EL MUNDO
› DESPUES DE MARCHAS Y REPRESION, LAS FF.AA. EXIGIERON LA SALIDA DE CHAVEZ
El Caracazo que acabó en golpe de Estado
Ayer fue una jornada sangrienta en Venezuela. Después de una marcha de 50.000 personas que derivó en 10 a 30 muertos y 95 heridos, los comandantes militares pidieron la renuncia del presidente Hugo Chávez, marcando el fin de la “Revolución Bolivariana”.
“Las Fuerzas Armadas no son para agredir al pueblo. Les ordeno a todos mis comandantes, que son mi fortaleza y la patria a cumplir con su deber. Esto no es un golpe de Estado, no es una insubordinación: es una solidaridad con el pueblo venezolano. Chávez, le fui fiel hasta el final, le serví hasta esta tarde, pero los muertos de hoy (por ayer) no se pueden tolerar. Me obligan a tomar esta decisión. Generales, cumplan con su deber. Es un acompañamiento a todo el pueblo venezolano ante un atropello.” Mientras el comandante general del Ejército, general Efraín Vásquez, decía estas palabras, oficiales de las Fuerzas Armadas y la Guardia Nacional aparecían en la madrugada en la pantalla de Radio Caracas Televisión pidiendo a las fuerzas leales a Chávez que no se resistieran. El ministro general de la Presidencia, Rafael Vargas, dijo desde el Palacio presidencial de Miraflores, donde se fueron apostando un grupo de tanquetas en posición defensiva, que “Chávez está aún y para siempre en el Palacio presidencial. La conspiración ha fracasado”. Un golpe de Estado, uno más en América latina, estaba en marcha y marca el comienzo del fin de la “Revolución Bolivariana” y de su líder, el teniente coronel Hugo Chávez Frías. Y vino luego de una jornada con reminiscencias del Caracazo que en 1989 dejó cerca de 1000 muertos (según cifras extraoficiales): la manifestación antichavista convocada por empresarios y sindicalistas y su posterior represión dejaron entre 10 y 30 muertos y 90 heridos.
De acuerdo a versiones del chavismo, cerca de las 21 horas todavía había alrededor del palacio de Miraflores entre 15 y 20.000 personas, en su mayoría de origen pobre. Una hora después, la magnitud del asunto quedaba en evidencia. El diputado Jorge Barreto, del movimiento chavista Quinta República, estaba haciendo declaraciones en el único canal que podía transmitir al aire: el Canal 8, canal del Estado, que durante toda la tarde había transmitido desde el palacio. De pronto, la imagen dejó de salir al aire, y se supo que un grupo del Ejército había ordenado el desalojo total de las instalaciones. Para esa hora, varios comandantes de la Guardia Nacional (la cuarta Fuerza Armada) dimitían a su cargo y le pedían públicamente a Chávez, a través de cadenas privadas, que renunciara para evitar “un baño de sangre”.
Una jornada violenta
América Latina conoce bien lo que comenzó a pasar en la noche de ayer, y Venezuela, en particular, también conoce de cerca lo que pasó por la tarde: el Caracazo, esa revuelta que terminó con 1000 muertos (cifras extraoficiales), ocurrió hace apenas 13 años, y las palabras de Vásquez aludían a eso. Ayer el país, sobre todo la capital, vivió la repetición de la historia. Si en 1989 los pobres bajaron de “los cerros” y coparon las calles para rechazar un paquetazo de ajuste lanzado por el entonces presidente Carlos Andrés Pérez, ayer fue una curiosa alianza entre el empresariado y el sindicalismo la que llenó el centro de Caracas pidiendo la renuncia del principal emergente de la Venezuela post-Caracazo, el presidente Hugo Chávez Frías, líder de la “Revolución Bolivariana”, en medio de una huelga por tiempo indeterminado que ya lleva tres días. Según fuentes extraoficiales, habría entre 10 y 30 muertos en los enfrentamientos entre los manifestantes, las fuerzas de seguridad y los “Comités de Defensa bolivarianos” en las cercanías de Miraflores.
Por la mañana, envalentonados por un notable éxito en la convocatoria de una huelga que comenzó en la principal empresa del país, Petróleos de Venezuela (PDVSA), el presidente de Fedecámaras, Pedro Carmona Estanga, y el líder de la poderosa Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), Carlos Ortega, llamaron a salir a la calle para exigir la renuncia de Chávez. “Pido la renuncia de Chávez y no descarto que este río humano se dirija hoy hasta Miraflores”, declaró Carmona antes de que la manifestación marchara hacia el palacio presidencial. El “río humano” eranunas 50.000 personas, que venían del acomodado este de la ciudad, a las que se fueron sumando otras cientas. Fue en ese momento cuando corrieron rumores de todo tipo: que Chávez ya estaba detenido en Fuerte Tiuna, la principal guarnición militar de Caracas, que un grupo de militares lo obligaron a renunciar, que había enviado a hablar a los medios a su ministro de Defensa, José Vicente Rangel, porque ya no manejaba los hilos. Por la tarde, cuando la manifestación marchaba en dirección a Miraflores, Chávez hizo su demostración de fuerzas. Primero, el alto mando militar se reunió ante las cámaras en el Ministerio de Defensa para señalar que apoyaba al gobierno. Y minutos más tarde, el mismo Chávez, que había desaparecido misteriosamente en los últimos tres días, dio un discurso a la nación, con el retrato de Simón Bolívar detrás, la bandera venezolana a su derecha y en su mano una versión de bolsillo de la Constitución bolivariana que él llevó a aprobar hace dos años, cuando era un líder popular indiscutible. El presidente venezolano dirigió toda su furia contra los medios: “Han instigado una conspiración, quieren crear la impresión de que Venezuela es ingobernable”. Respecto de Ortega y Carmona, dijo que junto con los medios “están en un plan insurreccional que es riesgoso pero que no va a tener éxito”, y dispuso la suspensión inmediata de las frecuencias de casi todas las cadenas privadas de televisión, amparándose en una ley de radiodifusión, de los tiempos del Caracazo, que prohíbe la transmisión de hechos violentos. Una de las cadenas había impreso sobre las imágenes de las calles la leyenda “Ni un paso atrás”. Era una guerra que el gobierno y los medios habían librado hace días, en ocasión del paro en PDVSA por la decisión de Chávez de remover su cúpula.
Para entonces, las cercanías de Miraflores eran un caos. Mientras hablaba Chávez dentro del palacio, fuera de él se acercaba la manifestación. El presidente había dispuesto que unos 1000 soldados custodiaran el palacio. Además de la Guardia Nacional y la Policía, los “comités bolivarianos” se habían ubicado en las inmediaciones del lugar. La manifestación no podía acercarse a más de dos cuadras de Miraflores. “Llamo al pueblo a que no caiga en provocaciones”, declaró el presidente. Pero los disparos, piedrazos y gases lacrimógenos comenzaron a dominar la escena. En ese momento, casi todos los medios televisivos dejaron de transmitir en Venezuela y sus imágenes sólo eran captadas fuera del país. Fuentes próximas a Chávez aseguraban que varios de los muertos eran simpatizantes del presidente y explicaban que la Policía Metropolitana había disparado contra la multitud que rodeaba el Palacio de Miraflores. Entre los muertos, se encontraba el chofer del vicepresidente Diosdado Cabello, con un disparo en la frente.
Anteayer, mientras la huelga general se extendía por tiempo indeterminado, un general, en actividad y de su propia arma, Néstor González, lo acusó de “traidor” y de permitir que las FARC operaran en Venezuela. Gran parte del generalato de la Guardia Nacional criticó al gobierno por “la forma parcial” en que se reprimió a los manifestantes respecto de los chavistas y el general Alberto Camacho renunció al cargo de viceministro de Seguridad Ciudadana y llamó a que asuma “una junta provisional”. Esta acumulación de “deserciones” finalizó por la noche con la declaración del general Vásquez.
Por qué
“Chávez es un presidente legítimo. Si quieren que Chávez se vaya, existen muchos mecanismos constitucionales, entre ellos un referéndum consultivo y otro revocatorio, para que lo intenten. La democracia se mide con los votos y no con la gente en las calles”, dijo a Página/12 Eladio Hernández, director del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad Central de Venezuela. “Estamos presenciando un autogolpe de Chávez. Tiene las manos ensangrentadas y quiere ganar tiempo con un autogolpe”, declaró a este diario el politólogo Aníbal Romero. El autogolpe, según parece, no llegó. Más bien parece un golpe a secas después de una jornada con ecosdel Caracazo. Justo a él, a Chávez, que en 1992 intentó un golpe de Estado contra la cúpula política que se mantuvo contra viento y marea. Justo a él, que ganó popularidad con su intento golpista. Y justo a él, la crisis le llegó a principios de febrero con cuatro militares, ninguno de ellos del Ejército, que lo criticaron públicamente por “su autoritarismo”.
Según el analista político Juan Vicente Gómez Gómez, “la suerte del gobierno dependía de lo que hiciera el Ejército, ya que la Guardia Nacional se había pasado a la contrarrevolución (sic) y la Fuerza Aérea se acuarteló por la noche en la base aérea de La Carlota, en los alrededores de Caracas. La Armada no podía influir demasiado en este contexto. Sobre los motivos que habrían provocado la caída de Chávez, Gómez Gómez aseguró que “el gran problema de este gobierno fue la falta de una política comunicacional. Todos los medios estaban en contra del presidente”. Además, el analista considera que hay un complot similar al que derrocó a Salvador Allende en Chile y que se habría activado cuando hace pocos días asumió el nuevo embajador norteamericano en Venezuela, de apellido Shapiro, quien según Gómez Gómez estuvo “metido en la guerra sucia en Centroamérica”.
Luis Miquilena, ex ministro venezolano del Interior y ex mentor de Chávez, exhortó ayer a “buscar vías institucionales” para conducir a Venezuela por la “nueva etapa de transición” ante la grave crisis que afronta. Miquilena, que alguna vez fue el sostén político más claro y contundente de Chávez, declaró que “el jefe del Estado es el principal responsable de todo lo ocurrido y de esa responsabilidad no lo salva nadie”.
“La caída de Chávez desgraciadamente será con violencia. Hoy se abrieron las armas de fuego. Hay muertos y heridos. Se quitó la máscara de la dictadura, pero Chávez va a salir a una cárcel”, declaró el ex presidente venezolano, el mismo contra el cual se dirigió el Caracazo, Carlos Andrés Pérez. Pérez señaló que la solución de la crisis venezolana no se dará “de un día para otro”, pues Chávez “destruyó las instituciones y dividió al país entre pobres y ricos”. “La comunidad internacional ya sabía quién era Chávez, pero el cierre de los canales y los ataques contra los manifestantes ayudarán a conocerlo más”, expresó el ex mandatario.
Hugo Chávez Frías alguna vez fue un huracán. Tenía un apoyo masivo: llegó a sacar el 60 por ciento de los votos. Pero ahora lo masivo, por primera vez, fue la manifestación en su contra, una manifestación que empezó en las zonas más acomodadas de Caracas pero que de todos modos se extendió a gran parte de la ciudad. Y lo que vino después es historia conocida en América Latina, quizás menos en Venezuela: un golpe de Estado. “Ya una vez los pobres bajaron de los cerros”, dijo Chávez en referencia al “Caracazo”. “Ahora volverán a bajar, pero porque vienen a soñar, a rezar, para que esto no se detenga”. Parece que eso es lo único que le queda a Chávez: rezar y esperar que vuelvan a bajar de los cerros.
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