EL MUNDO
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Atando cabos de la historia
Por Robert Fisk *
“No puedo esperar para ver la prisión de Abu Ghraib reducida a escombros por los norteamericanos, ante un pedido del nuevo gobierno iraquí, por supuesto. Será convertida en polvo para destruir el símbolo de la brutalidad de Saddam.” Eso nos dice el presidente Bush. Por lo tanto, la reescritura de la historia prosigue. En agosto pasado, fui invitado a Abu Ghraib –por mi general estadounidense favorito, Janis Karpinski, nada menos– para ver la millonaria restauración del abominable lugar. Había limpias y rechinantes celdas, tubos de pasta dental y pares de pantalones relucientes para los compañeros “terroristas”. Pero, ahora, de repente, no es más un centro de tortura norteamericana, y por lo tanto, merece ser demolido. La reescritura de la historia iraquí va a una velocidad supersónica. ¿Armas de destrucción masiva?, ¿conexiones entre Saddam y Al Qaida?, ¿liberar iraquíes de las torturas de Saddam en Abu Ghraib? Olvídense. Borrón y cuenta nueva. Prepárense para “la plena (sic) soberanía” y los “tiempos difíciles”. Así es, según Bush. Cuando lo escuché, con su vacilante pronunciación, decir “Abu Grub” en lugar de Abu Ghraib, el lunes a la noche, no pude más que coincidir profundamente.
Sin embargo, estamos en peligro de perder de vista el conjunto. Así como los mercenarios asesinados en Irak están siendo descriptos por las autoridades de ocupación como “contratistas” o, en forma falaz, como “civiles”; del mismo modo, la responsabilidad por los interrogatorios porno de Abu Ghraib está desapareciendo en la bruma del río Tigris.
Por eso detengámonos en el asunto de la responsabilidad. Los interrogadores, acusados de animar a las tropas norteamericanas en el abuso de prisioneros en Abu Ghraib, han trabajado, al menos, para una compañía con amplios contactos comerciales y militares con Israel. La cabeza de la firma estadounidense –cuyo personal estuvo implicado en torturas a iraquíes– concurrió a un campo de entrenamiento “antiterrorista” en Israel al comienzo de este año y recibió un galardón de Shaul Mofaz, ministro de Defensa israelí de extrema derecha. La visita de J. P. London, de la compañía londinense CACI Internacional –esponsoreada por un grupo de lobby israelí, por congresistas y, otros contratistas de defensa–, fue con el objeto de “promover oportunidades para alianzas estratégicas entre agencias de seguridad israelíes y norteamericanas”.
El Pentágono y las fuerzas de ocupación en Irak insisten en que sólo ciudadanos norteamericanos han recibido permiso para interrogar prisioneros en Abu Ghraib, pero esto no tiene en cuenta aquellos estadounidenses que tendrían doble ciudadanía. El informe secreto del general norteamericano Antonio Taguba refiere a “nacionales de terceros países” como responsables del maltrato a prisioneros en Irak.
El general Taguba involucra a Steven Staphanovic y a John Israel en los abusos de la cárcel de Abu Ghraib. Staphanovic, que trabajó para CACI según Taguba: “Instruyó a la policía militar local, no entrenada en técnicas de interrogatorio, para agilizar los interrogatorios a través de ‘condicionalidades’, con claro conocimiento de que sus instrucciones equivalían al abuso psíquico”. Uno de los colaboradores de Staphanovic, Joe Ryan –no señalado por Taguba en su informe–, declaró que asistió un “curso de interrogación israelí” antes de partir hacia Irak.
Staphanovic, del CACI, posiblemente de origen australiano, fue acusado por el Informe de Taguba de haber hecho “falsas declaraciones a los investigadores respecto a su conocimiento de los abusos.” Otro interrogador, Adel Nakhla, de origen egipcio, atestiguó cómo prisioneros desnudos eran estaqueados en Abu Ghraib. John Israel “despistó” a los investigadores al negar haber presenciado alguna inmoralidad o tener “autorización para acceder a información de seguridad confidencial”.
Israel, según Titan –dos de cuyos empleados fueron nombrados en el informe de Taguba–, trabaja para uno de los “subcontratistas” de la compañía. Titan rehusó identificar al subcontratista. ¿Por qué? Uno de los ex directores de la compañía es James Woolsey, ex director de la CIA y uno de los arquitectos de la invasión estadounidense a Irak, amigo de Ahmed Chalabi y prominente lobbista proisraelí en Washington. London dijo que CACI “no adhiere, ni tolera comportamientos ilegales por parte de sus empleados, bajo ninguna circunstancia, en ningún momento o lugar”.
Pero es claro que las pistas sobre las torturas en Abu Ghraib apuntan hacia algo más que a un brutal grupo de policías norteamericanos que claman haber recibido órdenes de agentes de inteligencia para “ablandar” a los prisioneros en los interrogatorios. ¿Fueron los israelíes?, ¿los sudafricanos?, ¿los británicos? ¿Vamos a dejar los cabos de esta historia sin atar?
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Alicia B. Nieva.