas por nuestra nación y por nuestro ejército por el pequeño número de soldados que cometieron acciones ilegales o no autorizadas aquí en Abu Ghraib”, le dijo a los reporteros el general Miller. “Personalmente garantizo que esto no ocurrirá otra vez.” El general estaba hablando para los periodistas en una gira por la prisión, como parte de un intento desesperado de Estados Unidos de revertir los golpes que recibe a causa del escándalo.
Pero aun cuando el general Miller le mostraba a los periodistas los cuartos donde se habían tomado las fotografías, donde los prisioneros fueron obligados a estar acostados en una pirámide y simular masturbarse mientras una soldado estadounidense miraba, afuera había más evidencia del devastador efecto que las fotografías habían hecho sobre la ya manchada imagen de Estados Unidos a los ojos de los iraquíes. Miles de iraquíes marchaban afuera de Abu Ghraib, entre ellos muchos que todavía tenían a familiares dentro de la prisión y temían que fueran sometidos a tratos similares. “La democracia no significa matar gente inocente”, cantaban, mientras una nueva fotografía que se vio ayer parecía mostrar el cuerpo de un iraquí muerto envuelto en celofán y lleno de hielo, dentro de Abu Ghraib. Algunos de los manifestantes izaron una bandera que decía: “Liberen a las mujeres o comenzaremos la Jihad”.
Cientos de prisioneros mantenidos en una jaula de alambre de púa se apretujaban contra la alambrada cuando los reporteros entraban al complejo. Entre ellos había por lo menos 10 con muletas, aparentemente heridos recientemente cuando una ronda de morteros disparados por insurgentes hizo blanco en la prisión, matando a 22 presos. Las autoridades de Estados Unidos han sido criticadas por mantener a los detenidos en carpas afuera de los edificios, donde hay más riesgo de tales ataques.
El general Miller fue llevado a Irak para reemplazar a la general Janis Karpinski, la comandante de Abu Ghraib en el momento de los abusos. Pero aún su nombramiento parece demostrar lo fuera de tono que está Estados Unidos con la opinión de los iraquíes y del público árabe. Cuando se anunció su nombramiento, Estados Unidos orgullosamente se refirió a sus antecedentes dirigiendo el campo de detenidos por ser sospechosos de pertenecer a Al Qaida en Guantánamo, un lugar que es notorio en el mundo árabe por su injusticia y su trato inhumano.
Miller anunció nuevas medidas para mejorar el trato de prisioneros en Abu Ghraib, como ser la presencia permanente de la Cruz Roja. Pero lo que dijo que sería aceptable, era perturbador. Medidas tales como privación del sueño sólo serán permitidas con la aprobación de un funcionario superior, pero serán permitidas. No se podrán poner capuchas sobre las cabezas de los prisioneros, pero se permitirá vendarles los ojos. Los que llevan a cabo interrogatorios podrán usar “técnicas de interrogación que aumenten la ansiedad”, admitió el general.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère

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