EL MUNDO
› HISTORIA DE UNA VIDA SIGNADA POR EL DESTIERRO Y LA GUERRA SIN FIN
Un nacionalista que no tuvo nación
La vida de Yasser Arafat abarcó 75 tumultuosos años, que son la historia del Medio Oriente desde la descolonización hasta hoy. Y tuvo la tarea más ardua de un nacionalista: la de presidir sobre una diáspora.
Por Patrick Cockburn*
Yasser Arafat escapó ileso de tantas crisis en el pasado que, aun cuando yacía en un hospital militar francés desde las últimas dos semanas, fue difícil evitar la sospecha de que podría haber escapado de la muerte a último momento con algún truco de ilusionista. Fue un genio de la táctica, pero un pobre estratega. Por décadas se vio obligado a moverse de país en país por presión de los israelíes y sus aliados. En 1994 volvió a tierra palestina por primera vez en 26 años, sólo para terminar confinado a sus cuarteles en la ciudad de Ramalá, siete años más tarde.
Se lo conocía usualmente como el “Señor Palestina”, el líder icónico de los palestinos, el símbolo del nacionalismo palestino. Este sobrenombre demostró ser bastante correcto. Pero su labor como nacionalista fue más ardua que la de otros líderes nacionalistas en el mundo, ya que la mayoría de los palestinos vivía en la diáspora, en comunidades fragmentadas en todas partes del mundo. Arafat nació en El Cairo el 4 de agosto de 1929, es el quinto hijo de un comerciante palestino, Abdel Raouf. Su madre provenía de una antigua familia de Jerusalén y murió cuando él tenía cinco años. Arafat fue educado en Egipto, donde fue a la Universidad de El Cairo, e interrumpió sus estudios académicos para contrabandear armas y combatir en Cisjordania. Trabajó por un breve tiempo en Egipto, luego de graduarse de ingeniero en 1956 y, posteriormente, se mudó a Kuwait. Siempre participó intensamente en política. En 1958, Arafat y los suyos montaron la organización clandestina Al Fatah, que defendía la lucha armada contra Israel. Seis años más tarde, se afincó en Jordania para, desde ahí, organizar ataques sorpresivos en Israel.
La derrota de Egipto, Siria y Jordania por Israel en 1967 fue la primera gran oportunidad de Arafat. Los gobiernos árabes estaban totalmente desacreditados. Habían creado la Organización para la Liberación de Palestina bajo los auspicios de la Liga Arabe pero, a la zaga de la Guerra de los Seis Días en 1967, Al Fatah tomó las riendas. Arafat se convirtió en el jefe ejecutivo de la OLP en 1969.
En el territorio de Jordania, los palestinos comenzaron a mostrar que podían pelear en forma tan efectiva como los regímenes árabes (aunque esto no era mucho decir). Cuando el ejército israelí atacó la base de la OLP en Karameh, Jordania, en 1968, sufrió grandes bajas. Las batallas resultaron una victoria para Arafat. Miles de palestinos se unieron a la OLP. Posteriormente, Arafat y las unidades armadas de la OLP entraron en conflicto con el rey Hussein y el ejército jordano y fueron expulsados. Fue en esa época que el mundo tomó conocimiento de la causa palestina y que Arafat se convirtió en un símbolo. Ante la Asamblea de las Naciones Unidas en 1974, Arafat dijo: “Vengo con el fusil del combatiente de la libertad en una mano y la rama de olivo en la otra. No dejen que la rama de olivo caiga de mi mano”.
Arafat trasladó sus cuarteles al Líbano, donde la OLP creó un Estado dentro de un Estado. Sus hombres lucharon junto a las milicias musulmanas y drusas en una guerra civil en la que miles de palestinos fueron masacrados. Los años en Beirut marcaron a fuego el liderazgo palestino. Arafat y sus lugartenientes siempre llevaron las huellas del Líbano. Cuando volvieron a Gaza y a Cisjordania en 1990 actuaron mucho como líderes de milicias libanesas.
Durante el asedio del ejército israelí a Beirut en 1982, Arafat estuvo en su mejor momento. Los comandantes que había elegido se habían comportado vergonzosamente al abandonar a sus hombres durante la invasión israelí. Pero durante el asedio, Arafat se movió de fuerte a fuerte sin importarle los intentos de Israel de asesinarlo. Finalmente los combatientes palestinos fueron evacuados, sólo para ver cómo los hombres de la milicia cristiana masacraban a los civiles palestinos en Sabra y Shatila ante los ojos del ejército israelí. Una vez establecidos en Túnez, Arafat y la OLP vieron limitada su influencia sobre Cisjordania y la Franja de Gaza. Pero fue el estallido de la Intifada en 1988 (inicialmente un movimiento de protesta no violento) el que mostró que los palestinos no habían perdido toda su influencia ni habían sido totalmente aplastados.
Aunque la invasión iraquí a Kuwait resultó desastrosa para la comunidad palestina allí, fue la oportunidad para que el gobierno norteamericano tomara distancia brevemente de Israel. En 1993, EE.UU. llamó a ambas partes a la conferencia de Madrid. Arafat ya había reconocido el derecho de Israel a existir en 1988 y renunciado al terrorismo.
Su vida privada continuaba siendo secreta. En 1991 se había casado con su joven secretaria, de 28 años, Suha Tawil, en Túnez. Su hija, Zahwa, nació en París cuatro años después. En 1992, su avión aterrizó forzosamente en el desierto del Libia durante una tormenta de arena. Arafat sufrió golpes y moretones y sus dos pilotos murieron.
La reconciliación con Israel después de Oslo duró poco. Arafat había estrechado su mano con el primer ministro israelí, Yitzhak Rabin, en la pradera de la Casa Blanca cuando firmó los Acuerdos de Oslo, tras lo cual volvió a Palestina al año siguiente. Ganó el Premio Nobel de la Paz junto con Yitzhak Rabin y Shimon Peres, el ministro de Relaciones Exteriores israelí. Pero en el curso del año, Rabin había muerto, asesinado por un judío ultranacionalista. Aún peor Shimon Peres, el siguiente premier israelí, fue derrotado ampliamente por Benjamin Netanyahu en las elecciones de junio de 1996. La buena voluntad entre palestinos e israelíes fomentada por Oslo se disipó.
La controversia rodea las negociaciones finales entre Arafat y el primer ministro israelí Eduh Barak, presididas por Bill Clinton en Camp David en los últimos días de su administración. Barak y Clinton afirman que Arafat rechazó una propuesta de acuerdo razonable. Los palestinos, que Arafat simplemente resistió ser arrastrado a hacer mayores concesiones ante la presión conjunta de los norteamericanos y los israelíes.
La derecha israelí consideró a Oslo como una verdadera amenaza. El 28 de septiembre de 2001, cuando Ariel Sharon, entonces líder de oposición, visitó el gran santuario en Jerusalén, provocó enfrentamientos que desembocaron en la segunda Intifada. Los bombardeos suicidas pronto se convirtieron en la única arma de los palestinos.
La carrera de Arafat fue por muchos años una tragedia como la historia de su pueblo; si no logró la independencia que tanto deseó fue porque enfrentó fuerzas abrumadoramente superiores.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Alicia B. Nieva.
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