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› NUEVAS EVIDENCIAS COMPROMETEN A RUMSFELD EN LA ORDEN DE TORTURAR
Orgía de fotos de la casa del horror
Mientras las tropas españolas completaban su retiro de Irak y nuevos combates en Kerbala dejaban 18 rebeldes muertos según EE.UU., salió a la luz una nueva serie de fotos de humillaciones y torturas a detenidos iraquíes por los estadounidenses, junto con testimonios cada vez más macabros de las víctimas.
Por Andrew Buncombe, Justin Huggler y Leonard Doyle *
Desde Washington y Bagdad
El escándalo de abusos de la prisión Abu Ghraib volvió a reavivarse ayer después de la publicación de nuevas fotos y declaraciones juradas que describían la violación de un adolescente, cómo prisioneros eran apilados como animales y cómo otros iraquíes eran obligados a comer comida que había sido arrojada al inodoro en el centro de detención manejado por Estados Unidos. Justo cuando parecía que el escándalo se estaba calmando, la información nueva enfureció otra vez al mundo árabe y volvió a sacudir a la administración Bush, ya en problemas tras una semana en la que fuerzas norteamericanas mataron a docenas de invitados en una fiesta de casamiento en Irak al confundirlos con rebeldes. Ayer, los combates prosiguieron en la ciudad santa chiíta de Kerbala, dejando a “18 rebeldes muertos”, según militares norteamericanos.
A pesar de que ya se conocía la existencia de las imágenes –legisladores del Capitolio las habían visto en sesiones privadas–, su publicación ayer aumentó la presión mientras Washington se prepara para entregar el poder a una administración iraquí a fines de junio. En parte como preparación de la entrega de poder, micros llenos de 474 detenidos iraquíes dejaron ayer la prisión Abu Ghraib en las afueras de Bagdad, ya que Estados Unidos busca reducir la cantidad de arrestados en el lugar tristemente célebre: la semana pasada fueron liberados 300, y se prevé la próxima salida de otros 394. Pero las nuevas fotos y declaraciones –crudas y gráficas– eclipsaron la liberación de los pocos prisioneros. En una de las declaraciones juradas, un prisionero cuenta que fue testigo de la violación de un adolescente iraquí de entre 15 y 18 años por parte de un traductor del ejército estadounidense. Kasim Mehaddi Hilas, prisionero número 151.108, dice que una mujer soldado tomó fotos de la violación. Habían colgado sábanas para que los demás prisioneros no pudieran ver, pero Hilas dice que escuchó los gritos del chico y que se subió a una puerta para ver. “El chico estaba muy dolorido”, dice su declaración.
Junto a estos testimonios, publicados en el Washington Post, hay una batería de imágenes que probablemente perseguirá a EE.UU. En una foto se ve a un iraquí completamente desnudo con sus brazos abiertos de espaldas a la cámara. Su cuerpo está cubierto con una sustancia marrón que parece excremento. Está seco en la parte de atrás de su cabeza.
Sin embargo, no son simplemente estas imágenes y las nuevas informaciones las que están haciendo temblar a Estados Unidos sino la evidencia abrumadora que sugiere que, lejos de ser un episodio aislado, involucrando a unos pocas manzanas podridas de Appalachia, como dice la administración, el abuso era parte de un enfoque sistemático y despiadado en el manejo de sospechosos “terroristas” en el mundo post-11/9. Está surgiendo fuerte evidencia de que la responsabilidad por los abusos llega hasta la cúspide del Pentágono, donde una “operación negra” ultrasecreta fue organizada para llevar a cabo el proceso de interrogación. Esta unidad, bajo la dirección del Dr. Stephen Cambone, subsecretario de Defensa para Inteligencia, supuestamente utilizaba teorías desarrolladas por un académico, hoy fallecido, para guiar la tortura de los detenidos. El libro, La mente árabe, escrito por el antropólogo cultural Raphael Patai, incluye un capítulo de 25 páginas sobre los árabes y el sexo, en el que sostiene que la mayor debilidad de los árabes es la vergüenza y la humillación. Seymour Hersh, en la revista The New Yorker, describe este libro como un apuntalamiento práctico e intelectual de la cultura de la tortura en Abu Ghraib.
En otra declaración jurada, otra supuesta víctima cuenta cómo soldados norteamericanos lo sodomizaron con un bastón, mientras otro soldado tomaba fotos del incidente. El nombre de este prisionero no se difunde por ser víctima de un supuesto ataque sexual. Otros prisioneros cuentan cómo fueron obligados a comer cerdo o a tomar alcohol a pesar del hecho de que eran musulmanes. Ameen Saeed al Sheikh, detenido número 151.362, dice que fue torturado y que le dieron órdenes de denunciar al Islam. Dice que un soldado le preguntó: “¿Le reza a Alá?”. Y él dijo que sí. Ellos dijeron: “(mala palabra) vos y (mala palabra) él”. Sheikh dice su pierna estaba rota, y que uno de los soldados comenzó a golpearlo en la pierna y le ordenó maldecir al Islam. “Me ordenaron que le agradezca a Jesús estar vivo”, dice.
En Abu Ghraib parece que este esfuerzo fue combinado con ideas que habían sido desarrolladas en el libro de Patai. El New Yorker dice que el libro era la “biblia de los neoconservadores sobre el comportamiento árabe”, y les dejó dos ideas: que los árabes solamente entienden la fuerza, y que la humillación y la vergüenza son sus debilidades más grandes.
El especialista Charles Graner, uno de los siete soldados de la Unidad 372 de la Policía Militar basado en Cumberland, Maryland, acusado y claramente identificado en las declaraciones de algunos de los detenidos, ya ha dicho mediante su abogado que tiene intenciones de declarar en la Corte Marcial que estaba siguiendo órdenes. El y otros acusados dirán que los interrogadores norteamericanos les dijeron que ablandaran a los detenidos para ser interrogados. Es probable que las audiencias iluminarán más aún el rol del general Geoffrey Miller, un ex celador en Guantánamo, que se hizo cargo de Abu Ghraib el año pasado con planes de convertirlo en un centro de interrogación. Puso a la Policía Militar bajo el control táctico de la Brigada 205 de Inteligencia Militar.
El especialista Jeremy Sivits, que se declaró culpable en una Corte Marcial como parte de un arreglo, le dijo al tribunal que uno de los otros acusados le había comentado que los interrogadores le habían dicho que siguieran abusando de los prision eros y que estaban haciendo un buen trabajo. Esta versión es confirmada por uno de los ex detenidos en Abu Ghraib, Saddam Saleh, prisionero número 200.144, quien dice que él es uno de los prisioneros de las fotos. Se trata de la foto en la que la sonriente soldado Lynndie England apunta con su dedo a los genitales de una fila de hombres desnudos y encapuchados. Saleh, ahora liberado, dice que sabe que él es tercero de la derecha –estaba encapuchado cuando se tomó la foto y no podía ver a England– porque los soldados norteamericanos le mostraron la foto y le dijeron quién era, aparentemente para humillarlo más aún. Esto confirmaría la versión que sostiene que las fotos se tomaron para humillar y desmoralizar a los prisioneros. Saleh también dijo que había sido torturado por 18 días seguidos en Abu Ghraib, pero que la tortura se detuvo abruptamente. Mientras se seguía torturando a otros prisioneros, a él lo dejaron en paz. Exactamente al mismo tiempo que las torturas se detuvieron, los interrogadores comenzaron a indagarlo en sesiones regulares. Antes no había sido interrogado.
Si la tortura estaba diseñada para extraer información útil de los prisioneros, en el caso de Saleh no funcionó. Dice que, después de lo que pasó, estaba listo para decirles a los interrogadores cualquier cosa que él pensaba que ellos querían saber, solamente para escapar de cualquier maltrato. “A lo que me preguntaran, yo solamente respondía que sí. Estaba desesperado”, dice en su declaración. Los interrogadores le preguntaron si era un miembro de Ansar al Islam, un grupo kurdo islamista con supuestos vínculos con Al Qaida. “Yo dije que sí”, afirmó Saleh, aunque dice que no sabía nada del grupo. Ha sido liberado, lo cual indica que los interrogadores norteamericanos decidieron que no tenía nada que ver con el grupo. Le preguntaron si era un miembro de Jeish Mohammed, un grupo iraquí de resistencia sunnita. “Les dije que mi primo era el líder de JeishMohammed”, dice Saleh. Le preguntaron si conocía a Abu Musab al Zarqawi, un líder militante en Irak vinculado con Al Qaida. “Dije que sí, pero nunca antes había escuchado de él.”
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Ximena Federman.
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