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› JUAN PABLO II AMONESTO A BUSH POR IRAK Y EL MALTRATO A PRISIONEROS
Todos los tirones de oreja del Papa
La primera entrevista de George W. Bush en su gira europea para recomponer relaciones por Irak se convirtió en una serie de amonestaciones del Papa, mientras seguía negociándose la próxima resolución de la ONU y Francia, el país más crítico, se preparaba a recibir al presidente mañana.
Por Peter Popham *
Desde Roma
El papa Juan Pablo II sermoneó rígida y públicamente al presidente de Estados Unidos, George Bush, sobre los deberes de Estados Unidos en el mundo durante una audiencia en el Vaticano ayer. El presidente estadounidense estaba en Roma para celebrar el 60º aniversario de la liberación de la ciudad por los aliados. En las calles, hasta 200 mil personas fluían por el medio de la ciudad y la policía antidisturbios con escudos y cachiporras se enfrentaba a pequeños grupos de manifestantes enmascarados, algunos de los cuales tiraron botellas y provocaron leves incendios.
La recepción oficial para el presidente fue más cordial. Hablando lentamente y con enorme esfuerzo, las manos y las piernas temblándole por los efectos del mal de Parkinson, el pontífice de 84 años dijo a Bush que esperaba que la situación de Irak “se normalizara ahora tan pronto como fuera posible con la activa participación de la comunidad internacional y, en particular, de la organización de las Naciones Unidas, para asegurar un rápido retorno a la soberanía de Irak, en condiciones de seguridad para todo su pueblo”. Elogiando el nombramiento de un jefe de Estado iraquí esta semana como un “paso alentador”, implícitamente increpó a la administración Bush por haber fracasado en lograr un acuerdo en Tierra Santa. “Que una esperanza similar de paz sea reavivada en Tierra Santa y lleve a nuevas negociaciones, dictadas por un compromiso sincero y decidido a dialogar, entre el gobierno de Israel y la Autoridad Palestina”, dijo.
Y sin aclararlo directamente, el Papa también se refirió a los recientes escándalos de torturas en Irak. “Otros hechos deplorables –dijo– han salido a la luz, que han preocupado las conciencias cívicas y religiosas de todos, y dificultaron el compromiso sereno y resoluto de compartir los valores humanos. En ausencia de tal compromiso, ni la guerra ni el terrorismo podrán vencerse jamás.” Sobre el borde de su silla de alto respaldo, Bush escuchó las palabras del Papa con las cejas levantadas y una expresión de buen humor congelado en su rostro. No hizo ningún intento de una defensa de las acciones de su gobierno, pero presentó al Papa la Medalla de la Libertad, el más alto honor que puede conferir Estados Unidos.
Ayer, hace exactamente 60 años, después de más de 50 bombardeos aéreos de la ciudad por los aliados, las unidades del Quinto Ejército de Estados Unidos marcharon del sur de la ciudad sólo recientemente evacuada por los alemanes. Cuando los romanos salieron de sus casas, “literalmente bombardearon a los soldados estadounidenses con flores”, según Robert Katz, un historiador estadounidense especialista en la guerra en Italia. “Todos estaban en las calles, felices y alegres”, recuerda Spartaco Scaramella, de 76 años, que estuvo ahí, “cantando y recibiendo a los estadounidenses. Había camiones llenos de gente que agitaban banderas italianas rojas, verdes y blancas. Recuerdo el día con profunda alegría. Sólo tenía 17 años, tenía la vida por delante”.
Como contraste, ayer Roma era una ciudad cerrada y lúgubre cuando Bush y su entorno de 500 personas pasaban por ella. Aunque no era un feriado público, la enorme presencia policial y paramilitar en las calles convenció a la mayor parte de los dueños de negocios a que cerraran todo el día, y nuevamente Roma tuvo el aspecto de una ciudad bajo una ocupación hostil. Hubo incidentes violentos aislados, con tachos de basura incendiados y botellas arrojadas a las filas policiales cuando los manifestantes se movían a través del centro de la ciudad. Una gran mayoría de italianos se opuso a la guerra de Irak..
En los momentos previos a la guerra contra Irak, algunos líderes estadounidenses, especialmente el vicepresidente Dick Cheney, explícitamente citaron la exaltada bienvenida brindada a los soldados estadounidenses en Roma y en otras ciudades europeas, cuando evocaron lo que los conquistadores de Irak podrían esperar recibir en Bagdad.
Pero según Robert Katz, autor de Silencio fatal, un libro sobre la batalla por Roma, “no hay comparación entre las campañas italiana e iraquí. La bienvenida que los estadounidenses recibieron en Roma fue la primera y la más celebrada de los bienvenidas que les dieron las ciudades europeas liberadas. La invasión de Italia fue un fracaso militar que se convirtió en éxito con la captura de Roma. La invasión de Irak, por lo contrario, fue un éxito que se convirtió en fracaso con la captura de Bagdad”.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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