Mar 07.05.2002

EL MUNDO  › JACQUES CHIRAC NOMBRO A SU GOBIERNO DE TRANSICION LUEGO DE SU TRIUNFO

Y ahora, a desensillar hasta que aclare

Después del arrasador triunfo frente al racista Jean-Marie Le Pen, el presidente francés designó al liberal Jean-Pierre Raffarin como su nuevo premier. Chirac quiere avanzar en temas como la seguridad y reducción de impuestos, pero la izquierda considera que no tiene legitimidad para hacerlo.

Página/12, en Francia
Por Eduardo Febbro, desde París

Francia cambió radicalmente de rostro político. Luego de la abrumadora victoria del presidente saliente Jacques Chirac frente a su rival de la extrema derecha (82 por ciento contra 18), el país se despertó con una sensación de alivio reflejada en los titulares y editoriales de los diarios y un nuevo primer ministro. Cumpliendo con lo anunciado al cabo de la primera vuelta de las elecciones presidenciales, el socialista Lionel Jospin dejó su cargo y en su lugar fue nombrado Jean-Pierre Raffarin, un jefe de gobierno de “transición”, oriundo de las filas liberales que deberá presentar su gabinete en los próximos días. De 53 años, hombre de provincia, Raffarin no pertenece al RPR (partido presidencial) sino a la formación Democracia Liberal.
El nuevo jefe de gobierno es el menos conocido y esperado de todos los primeros ministros que se podían nombrar, pero no carece de renombre. Ex publicista, Raffarin se hizo famoso por sus fórmulas políticas, por su humor y por una ley que intentó frenar “la gula de los mastodontes de la gran distribución” (supermercados) y facilitar el comercio de barrio. A menudo, sus frases políticas son calificadas de “raffarinade”. A él se le debe por ejemplo uno de los conceptos más utilizados por Jacques Chirac durante la campaña para las elecciones presidenciales de 1995: “La Francia de abajo opuesta a la Francia de arriba”.
Personaje clave del dispositivo presidencial, Jean-Pierre Raffarin lo es ahora de este período de transición. Según la definición dada por el mismo Jacques Chirac el domingo por la noche, el gobierno tiene como objetivo llevar a cabo una “misión”. Más que una habría que hablar de varias: Raffarin deberá aplicar las reformas prometidas por el Presidente durante la campaña y, antes que nada, preparar el terreno de las elecciones legislativas de junio próximo. Promesas y elecciones están ligadas con el telón de fondo del discurso que la derecha viene destilando desde la primera vuelta: ésta les pide a los franceses que respalden a Chirac dándole una mayoría clara a fin de gobernar con amplitud. Si se toma como referencia el discurso pronunciado por el mandatario reelecto, la primera tarea del gobierno consiste en “restablecer la autoridad del Estado, responder a las exigencias de seguridad y colocar a Francia en el camino del crecimiento”. Ello significa en claro que para tener argumentos firmes frente al desafío legislativo, el gobierno se consagrará enteramente a los problemas de seguridad –sobredimensionados– y a la reducción de impuestos prometida.
El Partido Socialista estimó ayer lunes que el gobierno de Jean-Pierre Raffarin tenía legitimidad para organizar el debate “dentro de un marco” con vistas a las elecciones legislativas, pero que estaba descontado que no podrá poner en marcha un proyecto por cuanto no dispone de una mayoría parlamentaria. El portavoz del Partido Socialista, Vincent Peillon, afirmó que, “si la idea de Jacques Chirac consiste en apoyarse en el 82 por ciento de los votos con el fin de aplicar una política que en la primera vuelta recibió el apoyo de menos del 20 por ciento del electorado, ello significaría cometer un gran error”.
Por ahora, Francia mira como detrás de un cristal empanado todas las maniobras políticas. La partida de Lionel Jospin, la derrota “a medias” de Le Pen, la certeza de que ese mal nunca está vencido y la sensación de que se produjo a la vez una injusticia y un error se perciben por encima del “bienestar” por haber “degollado” al demonio en las urnas. Ayer, tras presentar su renuncia el presidente francés, con el cual se reunió por escasos minutos, Lionel Jospin regresó a la sede del gobierno para recibira su sucesor. Emotivo apretón de manos en la puerta y 20 minutos a puertas cerradas sellaron la nueva etapa francesa. En el patio del gobierno, decenas de colaboradores esperaron a Jospin con rosas en la mano. “Me queda la tristeza y el sentimiento de cierta injusticia con respecto a lo que se hizo aquí durante 5 años”, comentaba un colaborador del ex primer ministro. “Una vida se acaba acá y otra vida continúa”, dijo otro de los colaboradores miembro de la “Banjo”, la “banda de Jospin”.
El último gesto político del ex jefe de gobierno consistió en entregar al Tesoro público casi tres millones de euros correspondientes a los fondos reservados. Cabe recordar que esos mismos fondos, en manos de Jacques Chirac, dieron lugar a una de las investigaciones judiciales más sonoras de la historia. Según demostró la justicia, el presidente, cuyo estatuto le ahorra todo juicio, había pagado con parte de ese dinero viajes privados.

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