Dom 23.05.2004

EL MUNDO  › LA POSGUERRA SUCIA
COMO FUE POSIBLE EL ATAQUE DE ESTA SEMANA CONTRA UN CASAMIENTO

El ejército de apuntar a matar

¿Están las fuerzas estadounidenses fuera de control en Irak? Más allá de las fotos horribles de humillaciones y torturas en la prisión de Abu Ghraib, en el campo de batalla está emergiendo un patrón de comportamiento de este tipo. Aquí, un retrato de los hechos.

Por Raymond Whitaker y Justin Huggler *
Desde Londres y Bagdad

Entre la ciénaga de fotos horrendas de Irak de la semana pasada surgieron imágenes aun peores que las de las humillaciones y las torturas de detenidos en la prisión de Abu Ghraib. Estas fotos muestran pedazos de carne y manojos de cabello de mujer tirados en una escena devastadora. Entre los pocos objetos reconocibles hay instrumentos musicales. Este es el escenario de un incidente que ha distanciado a los iraquíes de sus ocupantes como pocos otros. Ha subrayado un tema más significativo, mucho menos discutido que el maltrato en las prisiones: el grado del uso indiscriminado del poder de fuego norteamericano ha convertido a los ocupantes en enemigos de la población iraquí. Según cálculos independientes –no hay datos disponsibles de la coalición–, alrededor de 11.500 civiles iraquíes han muerto desde el comienzo de la guerra en marzo del año pasado.
Las imágenes de los pedazos de carne, el cabello y los instrumentos musicales fueron filmadas por un equipo que llegó al lugar en el que, según la población local, hubo una fiesta de casamiento que resultó atacada sin previo aviso por los norteamericanos, donde murieron mujeres y niños. Los instrumentos pertenecían a la banda de Hussein Ali, uno de los cantantes de casamiento más famosos de Irak, cuyos familiares lo enterraron en Bagdad la semana pasada. A pesar de estas pruebas –e imágenes previas filmadas por el canal Al Arabiya, en las que se ve a dos bebés muertos envueltos uno junto al otro en una sábana y a un niño tal vez decapitado tirado al lado del cuerpo de su madre–, los comandantes norteamericanos siguen insistiendo en que el golpe en una aldea lejana en el desierto, cercana a la frontera con Siria, fue contra combatientes extranjeros que estaban cruzando la frontera hacia Irak.
“Se trataba de más de dos docenas de hombres en edad militar –dijo el general James Mattis, comandante de la Primera División de Marines de Estados Unidos–. No seamos ingenuos.” ¿Y las imágenes de video? Mattis dice que no lo ha visto, pero agregó: “Ocurren cosas malas en las guerras. No tengo que pedir disculpas por la conducta de mis hombres”. Aunque se ha prometido una investigación, el jefe del Estado Mayor Conjunto, general Richard Myers, dijo en Washington: “Nos sentimos muy seguros de que fue un blanco legítimo, probablemente combatientes extranjeros”. No solamente eso: los estadounidenses han sugerido que los “combatientes extranjeros” podrían estar vinculados con Abu Musab al Zarqawi, un líder islamista militante y aliado de Osama bin Laden que está en Irak y ha sido acusado de haber decapitado con sus propias manos al rehén norteamericano Nick Berg. Aunque tal conexión “todavía debe estudiarse”, dijo Myers, “no está fuera de cuestión”.
La reacción de las autoridades de ocupación al dañino video fue aún más reveladora. Los oficiales norteamericanos demandaron que Al Arabiya les proporcione el nombre del camarógrafo que grabó las imágenes. El canal se negó. Como ha demostrado el escándalo de Abu Ghraib, las impactantes imágenes pueden llevar a investigaciones no sólo en Irak sino también en Afganistán, Guantánamo y otros lugares y pueden causar problemas no sólo para los militares, sino también para la CIA y para la Casa Blanca. Hasta que vieron las imágenes, los norteamericanos no estaban al tanto de lo que les ocurría a los iraquíes bajo custodia; y siguen sin saber las razones por la creciente cantidad de bajas civiles.
Desde que comenzó la ocupación, ha habido continuas historias de soldados norteamericanos que fueron atacados por rebeldes en las calles de las ciudades iraquíes y reaccionaron con disparos indiscriminados en toda el área, matando y mutilando a iraquíes inocentes. Sin embargo, otras historias son aún más siniestras.
Antes de que fuera encarcelado por un año, por no retornar de su licencia, otro soldado que prestó servicio en Irak, el sargento Camilo Mejía, dijo que un amigo suyo, un francotirador, le había disparado a un niño de alrededor de 10 años que llevaba un arma automática. “Se dio cuenta de que era un niño –dijo Mejía–. El niño intentó levantarse y le disparó de nuevo.” El niño murió. Existen pocas imágenes de incidentes como éste; una de las razones es que los periodistas que buscan este tipo de historias han muerto en incidentes así. Gracias a la insistencia de una o dos organizaciones que han perdido empleados en Irak, estas muertes son de las pocas que se han investigado de forma independiente. Después de la muerte del segundo empleado de Reuters, Mazen Dana, un camarógrafo premiado, la agencia de noticias contrató a una empresa de seguridad y llevó a cabo una investigación exhaustiva en la que se encontraron pocas diferencias sustanciales con la investigación militar. Sin embargo, las dos investigaciones diferían radicalmente en las conclusiones. El soldado que le disparó a Dana dijo que éste había hecho “movimientos repentinos” que le hicieron pensar que el camarógrafo estaba por disparar un lanzagranadas misilístico y que quedó enceguecido por el sol en ese momento y que no podía distinguir entre un lanzagranadas misilístico y una cámara de televisión a 75 metros de distancia.
A pesar de páginas de pruebas de que el sol no estaba en la posición que dice el soldado y las fotos que demuestran la diferencia visible entre una cámara y un arma grande a 75 metros de distancia, el ejército norteamericano se ha quedado con su versión de que la muerte del periodista estaba “justificada, basada en la información disponible... en el momento”.
Si una organización con la influencia internacional de Reuters no puede hacer que el Pentágono admita un error, los sobrevivientes de la masacrada fiesta de casamiento de la semana pasada tienen aún menos posibilidades de que prevalezca su versión de los hechos. Pero el incidente ilustra varias de las preocupaciones sobre las operaciones llevadas a cabo por fuerzas norteamericanas en Irak, incluyendo su ignorancia de la cultura iraquí, el aislamiento de la población local y su fuerte dependencia de su poder de fuego.
“¿Cuántas personas van al medio del desierto, a 20 kilómetros de la frontera siria, para hacer una fiesta de casamiento?”, preguntó Mattis. La respuesta es clara, especialmente si venís de un clan de pastores de ganado y es el lugar donde viviste toda la vida. El clan vive de ambos lados de la frontera siria, y aún esperan que aparezcan los familiares distantes de ahí y de otros lugares lejanos de Irak.
El general Mark Kimmet, vocero del ejército estadounidense en Irak, dijo que las fuerzas norteamericanas habían encontrado armas, pasaportes sirios y un teléfono satelital en la escena de combate. Nada de eso es sorprendente: aun en las ciudades, todo hogar tiene un arma. En una aldea a 120 kilómetros de la ciudad más cercana, las armas son aún más necesarias, para protegerse de bandidos y resguardar el ganado de los animales salvajes. Sin líneas de teléfono y sin celulares, no es raro que estos lugares tengan también un teléfono satelital.
“El ejército británico tiende a tener una relación más cercana con la población local que los norteamericanos”, dice Christopher Bellamy, profesor de ciencias militares en la Universidad de Cranfield. “Mientras que los británicos dependen más de la inteligencia local para que les advierta de antemano los problemas, las fuerzas norteamericanas tienen una postura más distante, lo cual significa que los problemas tienden a surgir sin aviso previo. Como resultado, necesitan contar con un enorme poder de fuego para superarlos.” Eleanor Goldsworthy, una especialista de fuerzas británicas para el Instituto Real de Servicios Unidos, dice que el enfoque de las fuerzas británicas en Irak era: “Si nos comportamos bien, nos ganaremos su buena voluntad”. El enfoque norteamericano, al contrario, era: “Si ellos se comportan bien, se ganarán nuestra buena voluntad”. Y si no lo hacen, agregarían otros, serán castigados por las fuerzas norteamericanas. Esta política pareciera haberse adoptado cuando los marines sitiaron Faluja el mes pasado, después de la muerte de cuatro hombres norteamericanos de seguridad privada.
La insistencia del secretario de Defensa estadounidense, Donald Rumsfeld, en una “guerra light”, dice Bellamy, significaba que “las fuerzas norteamericanas tendrían que compensar su falta de soldados con mayor poder de fuego”. Dado que los soldados norteamericanos se graduaron tempranamente en sus carreras y recibieron menos entrenamiento general que sus pares británicos, la mayoría no eran tropas de combate eficientes y tenían que ser protegidos por aquellos de sus pares con entrenamiento más adecuado. “Esta filosofía tiende a llevar a este comportamiento de ‘pulverizar y matar’ que hemos visto”, dice el analista. “Es difícil sobreestimar la falta de conciencia de la mayoría de los soldados norteamericanos en Irak”, dice una fuente militar. “Muchos, quizá la mayoría, nunca han viajado antes al extranjero. Piensan que su misión es llevar la democracia a los iraquíes e imponer estabilidad y les es muy difícil comprender por qué los iraquíes no les están agradecidos. No tienen la menor idea de que son vistos como arrogantes y agresivos.” Según las fuerzas británicas, agregó la fuente, esta actitud llevó a una sucesión de “errores fundamentales” e hizo que los oficiales superiores británicos sean extremadamente hostiles a estar bajo mando norteamericano. Esta era una de las opciones bajo consideración en Downing Street este fin de semana, con respecto al despliegue de fuerzas británicas.
Estados Unidos quiere que Gran Bretaña se haga cargo de las ciudades santas chiítas de Najaf y Kerbala, de donde se ha retirado el contingente español. En estos lugares, el poder de fuego norteamericano se está desplegando contra milicias leales al Muqtada al Sadr, el clérigo chiíta ilegalizado por Washington. “La adopción de tácticas británicas normales de bajo perfil frente a la agresividad norteamericana ya es bastante difícil –dijo la fuente militar–, pero tener que estar bajo comando norteamericano sería un desastre.”

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Ximena Federman

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