Lun 31.05.2004

EL MUNDO

Los diez cambios de rumbo hacia el traspaso en Irak

En el plan de la transición política para fin de junio, el nombramiento del nuevo premier iraquí es visto como una “zancadilla” de Estados Unidos al enviado de la ONU. Falta decidir quién será el presidente.

Por Justin Huggler y
Rupert Cornwell *

La designación de Iyad Allawi como primer ministro interino de Irak era vista este fin de semana como un golpe respaldado por Estados Unidos para hacerle una zancadilla a Lakhdar Brahimi, el enviado de Naciones Unidas que se suponía que iba a armar el gobierno provisorio que encarnará la “soberanía” después del 30 de junio. Sin embargo, cuanto más va trascendiendo sobre el surgimiento repentino de Allawi, un hombre próximo a la CIA y el MI6, más parece que el nombramiento del nuevo gobierno ha sido tomado por asalto por ambiciosos políticos del Consejo de Gobierno Iraquí (CGI), el mismo cuerpo que se suponía que era el primero iba a reemplazar. La única pregunta es con quién estaba conspirando el CGI cuando sus miembros seleccionaban los puestos que ocuparían en el futuro. Ahora el CGI quiere nombrar como presidente a Ghazi al Yawar, jeque tribal, pero los norteamericanos se inclinan por un antiguo diplomático, Adnan Pachachi –el primero ha pedido públicamente al retiro de las tropas americanas–. Ambos son ampliamente respetados por los iraquíes, pertenecen a la facción sunnita y son dos alternativas más populares que Allawi, quien representa a la facción mayoritaria chiíta.
El nombramiento de Allawi es la culminación de una serie de espectaculares cambios de rumbo que han dado al presidente Bush y su administración el aspecto de estar huyendo en pánico de una política fallida sobre Irak hacia la próxima. Desde noviembre último, todas las decisiones parecen haber sido tomadas con vistas a sólo un hecho político: la apuesta de Bush por su reelección en noviembre. Inicialmente, parecía ser Ahmed Chalabi el político a quien los norteamericanos –y en especial el Pentágono de Donald Rumsfeld– estaban cultivando como su futuro títere en Bagdad, pero en las últimas semanas Chalabi ha caído en desgracia en Washington. Ha sido acusado de engañar deliberadamente a Estados Unidos y Gran Bretaña para que fueran a la guerra mediante falsa información sobre las inexistentes armas de destrucción masiva de Irak; algunos incluso afirman que lo hizo por encargo de los servicios de inteligencia iraníes. Inicialmente, Estados Unidos quería devolver la soberanía a una versión aumentada del CGI, que está compuesto en su mayor parte por ex líderes de la oposición iraquí que regresaron del exilio junto con los tanques norteamericanos. Pero el líder espiritual de la mayoría chiíta de Irak, el gran ayatolá Ali al Sistani, exigió elecciones antes de cualquier transferencia de soberanía. Los norteamericanos pidieron a Brahimi, el enviado de la ONU –quien estuvo involucrado en la formación de un gobierno en Afganistán–, que decidiera si era posible llamar a elecciones en una fecha próxima –en otras palabras, que convenciera a Sistani de que no eran posibles–.
Brahimi cumplió con su deber, y se le pidió que permaneciera en su puesto para formar un nuevo gobierno provisorio que fuera aceptable al ayatolá y a los iraquíes en general. Brahimi dejó trascender que pasaría por alto a los miembros del CGI y elegiría a un gobierno de tecnócratas, pero el Consejo ha anunciado ahora el nombramiento de uno de sus propios miembros como primer ministro. Y no cualquiera de ellos, sino uno que parece claramente la segunda edición de Ahmed Chalabi. Como éste, Allawi dirige su propio grupo de oposición iraquí y ha cultivado largamente vínculos con agencias de inteligencia occidentales, primero el MI6 británico y luego la CIA. Pasó información de inteligencia a EE.UU. y Gran Bretaña antes de la guerra, incluyendo, según se dice, la notoria alegación de que Irak podía desplegar armas de destrucción masiva en 45 minutos. Algunos portavoces estadounidenses parecieron tan intrigados como el resto del mundo cuando el CGI hizo su movida, primero diciendo que Allawi era sólo una sugerencia del Consejo, no una opción definitiva, que sería tomada por Brahimi.
Paul Bremer, el gobernador estadounidense de ocupación en Irak, estuvo aparentemente con el Consejo una hora antes de que Brahimi fuera convocado para que se le informara de la decisión. La declaración de Brahimi de que daba la bienvenida al nombramiento de Allawi, que efectivamente la confirmó, sonó como nada más que el alivio de alguien liberado de una carga muy molesta. Pero al pasar por alto a la ONU, Bremer y sus jefes políticos han sacrificado mucha credibilidad para un gobierno provisorio que ya es objeto de un gran escepticismo en Irak y en el exterior.
Qué diferente de lo ocurrido antes. Bush se enorgullece de su inflexible voluntad de propósito. De hecho, desde que aterrizó en el “USS Abraham Lincoln” el 1º de mayo de 2003 para la foto más imprudente de los tiempos modernos, los hechos han forzado a un cambio de plan para Irak después de otro. Poco más de un año atrás, los neoconservadores que predominan en la política exterior de Estados Unidos estaban a sus anchas, propagando su versión de una Pax Americana en Medio Oriente, en que el camino a Jerusalén y un acuerdo duradero entre israelíes y palestinos pasaba por un nuevo Irak democrático. Hoy Dick Cheney, Paul Wolfowitz, Richard Perle y los otros están a la defensiva. El general retirado Jay Garner fue el funcionario originalmente designado para dirigir los trabajos de reconstrucción. Pero a medida que la anarquía se profundizaba, se lo consideró ineficaz. Después de exactamente un mes el general Garner fue reemplazado por el ex diplomático Paul Bremer, el 11 de mayo de 2003, para encabezar una nueva Autoridad Provisional de la Coalición. Ya era visible que EE.UU. había subestimado en mucho las dificultades. El precio original era de 50.000 millones de dólares, y Wolfowitz, subsecretario de Defensa, predijo que la reconstrucción se financiaría a sí misma, gracias a un salto en la producción petrolera iraquí. Un año después, mientras la violencia y el sabotaje a las instalaciones petroleras continúan, la producción lucha por volver a los niveles de la era de Saddam. Bush ha acudido al Congreso ya tres veces para buscar un total de 187.000 millones de dólares de financiamiento para Irak. La administración se ha visto forzada a comerse sus palabras. Los planes originales decían que el contingente de tropas estadounidenses debía haber sido reducido a 100.000 para esta fecha. El lunes pasado, Bush anunció que sería mantenido en el actual nivel de 138.000 por el futuro previsible, y aumentado de ser necesario.
A mediados de noviembre de 2003 vino el cambio de dirección más radical de todos. Con los planes para una nueva Constitución en crisis y las fuerzas estadounidenses volviéndose más impopulares cada día que pasaba, Bremer volvió a Washington para consultas. En lugar de esperar a que se redactara una nueva Constitución –un proceso que podía llevar años– EE.UU. tiró a la basura su plan de siete etapas y varios años y decidió transferir el poder al gobierno de transición que asumirá dentro de 32 días. Ese gobierno presidirá las elecciones para una Asamblea Constituyente.
Este cuerpo tiene la misión de producir una Constitución, sobre la base de la cual Irak sostendría su primera elección para un gobierno permanente, todo para fines de 2005. Pero Bush todavía no se atreve a fijar una fecha firme para el retiro de las tropas estadounidenses. El presidente dice que la soberanía “plena” será transferida el 30 de junio. Pero, ¿qué significa “plena”? Estados Unidos iba a entrenar una nueva fuerza de seguridad iraquí, pero ésta se ha probado terriblemente ineficaz. La APC ha cambiado de dirección dos veces en los dos últimos meses. La “desbaasificación” fue abandonada cuando EE.UU. entregó a un alto comandante de la era de Saddam la responsabilidad de policía sobre la ciudad rebelde sunnita de Faluja. Lo mismo puede ocurrir en el sur chiíta, donde EE.UU. ha hecho un arreglo con el clérigo rebelde Moqtada al Sadr en Najaf, bajo el cual las milicias locales asumen algunas responsabilidades de seguridad. El cambio de rumbo es una admisión adicional de que EE.UU. no tiene las tropas, o el respeto de la ciudadanía local, para hacer el trabajo.
Cuando revisó sus planes en noviembre último, EE.UU. dijo que usaría armas pesadas, incluyendo aeronaves de ala fija, para destruir lo que Rumsfeld llamó “combatientes extranjeros y resistencia remanente”–ese enfoque ha sido tácitamente abandonado–. Después de pasar dos años ignorando a la ONU, Washington pareció no tener otra opción que poner el destino de Irak en las manos de Brahimi, un sunnita argelino cuyas opiniones sobre Israel son anatema para muchos en el gobierno estadounidense. El modo en que fue pasado por alto, sin embargo, puede endiablar las relaciones con la organización internacional una vez más y complicar la aprobación de una resolución de la ONU sobre Irak que se necesita con desesperación para cicatrizar las heridas internacionales.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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